2014/08/20

LA PSICOGÉNESIS Y EL RELATIVISMO EN LA EDUCACIÓN






En Educación, hoy, solo asumimos teorías. El asumirla exige un fundamento epistemológico y antropológico, que permita tener claro qué somos, qué buscamos, a dónde vamos. El planteamiento es: ¿hacia dónde orientamos la Educación? Hay un ejemplo concreto que lleva a presentar esto que podríamos llamar “vuelco antropocéntrico” de la cultura: la psicogénesis.

¿Qué es, en concreto, la psicogénesis? ¿Cuál es su origen? Su base técnica está constituida por algunas hipótesis piagetianas cuyos errores, viciados por una concepción exclusivamente biológico-evolutiva del hombre tienen graves consecuencias cuando se los aplica a la educación.

Puntualmente se dice que la estructuración de la personalidad y el conocimiento en el niño tiene un carácter natural y progresivo. Se parte desde el conocimiento sensible –el que proporcionan los sentidos externos– hasta llegar a la inteligencia. En esta progresión la realidad es “construida” por el niño desde su yo: no hay verdades objetivas, ni imperativos morales establecidos a los que el sujeto deba adecuarse. Es verdad lo que el sujeto decide que es verdad; está bien lo que el sujeto decide que está bien.

Como la objetividad de las normas morales no existe, el acto educativo que debe ser moral, pasa a ser un mero adiestramiento en la autonomía, o sea, una pura “anarquía moral”. Y se pretende apoyar estas teorías con una falsa interpretación de la creatividad, confundiendo la creatividad verdadera –por la cual el hombre transforma la naturaleza, realizando de alguna manera su esencia misma como “ser a imagen de Dios”– con la arbitrariedad más crasa respecto de lo verdadero y lo bueno. Además, se buscará crear un falso juicio “crítico”, acostumbrando a los niños –y jóvenes– a poner en tela de juicio, sin motivo, todo lo que han recibido de sus padres y sus tradiciones.  Con la excusa de oponerse al autoritarismo, se destruirá así la verdadera autoridad de los padres, creando una falsa dialéctica y haciendo que el joven y el niño pierdan confianza en aquellos que le dieron la vida y que son los primeros responsables de su educación.

¿Qué dicen los defensores de la psicogénesis? Sus defensores dicen que es un cambio de actitud. La presentan como una nueva relación entre alumno y maestro, en donde el niño no se siente rechazado sino comprendido y, por eso, ya no está triste, aburrido, no destroza todo...

En realidad es una verdadera REFORMA o REVOLUCIÓN educativa. Es verdad que debemos mejorar muchísimas cosas en la educación. Es una verdad incontestable. Pero esa mejora debe orientarse a realizar verdaderamente el proyecto esencial de toda educación, que es el perfeccionamiento integral –es decir, total– del hombre como persona y, por tanto, perfeccionar su adhesión incondicional al bien y a la verdad.

Los nuevos descubridores de la pólvora han cambiado de modo radical los fines mismos de la educación, vaciándolos de contenido. Han desdeñado lo común y aquello en lo cual estuvieron de acuerdo todos los educadores de todos los tiempos: el profesor poseía un conocimiento holístico y era el medio entre el conocimiento y el  alumno; que el profesor guiaba y el alumno aprendía; que, el alumno como aprendiz, no sabía qué era lo que le convenía aprender y, por eso, el profesor debía “gestionar” las distintas “dosis” de saberes de acuerdo a la capacidad y los progresos del alumno en la asimilación.

Ahora, en cambio, resulta que es el niño el que construye su propio aprendizaje, su propio conocimiento; el que le dice al maestro lo que le debe enseñar y el que regula la educación. En este sentido, se dará una primacía total a la experiencia personal, por encima de lo que puede decirnos otro. El profesor, por ejemplo, no le podrá decir al niño: “Esto es un cuchillo. Cuidado porque corta”, sino que le deberá dar un cuchillo para que el mismo niño por experiencia aprenda que corta... Como se puede observar, se maneja aquí el falso principio –¡de uso tan común en nuestro tiempo!– de que hay que experimentarlo todo, de que sólo se conoce bien aquello de lo cual se ha tenido una experiencia personal. Es un falso principio. No necesito experimentar el suicidio para ver si de verdad es algo que termina con la propia vida. No necesito asesinar para averiguar si de verdad es algo malo. No necesito drogarme para averiguar si la droga me lleva a la muerte...

Además, hay una falsa comprensión de la libertad: el niño puede hacer lo que quiera y como quiera sin que se lo pueda reprender. Esa falsa comprensión de la libertad se traducirá, como vimos, en una también falsa autonomía respecto de la verdad y del bien. El niño será juez, maestro, autoevaluador... Por eso el maestro tendrá únicamente la función de potenciar y encauzar las iniciativas espontáneas del niño: si el niño quiere hablar de flores y pájaros en clase de comunicación, habrá que dejarlo; si quiere pararse en su mesa, habrá que dejarlo, porque “no hay que imponerle nada”.  El lenguaje será visto simplemente como un medio de expresión y no como reflejo de las cosas. Por tanto, si el niño quiere llamarle “pelota” al pizarrón, podrá hacerlo ya que “nace de él”... El profesor debe desaparecer como tal. Se debe
igualar al alumno y limitarse a sugerir, incentivar, orientar, crear situaciones; jamás deberá corregir al alumno equivocado, porque no existe el “error” y porque sería una manera de inhibir al niño y coaccionarlo. Entonces el maestro ya no será un modelo que imitar y una fuente de la cual manan verdades...

Las consecuencias a que ha llevado este sistema educativo son realmente nefastas. Tenemos resultados penosos y lamentables. Se aplicó en Europa (Inglaterra, Francia, etc.) en 1950. Esas generaciones tienen serias crisis existenciales, no posee inserción social, tiene crisis laborales, incapacidad de adaptarse a normas de convivencia, carencia de respeto a la autoridad, tendencia profunda a la evasión de la realidad.


La educación es proposición y asimilación de «valores», que son fundamento de la identidad, dignidad, vocación y responsabilidad del hombre como persona y como miembro de la sociedad. Es necesario, asimismo, promover la maduración de la persona, ayudándola a desarrollar sus dimensiones socio-culturales, morales y religiosas mediante el recto uso de la libertad. La formación unitaria de la personalidad humana no puede menos que tender hacia el crecimiento integral de sus relaciones con el mundo, con los demás y, principalmente, con Dios. Sólo él es bueno. Como recuerda Santo Tomás, esto implica, ante todo, la formación ética, que tiene el primado en la formación integral de la persona”

Por encima de nosotros hay un orden, natural y sobrenatural, anterior a nosotros, –nos es dado, lo encontramos, no somos sus creadores–, superior a nosotros –no podemos manipularlo–, es intangible –sus leyes son inexorables–, y nos trasciende a nosotros porque seguirá estando cuando nosotros ya no estemos. Por eso el relativismo es un camino a la nada.