2009/09/29

Lenguaje y género. El caso de Pedro Lemebel


La lengua existe, entre otras cosas, como sistema de signos de los que nos apropiamos cada vez que tomamos la palabra (en el habla o la escritura) mediante diferentes procedimientos. Lo hacemos cuando conjugamos los verbos según nuestra circunstancia y entonces organizamos la enunciación desde nuestro centro yo-aquí-ahora; lo hacemos cuando usamos ciertos índices de tiempo o espacio, como "ayer", "eso", "después" -todas expresiones cuya referencia depende de la situación de habla-; o cuando tomamos, de entre todo el léxico, las palabras y estructuras que más nos sirven para expresar lo que queremos. Las posibilidades que ofrece el lenguaje son muchas y eso nos da un amplio margen para la elección personal: hay quienes tienen un estilo más barroco y recargado, hay quienes son llanos y breves, hay quienes prefieren un tono coloquial... Sin embargo, solemos usar la lengua de forma previsible y bastante elemental. La mayoría de nosotros innova poco: a lo sumo, sugiere alguno que otro neologismo para dar cuenta de una realidad novedosa (el caso de "chatear"), siempre que consiga una extensa aceptación de parte de los demás.

Pero hay una minoría que se distingue por usar el lenguaje de forma diferente, sorpresiva, inédita: los escritores. Los escritores llevan el lenguaje a sus extremos, lo fuerzan para hacerle transmitir contenidos que antes no había podido decir, lo moldean para adaptarlo a nuevas ideas. Claro que los escritores tienen, además, otras especialidades: deben plantear historias con cierto encanto, cierto ritmo, cierta profundidad. Pero su especialidad es el manejo hábil, y muchas veces audaz, del lenguaje.
Tomemos el caso del autor chileno Pedro Lemebel, que trabaja con el idioma de una forma totalmente disruptiva. El caso de subversión más claro en los libros de Lemebel (entre los que se pueden citar Loco afán -libro de crónicas- o La esquina es mi corazón) es el del sistema pronominal y la aplicación de artículos, sustantivos y adjetivos.

En español, el sistema de género es binario, los sustantivos (y, en consecuencia, los pronombres, los artículos, los adjetivos) tienen solo dos opciones: ser femeninos o ser masculinos. Estas alternativas serán repartidos, en los casos en que la división está motivada por algo de la esfera extralingüística, según la condición sexual desde el punto de vista biológico. Sin embargo, Pedro Lemebel, que toma por protagonistas a homosexuales y travestis, se caracteriza por la falta de disciplina al seguir esta convención y altera el uso normal de los géneros en español. Sus personajes -que no se sienten ni hombres completos ni mujeres cabales- buscan paliar este déficit de representación lingüística (que no reconoce como distintos a sujetos cuya subjetividad de género es diferente de su condición sexual biológica) acudiendo a la alternancia: hacen referencia a sí mismos y a los demás travestis tanto de forma masculina como femenina. Por ejemplo:
"Y cómo te van a ver si uno es tan refea y arrastra por el mundo su desnutrición de loca tercermundista. Cómo te van a dar pelota si uno lleva esta cara de chilena asombrada frente a este Olimpo de homosexuales potentes y bien comidos [de Nueva York] que te miran con asco, como diciéndote Te hacemos el favor de traerte, indiecita, a la catedral del orgullo gay. Y uno anda tan despistada en estos escenarios..." ("Crónicas de Nueva York. El bar Stonewall")Ocurre, se podría decir, que nuestra lengua, además de ser un sistema de signos (como detectó a principios del siglo pasado el estructuralista Saussure) y además de servir para referir cosas de la realidad, es un producto social que sirve también para crear la realidad. La lengua configura lo real y condiciona la forma que tenemos de percibir y experimentar lo que nos rodea. Las categorías de la lengua se toman como categorías naturales. Pero en realidad las categorías de la lengua reflejan una interpretación histórica del mundo y en esto tiene mucho que ver lo que imponen nuestras instituciones. El Estado, por ejemplo, solo admite clasificaciones binarias para ordenar su población y únicamente da nombres o masculinos o femeninos; la Iglesia solo acepta dos sexualidades bien definidas, y la expectativa paterna, la Familia, coloca un determinado nombre al hijo o hija (a quien también hace participar de ciertos ritos sociales relacionados con el género, como la vestimenta o el tipo de regalos que se le hacen de niños) guiándose solamente por la sexualidad biológica:

"Una colección de apodos que ocultan el rostro bautismal; esa marca indeleble que el padre que lo sacramentó con su macha descendencia, con ese Luis junior de por vida. Sin preguntar, sin entender, sin saber si ese Alberto, Arturo o Pedro le quedaría bien al hijo mariposón que debe cargar con esa próstata de nombre hasta la tumba." ("Los mil nombres de María Camaleón")
Entonces Lemebel, para expresar su género sexual marginal y para deshacer el encasillamiento identitario, lleva la ruptura entre condición sexual biológica y subjetiva a la lengua. Más que proponer un tercer género (o una tercera categoría gramatical), más que sustraerse de la lógica binaria del lenguaje, Lemebel la sacude: se trata de dejar de pensar en términos fijos, se trata de proponer la oscilación de una identidad que no es, del todo, ni una cosa ni la otra. Así, mediante este trabajo con el significante, genera un nuevo significado y da cuenta de una singularidad que antes no tenía expresión. La función del arte y la literatura, como sostiene la crítica Francine Masiello, es poner en evidencia contradicciones sociales y revelar tensiones que puedan existir entre el individuo y la historia oficial en relación con el pasado y la identidad. Lemebel asume esta función con desparpajo, animándose a alterar el lenguaje para defender una causa que, en su caso, es tanto personal como ideológica. Una causa que puede resumirse en el inicio de esta suerte de manifiesto:
"Vadeando los géneros binarios, escurriéndose de la postal sepia de la familia y sobre todo escamoteando la vigilancia del discurso; más bien aprovechando sus intervalos y silencios (...) Me atengo a la perturbación de este aroma para comparecer con mi diferencia. ("Loco afán")

2009/09/28

Seres con vínculos positivos


Las personas somos en esencia seres sociales, que requerimos de vínculos estables y positivos para desarrollarnos adecuadamente. Es normal en nuestra manera de ser y actuar, que nos acerquemos a otros para coordinar acciones de beneficio común y poder operar en comunidades (pareja, familia, empresa, universidad, etc.)

Aunque esa influencia ocurre a lo largo de toda la vida, puede notarse que unas personas parecen tener mayor efecto sobre otras. Hay quienes logran más atención o ganan cooperación más fácilmente. Otros, por el contrario, resultan ignorados, subestimados o rechazados y tienen dificultad para reclutar colaboradores que los apoyen en el logro de sus objetivos.

¿Cuál es el factor esencial para lograr que otros nos escuchen y sigan nuestras palabras con poca o ninguna resistencia? Resulta evidente que son varios los factores, pues las personas son inspiradas o estimuladas por el carisma, los beneficios que obtienen de sus conductas, por costumbre, sentido del deber, intimidación o culpa. Sin embargo, uno de los más poderosos recursos con los que cuenta cualquier persuasor, es el Poder del Ejemplo.

En el contexto del hogar, se ha dicho que los hijos no escuchan consejos sino que más bien siguen ejemplos. Esto significa que más que escuchar, observan y asumen como legítimas y adecuadas de seguir, las conductas que sus padres manifiestan y no aquellas que de manera repetitiva y cansona les exigen verbalmente.

En las empresas la situación no es muy diferente: Resulta ridículo que un jefe impuntual y conflictivo pretenda exigir a sus empleados comportamientos que él mismo no puede mostrar. Una anécdota humorística cuenta que un jefe nuevo del tipo regañón, exigió a sus empleados a cumplir sus órdenes al pie de la letra y ser respetuosos de la autoridad. Y como para que nunca lo olvidaran, colgó un enorme cuadro en la pared de la oficina que tenía escrito en letras grandes: “Aquí mando yo”. Los empleados laboraron atemorizados y disciplinados durante un par de semanas, pero una tarde el jefe notó muestras de anarquía y desobediencia. Pensó que debía hablarles, y justo cuando pensaba llamar a una reunión para poner “las cosas en su lugar”, su asistente le dijo:”Jefe, hace más de una hora llamó su esposa y le dejó dicho que por favor no olvide regresarle su cuadro”. Desde ese día, nunca más logro ganarse el respeto de los empleados. Se le veía como un dominador dominado, cuyo ejemplo distaba mucho de su acción diaria.

Confucio, sabio chino, dijo hace más de 2.500 años: “Pobre de aquel cuyas palabras sean mejores que sus actos". Es decir, unifica lo que dices y haces. Para Albert Einstein “dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás, sino la única manera. También Morris West se pronunció sobre este tema y dijo que “el ejemplo es la lección que todos los hombres pueden leer”. Y como una precaución sobre las inconsistencias entre palabras y acción, Madame de Maintenon señaló que “Nada tan peligroso como un buen consejo acompañado de un mal ejemplo”.

Predicar con el ejemplo no es un reto sencillo, pues dejarse llevar por los malos hábitos, las influencias del ambiente y las múltiples tentaciones resulta demasiado fácil. Sin embargo, resulta decepcionante ver políticos, maestros, sacerdotes, médicos, terapeutas, deportistas y otras figuras consideradas ejemplares, destruir el brillo de sus prédicas con comportamientos que en muchos casos pueden considerarse incongruentes, inmorales o cuestionables. Y no me refiero aquí a errores circunstanciales ni a conductas eventuales producto de la debilidad emocional, sino a formas de proceder frecuentes, maquiavélicamente planeadas y descaradamente justificadas. Cualquiera que desee hacerse respetar y que pretenda influir en otros, tiene la exigencia filosa de alinear hacer y decir, y de responder a su rol social.

De manera que para encontrar eco, apoyo, credibilidad, debe recordarse que a veces el ruido de los hechos no permite que se escuche la música de las palabras. La búsqueda de la coherencia, puede ser una posibilidad, una ruta, una llave hacia la influencia positiva.

Soneto a Cristo crucificado

Para los grandes amigos

A ti mi querido alumno

2009/09/14

EN BUSCA DEL CAMBIO



COMPROMISO DEL CRISTIANO: EL CAMBIO

Quienes nos llamamos discípulos de Jesús necesitamos cambiar de mentalidad ante las enseñanzas sorprendentes del Maestro. Santiago nos propone a los cristianos un programa espiritual que implica un cambio en el estilo de vida que llevamos.

1. Cambiar la actitud. Según el libro de la Sabiduría, el impío piensa que el justo es un fastidio para él, porque es la conciencia crítica de su obrar; en lugar de admirarle e imitarle, como debería, prefiere someterle a prueba; incluso a la prueba de la muerte, saltándose las leyes humanas y divinas, para ver si el Dios en quien confía le protege y le salva. El justo, el fiel, el santo ha de ser admirado y propuesto como modelo digno de imitación. Es verdad que el hombre fiel es un reclamo a la conciencia, pero esto debe ser causa de alegría y de gratitud. ¿Por qué no acudir a Dios con la confianza del justo en lugar de ponerle a prueba incluso con la muerte?

2. Cambiar la mentalidad. No nos entra en la cabeza el que el Maestro tenga que pasar por el túnel del sufrimiento, que para ser el primero se haya de ser el servidor de todos, que en las nuevas categorías del Reino de Cristo el niño ocupe un lugar primordial. Se han de convencer vitalmente que el servir no es un favor que se hace alguna vez, sino el estilo habitual de ser cristiano y de vivir en cristiano.
Pero si quieren ser discípulos de Cristo tienen que cambiar. Han de aceptar que el sufrimiento es camino de redención para Jesucristo y lo sigue siendo para los cristianos. Deberán olvidar que el niño es algo que no cuenta en la reunión de los mayores, para llegar a la certeza de que acoger a quien no cuenta, al marginado, al débil, al necesitado es acoger a Cristo y mediante Cristo al mismo Padre celestial. El trato y la compañía de Jesús, por un lado, y la acción del Espíritu, por otro, realizarán el milagro.

3. Cambiar de vida.

Sólo cuando se haya logrado la nueva configuración existencial, "la sabiduría que viene de arriba, que es pura, pacífica, indulgente, dócil, llena de misericordia y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía" guiará el obrar humano y cada uno de sus actos. Sin esta configuración que requiere gracia, esfuerzo y tiempo, las viejas estructuras seguirán vigentes y con ellas actuar conducido por las contiendas, las codicias, los deseos de placeres, las envidias. Cambiar la vida es la gran tarea del cristiano, llevada a cabo con constancia y entusiasmo.
Si cambiar el modo de pensar es difícil, mucho más lo es el cambio de vida. El Bautismo y la Eucaristía reestructuran al hombre por dentro, le infunden un nuevo modo de ser y un principio nuevo de actuación. En ello está la base del cambio de vida, pero este cambio requiere gracia de Dios, trabajo humano, tiempo para que las nuevas estructuras sean vitalmente asimiladas y configuren día tras día, acción tras acción, el comportamiento humano.

EL CRISTIANO DEBE ASPIRAR AL CAMBIO

1. Cambiar desde Dios. La cultura en la que vivimos y la mentalidad de nuestros contemporáneos está hecha al cambio. Se cambia más fácilmente que antes de trabajo, de ordenador, de coche, de casa, de país... Se cambian también los modos de pensar y vivir, los valores de comportamiento, y hasta la misma religión. El cambio está a la orden del día, y quien no cambia, pronto pasa a formar parte de los retros.
El cambio, al contrario, es propio de los progresos, que parece que lo llevan en el DNA. Pero, ¡claro!, no todo cambio es bueno para el hombre. Ni todo cambio indica progreso. Hay cambios que son una desgracia: que lo cuenten si no tantos emigrantes, obligados por la necesidad a dejar sus patrias; que lo digan tantas jovencitas obligadas a vender su cuerpo en el supermercado de la prostitución; que lo griten tantos niños obligados a trabajar en condiciones inhumanas o raptados para comerciar con sus órganos. ¡Esos cambios gritan al cielo!

El cambio al que la liturgia nos invita es el cambio desde Dios. Es decir, aquel cambio que Dios quiere y espera del hombre para que sea más hombre, para que viva mejor y más plenamente su dignidad humana. El cambio que Dios quiere es el de la injusticia a la justicia, del abuso al servicio de los demás, de la infidelidad a la fidelidad, del odio al amor, de la venganza al perdón, de la cultura de muerte a la cultura de la vida, del pecado a la gracia y a la santidad.

2. Tu proyecto de vida. Con sublime o minúscula claridad, todo hombre se bosqueja un propio proyecto de vida. Qué quiere ser, qué quiere hacer, a qué valores no puede dimitir, de qué medios servirse. Pienso que todo cristiano debería tener un pequeño proyecto o programa de vida en su condición precisamente de cristiano. Qué voy a hacer por Cristo y por mis hermanos. Qué valores voy a proponer a mis hijos. Por qué valores voy a luchar en mi vida personal, familiar, social.

Cuánto tiempo voy a dedicar a mi misión de apóstol de Jesucristo dentro de mi comunidad parroquial, diocesana, dentro del movimiento al que pertenezco. Qué iniciativa, pequeña o grande, voy a proponer para fomentar el sentido de Dios, para promover las vocaciones al sacerdocio o a la vida consagrada, para visitar y atender a los enfermos o a los que viven solos en mi barrio, en mi parroquia. No es necesario que sea un programa grande, completo. Haz un pequeño proyecto para un año. Un proyecto que te ayude a crecer en tu vida espiritual: dedicar, por ejemplo, un tiempo diario a la oración, o confesarte con más frecuencia y regularidad, o luchar con más decisión y energía contra el vicio del alcohol o de la droga blanda. Un proyecto que te mantenga activo en tu misión eclesial: dar catequesis, formar parte del coro parroquial, prestar más atención a la educación espiritual y moral de tus hijos. Al final del día, o al menos de la semana, reflexiona un poco sobre cómo lo has cumplido. ¡Cuánto bien puede hacer un pequeño proyecto!

2009/09/13

Estigmatizar a través del lenguaje

María Laura Pardo, docente e investigadora, analiza los medios de comunicación y señala los matices en el uso del vocabulario que denotan prejuicios y discriminación.

Directora del departamento de Lingüística del Centro de Investigaciones en Antropología Filosófica y Cultural (Conicet) y Profesora de Análisis de los lenguajes de los medios de comunicación (UBA), la doctora María Laura Pardo, que investiga la forma en que los canales de comunicación representan a las distintas clases sociales, desmenuza el entramado discursivo de los medios masivos de comunicación y advierte sobre su efecto discriminatorio.

-¿Hay discriminación en los medios de comunicación?

-Existe un tratamiento diferente respecto de las personas. Así, una persona humilde que delinque es un chorro o un malviviente, pero si lo hace un funcionario, es a lo sumo una persona sospechosa o alguien que parecería haber cometido un ilícito. No es sólo la forma en que se refieren a estos individuos, sino la rapidez con que se juzga en el discurso a unos culpables y a otros no.

-¿Una doble moral del discurso?

-La discriminación se observa en que aún se mantienen chistes sobre la condición sexual de las personas o en cómo son tratadas las personas humildes. Un alcohólico de clase media alta es un hombre de buen vivir. Un loco de igual condición económica es un excéntrico. Un drogadicto es alguien a quien le gusta relajarse y una prostituta puede convertirse en alguien que hace desnudos cuidados. Esto evidencia un doble discurso moral tanto en los medios como en la sociedad.

-¿Por qué los sectores más vulnerables suelen ser los más maltratados?

-En el pasado, las personas humildes se identificaban con gente de trabajo, que luchaba contra la adversidad, respetuosa y honrada. Pero esa visión ha cambiado mucho. La posmodernidad pone a aquellos que durante años no han tenido voz en los medios en un supuesto sitial de "privilegio". Los pobres, los aborígenes, los locos, todo lo que hasta hace poco era parte de la marginalidad cubre el espacio de lo público con un solo fin: existir a partir de aparecer en la televisión. Si estoy en la TV, existo. No son los pobres que daban ejemplo lo que les interesa a los medios, sino los pobres "en su miseria": los obesos en su lucha contra la enfermedad, las madres de delincuentes o de drogadictos, ésos con los que la clase media no quiere identificarse. Así, la clase media se construye por oposición. Eso que veo no soy yo, no es mi familia, puedo quedarme tranquila. Si bien el discurso de los medios apunta a no discriminar, a ayudar y a que ciertos problemas se conozcan, muchas veces su efecto resulta una mezcla de asistencia y de discriminación positiva. La cuestión es siempre la misma: desde qué lugar se hace la exposición mediática y desde qué grado de conocimiento de la problemática real.

-¿Es una situación local o un fenómeno que se repite a escala mundial?

-Es un fenómeno global con características locales. La posmodernidad es más que un concepto de los teóricos, es un modo de encarar la vida y de vivirla. Esto influye en todo y en todos. Mucho de lo que he comentado se da en otros países y en cada uno toma aspectos idiosincráticos de cada lugar. Por eso, Gran hermano , Cuestión de peso , Bailando por un sueño y tantos otros son programas cuyo formato se puede ver en todo el mundo.

-¿Cómo se representa la pobreza en el discurso mediático?

-Es interesante observar que los que acceden a ser expuestos en la pantalla son los sectores carenciados. Tienen una necesidad de protagonismo que la pantalla chica puede darles; muchas veces se les paga para participar y no cuentan con abogados o personas que los asesoren. Tienen más para ganar que la clase media, media alta y alta. Muchas personas de clase media o alta se drogan, delinquen, se alcoholizan, se embarazan en la adolescencia, pero tienen los recursos para que eso se resuelva de mejor forma y sólo en el ámbito privado. Los medios no se focalizan en mostrar cómo resolver un problema de droga por medio de una internación privada, a menos que el drogadicto sea famoso.

-¿Cuánto se puede conocer de la sociedad a partir del lenguaje que usa?

-El lenguaje construye una cultura y se retroalimenta de ella. Los sistemas de creencias de una sociedad son representaciones del mundo donde creemos vivir, que construimos con el lenguaje. Investigando las estrategias y recursos lingüísticos de un grupo social, podemos conocer algunos de esos aspectos sociales.

-¿Cómo ha cambiado el discurso de los medios en las últimas décadas?

-Es difícil resumir esos cambios, pero pueden señalarse algunas cuestiones relevantes. Los medios siempre han tenido injerencia en los gobiernos, apoyándolos u oponiéndose, y también siempre están sometidos a los cambios globales. El discurso de los medios en los años 80, con el advenimiento de la democracia, fue un espacio para la discusión política. Aun con temores y ciertas censuras, se abrió paso un discurso que tenía como eje a las figuras clave del gobierno y de la oposición. En los años 90, con la llegada de la posmodernidad, el discurso de los medios, en muchos casos, acompañó esa época en que lo vulgar comenzó a mezclarse con la política. A mediados de la década del 90, los reality shows incorporaron las historias de vida de gente común, siempre con algo que contar en el límite del buen gusto.

-¿Cuáles suelen ser los disparadores de esos cambios?

-No hay una única causa. Influye enormemente la filosofía de vida, una filosofía de vida estrechamente relacionada con la economía y la cultura. El neoliberalismo no es sólo una forma de encarar la economía, es ante todo un cambio cultural que se trata de imponer y que llega a la gente, entre otros canales, a través de los medios. Su correlato filosófico o cultural es la posmodernidad.

-¿Es la variable cultural que determina un cambio en los patrones discursivos?

-El discurso es parte de las actividades del hombre. En la medida en que éste cambia, también lo hace su discurso y viceversa. Así se producen cambios en la cultura, la ideología, la política, la economía. No es que primero haya un cambio cultural y luego un cambio en el discurso. Para que se dé un cambio (sea del tipo que fuere) debe también cambiar el discurso, lo que se traduce en la construcción lingüística de nuevos argumentos y términos.

-¿Qué motiva el salto entonces?

-El cambio discursivo tiene que ver con lo social. Los medios pueden acelerar o aletargar ese cambio. Mostrar siempre un lado de la cuestión, generalizar a partir de hechos menores, argumentar siempre a favor o en contra de algo o alguien ayuda a que los cambios en general (y por lo tanto, el discurso también) tomen un determinado carril. Esto no es sólo responsabilidad de los medios, sino también de quien los mira, de su espíritu crítico y su educación.

-¿Se ha empobrecido el lenguaje?

-La pregunta sobre si una lengua se empobrece o enriquece oculta la suposición de que se puede dañar la lengua y esto no es así. El lenguaje es un sistema que nos permite pensar y, por lo tanto, necesitamos de la vida en sociedad para desarrollarlo. Hablar bien o mal (esto es, respetar o no la norma culta de una lengua) sólo hace que nuestro manejo social no sea estigmatizado. Si voy a un colegio a que me tomen de maestra y me como las eses, no me van a tomar, pero si voy a la carnicería a comprar carne, me la van a vender igual, pronuncie o no la ese final. El lenguaje es como la vida: para desarrollarse debe mezclarse, recibir términos nuevos, dejar morir otros, estar en continuo movimiento. Esa tensión lo mantiene vivo. ¿Se empobreció? ¿Se enriqueció? No, sólo vive.

2009/09/08

"Debería existir un ranking de universidades" Argentina


"Las universidades deben competir y cooperar. El secreto está en el equilibrio." Así resume el flamante rector de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), Manuel Mora y Araujo, la misión de las instituciones argentinas de educación superior, en tiempos en que el mundo ofrece ejemplos e instrumentos para avanzar hacia una educación de calidad.

Por eso, recomienda elaborar un ranking público e independiente de evaluación de las universidades y poner en marcha un sistema de créditos que permita a los estudiantes elegir en qué institución cursar determinadas materias de una carrera.
"En la Argentina debería haber mayor preocupación por establecer estándares mínimos de exigencia en todo el sistema universitario", dijo a LA NACION el sociólogo y abogado, profesor de opinión pública de la Maestría en Periodismo y presidente del Consejo de Dirección de la UTDT, que hace una semana asumió como rector por cuatro años, al suceder al economista Juan Pablo Nicolini.
Fundada en 1991, la UTDT reúne hoy unos 3000 alumnos en carreras de grado y de posgrado. A la nueva gestión la aguardan arduos desafíos, como completar la mudanza al antiguo predio de Obras Sanitarias, en Figueroa Alcorta y La Pampa, donde se constituirá el campus universitario.
Próximo a cumplir 62 años, Mora y Araujo estimó que el sistema universitario argentino es bueno, pero con muchas diferencias entre las instituciones. Dijo que "las universidades no están formando a las personas que necesitan la economía y la sociedad", y advirtió sobre la desproporción entre el número de alumnos de carreras de ciencias sociales y los que eligen las áreas tecnológicas.

-¿Es viable en la Argentina un ranking de universidades?
-En la Argentina todo es difícil. Pero lo creo deseable y me gustaría que ocurriera. Si podemos contribuir un poquito, lo vamos a hacer. Muchos países tiene rankings y todas las personas pueden saber cómo están clasificadas las universidades.

-Para eso es indispensable que las universidades se sometan voluntariamente a la evaluación.
-Por supuesto. En todos los países hay resistencias de las universidades que creen que serán mal evaluadas. Pero sería bueno que existiera. Hay otro problema muy preocupante. La Argentina tiene una escasez de ingenieros, agrónomos, profesionales de muchas disciplinas vinculadas con las ciencias básicas, y una abundancia de abogados, estudiantes de economía y de ciencias sociales.

-¿Por falta de planificación?
-Puede ser. Pero no sé si la solución es una planificación de la burocracia estatal. Debería depender de cada universidad. Una carrera de ingeniería o de física nuclear es más costosa que una de derecho o comunicación. Pero, más allá de eso, hay un tema de demanda. Quizás algún día tengamos acuerdos con otras universidades para no duplicar esfuerzos.

-¿Se puede avanzar en alianzas entre universidades?
-Se puede y se hace entre universidades privadas y públicas. Hay muchas áreas de cooperación. Es fundamental para evitar superposiciones.

-¿Cómo sería un acuerdo?
-Una posibilidad es otorgar créditos por materias cursadas a través de convenios como los que hoy existen entre universidades argentinas y del exterior. Es difícil imaginar en el país que un alumno de una universidad pueda cursar materias en otra. Deberíamos ir en esa dirección.
-¿Cómo se compatibiliza la idea del ranking, en el que las universidades compiten, con la necesidad de establecer acuerdos?
-Las empresas y organizaciones de una misma industria compiten y al mismo tiempo integran una misma cámara. Se saludan y no se detestan. Competir y a la vez cooperar no es antagónico. Un sistema así es en beneficio de todos, salvo de aquellos que estén muy seguros de que nunca van a salir bien parados.

-¿Es conveniente debatir una nueva ley de educación superior?
-Es innecesario y va a generar debates ideológicos estériles. Hace tres años el entonces presidente Néstor Kirchner valoró el esfuerzo de las universidades privadas en favor de la enseñanza y la investigación, al otorgar en la Casa de Gobierno la habilitación definitiva a varias universidades, entre otras la UTDT. Dijo que la Argentina necesita a todos y que estaba orgulloso de entregar esos reconocimientos. Si este gobierno respondiera a la misma línea, su orientación debería estar definida por ese discurso, que fue notable.