Al presentar su última novela, Isabel Allende reivindica la literatura como una forma de memoria común.
SANTIAGO, Chile.- Providencia es un barrio tranquilo, salpicado de buen gusto, a pocos minutos del centro de esta ciudad. Allí viven los padres de Isabel Allende, que pasa unos días para visitarlos y, de paso, para "encontrar el ritmo, la cadencia del idioma", que a veces se le escapa después de vivir desde hace más de dos décadas en los Estados Unidos.
Allende, una de las escritoras más vendedoras de habla hispana, es una anfitriona cálida y atenta, y mientras esperamos por un café y un té pregunta si se sienten mucho los efectos del smog. "Los primeros días lo sentí, pero después uno se acostumbra", dice.
Allende, una de las escritoras más vendedoras de habla hispana, es una anfitriona cálida y atenta, y mientras esperamos por un café y un té pregunta si se sienten mucho los efectos del smog. "Los primeros días lo sentí, pero después uno se acostumbra", dice.
La excusa del encuentro es la aparición de una nueva novela, La isla bajo el mar (Sudamericana), que estará en las librerías el próximo miércoles. La historia, que se desarrolla entre fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, hace foco en la esclavitud y en todo un sistema de vida basado en esa lógica. Y en el sueño de la libertad.
-¿Cómo nace La isla bajo el mar ?
-La idea original apareció cuando hice la investigación para El Zorro , creo que fue en 2005. Fui a Nueva Orleáns para hacer la investigación y me fascinó lo que vi, sobre todo porque allí nació mucho de la cultura afroamericana como la conocemos hoy. Eso me llevó a averiguar lo que estaba pasando en Saint-Domingue, en esa época y, bueno, se me fue la novela para ese lado. Empecé a fascinarme y a horrorizarme con todo lo que pasaba.
-Si bien la novela tiene varios epicentros, el tema excluyente es la esclavitud.
-El tema es la esclavitud y la obsesión de mi protagonista de librarse de ella, porque en aquella época la mayor parte de la gente pensaba que la esclavitud era irreemplazable porque nadie iba a trabajar por dinero en ciertas cosas. El sistema económico del mundo estaba basado en la esclavitud. Y había también esa especie de determinismo racial de que la raza blanca tenía casi una obligación mesiánica de controlar la vida de la gente de color porque ellos eran como niños que no tenían ninguna capacidad de entendimiento, de razonamiento, tenían menos sentimientos.
- En el libro, hay detalles de la vida cotidiana que no suelen aparecer en los libros de historia. ¿Cómo fue la investigación?
-La información está en todas partes. Una vez que te metes es como desenredar una madeja; empiezas a tirar y tirar, y eso te lleva a otras cosas. Ahora, la investigación la facilita mucho Internet, antes había que ir a las bibliotecas y pasarte meses encerrado con unos textos. Ahora también se hace, hay que consultar los libros históricos y las novelas escritas, pero si quiero saber qué distancia hay entre Le Cap y Puerto Prince, Internet te lo da en un minuto.
-¿Cuánto tiempo llevó la escritura?
-Por lo menos, un año, pero la investigación comenzó antes de La suma de los días , que fue un libro que me dio tiempo, porque la memoria no hay que investigarla, sólo hay que escribirla.
-Por lo menos, un año, pero la investigación comenzó antes de La suma de los días , que fue un libro que me dio tiempo, porque la memoria no hay que investigarla, sólo hay que escribirla.
-Se nota en la novela lo complejo que era el entramado social.
-Exacto. Había más de sesenta clasificaciones por color, por tono, y cualquier persona que viviera en Saint-Domingue podía decirte: "Este es tal cosa". Que tú fueras esclavo siempre dependía de que tu padre te liberara, cosa que ocurría, y eso creó un cierto grupo de gente de color libre que viajó a Nueva Orleáns. Pero cuando llegaron los americanos a Louisiana, por 1805, lo hicieron con sus leyes mucho más restrictivas. Los esclavos duraban entre siete y ocho años. Escapaban o se mataban. Por eso había tantos esclavos que escapaban, y gracias a ellos fue posible la revolución de Haití.
-Además, ellos peleaban junto con los espíritus de quienes se habían liberado.
-Había toda esa cosa supersticiosa de que los espíritus de los muertos peleaban con ellos; se paraban delante de los cañones con un látigo, porque creían que podían desviar las balas. Ahí está el realismo mágico de Alejo Carpentier en todo su esplendor.
-Cambiemos de tema. ¿Qué otras cosas disfruta hacer?
-Tengo una vida familiar que disfruto mucho, mi hijo, mis nietos, mi marido. Una vida bastante privada. Leo mucho, hago collares, cosas así, pero no tengo muchos hobbies, casi ninguno. Me encanta el cine.
-¿Qué lee ahora?
-En este momento, compré novelas en español, de autores chilenos y otros del continente, porque leo casi todo en inglés. Es muy difícil para mí conseguir una novela de la actualidad en español. Leo mucho sobre el tema que estoy investigando, porque hay cosas que no salen en los libros de historia. No sale, por ejemplo, qué se ponía la gente abajo del vestido, cuánto podía andar un caballo en el día, qué se hacía ante una muela infectada. Si uno encuentra crónicas o cartas, es lo mejor. Y, a veces, biografías.
-¿Qué libros no pueden faltar en su biblioteca?
-Diccionarios. Muchos diccionarios. Mapas. Poesía de Neruda, porque como yo vivo en inglés, me falta el castellano. Muchas veces estoy escribiendo y veo que la frase es chata, entonces leo un poco de poesía y me vuelven todas las palabras, las imágenes. No olvides que yo vivo con un gringo que cree que habla castellano, y eso es muy peligroso, porque termino escribiendo como él habla.
-¿En qué trabaja ahora?
-Estoy escribiendo una novela que es muy distinta a todo lo que he escrito antes. Sucede este año, donde vivo, por la zona de Berkeley, y una parte sucede aquí, en Chile. Mi protagonista es una joven. Estoy un poco asustada. He escrito mucha novela histórica, y me sale fácil, porque una vez que tengo el escenario, mover a los personajes cuesta mucho menos. Escribir una novela urbana es mucho más difícil, porque uno está ahí, no lo puedes ver como en un teatro. Ahora lo único que tengo es el personaje.
-¿Cómo ve el futuro del libro?
-Electrónico, por pantalla, o te van a meter un chip en el cerebro que se va a conectar con algo. Es muy posible que la forma del libro cambie, que no tengamos papel, pero la literatura va a seguir siempre. Contar historias es parte de la necesidad humana, como comer. Contar historias perpetúa la memoria colectiva, enseña, es la experiencia humana.
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