2011/02/01

Un interesante libro


Siempre hay nuevas cosas que se aprenden y nos hacen reflexionar sobre ello, màs si se trata de lo Divino y su estrecha relaciòn con lo humano. Este libro aclara algunas ideas y hace reevaluar lo que como seres humanos caìdos tendemos a experimentar. Mejor explicaciòn lìneas abajo...



¿Qué le pasó a nuestro amor?

Presentación del Curso sobre el libro ¿Qué le pasó a nuestro amor?

De: Horacio Bojorge

Estimado Lector:

Este librito resume un itinerario espiritual. Pasados los años y mirando hacia atrás, se puede reconocer el camino que se le trazó a una predicación y a los escritos nacidos de ella, hasta llegar a esta obra.
Y mirándolo en su conjunto ese itinerario se expresa en el título de este libro. Intrigado y admirado: ¿Qué le pasó a nuestro amor?
O como lo expresaba un corrido mexicano: ¡Ay corazón! ¿por qué no amas?
Y al decirlo me refiero a todos los amores humanos. ¿Qué le pasó al amor del hombre hacia Dios? ¿Qué le pasó al amor de los hombres entre sí? ¿Qué le pasó al amor entre varón y mujer? ¿Hay un camino de sanación para el amor herido? ¿Es posible que resucite un amor muerto?
En realidad, la pregunta sobre el amor es la pregunta sobre el hombre, sobre la creatura humana que hoy ama y mañana odia: a Dios, al otro, a sí mismo.

¿Qué nos pasa con el amor a Dios?

Primero fueron tres libros que tratan sobre los impedimentos que hay en el corazón humano para que amemos a Dios. A la gente, en general, no le interesa Dios, ni el amor a Él. Lo mira como esos jóvenes que van obligados a las charlas matrimoniales y dicen. “¡Ufa! ¿Nos van a hablar de Dios?”. O esos adolescentes que recalcitran y se irritan en la clase de catequesis haciendo de todo para sabotearla.
Ante Dios, la creatura humana suele ser o interesada o indiferente.
El amor interesado a Dios, no está del todo mal. El amor a Dios debe ser el amor que adolece de una mayor proporción de interés por parte de sus creaturas. Pero a Él nuestro amor interesado ¡por suerte! no lo desanima para amarnos siempre y desinteresadamente, como solamente puede amarnos Él.
Más dañosa para el hombre, en cambio, es la indiferencia. La indiferencia generalizada ante Dios es un obstáculo que enfrentan sacerdotes, catequistas y profesores de religión y cuya naturaleza espiritual muy a menudo desconocen. El Señor me mostró cuál es el significado espiritual de la indiferencia y del desinterés ante Dios, que tanto me hacía sufrir en el ministerio. Es la acedia. Un fenómeno espiritual. Un espíritu que se llama así.
La consecuencia del espíritu de acedia en las almas son los vicios capitales. Cuando el alma no encuentra el gozo del amor a Dios, para el que fue creado, entonces, se apodera de ella la ansiedad, que es una especie de sed del alma por un bien que no conoce y no logra obtener. Esa ansiedad impulsa al alma a buscar en las creaturas la alegría que anhela. Y como no la encuentra, porque no está allí, se arrebata y corre a ciegas de adicción en adicción. Así fue que escribí dos libros sobre la acedia 2 y otro sobre los vicios capitales3 .

Amar a Dios-Padre como Jesucristo, su Hijo, nos lo enseña

Ya era hora de ocuparnos de llamar a los gritos al amor a Dios; de invitar al amor a Dios y de escribir sobre el amor a Dios. Y entendí que debemos presentar este camino del amor a Dios tal como Jesús lo presenta en el Sermón de la Montaña, en las Bienaventuranzas y en el Padrenuestro. Fruto de esas predicaciones vinieron entonces otros tres libros dedicados a mostrar el camino de la vida y de la oración filial, el camino para vivir y orar como el Hijo, para vivir y orar como hijos: Anuncio del Sermón de la Montaña, Las Bienaventuranzas y ¡Upa Papá! Elevaciones al Padre Nuestro.
Y como del Padre se habla poco y de recibir la vida del Padre se dice poco o nada, publiqué un cuarto librito sobre la espiritualidad filial y los principales desvíos con que el amor al mundo, aparta a los hijos del amor al Padre y por lo tanto de la fuente de la vida: Vivir de cara al Padre. Nacidos de nuevo y de lo Alto.
Si hay un camino para levantar al hombre de la incapacidad de amar como conviene, es el camino que señala el Hijo de Dios hecho hombre: el camino del Hijo, que enseña a los hijos de Adán y Eva a convertirse en hijos de Dios Padre, a imitación suya y siguiéndolo como discípulos por el camino de la filialización que solamente es posible transitar en el Espíritu Santo, don del Padre y del Hijo y Vida divina.

Creación, caída y elevación del amor humano

Por fin el impulso nos lleva a predicar y a escribir sobre el amor humano. Porque si el río del amor creado se corta de su fuente celestial y divina, le pasa lo que a cualquier río, queda sólo el “lecho” y una sed que no se logra apagar con nada.
El primer libro sobre este tema fue La casa sobre roca. Noviazgo, amistad matrimonial y educación de los hijos.
¡Por ese orden!: noviazgo, amistad matrimonial, educación de los hijos. Porque es el orden histórico y terreno del desarrollo del amor humano: su comienzo en el noviazgo, su realización en el camino de la amistad matrimonial y la trasmisión de la cultura cristiana del amor esponsal a la generación siguiente.
¿Por qué el título La casa sobre roca? Porque Nuestro Señor Jesucristo dice que el que escucha sus Palabras y las pone en práctica es como el que edifica su casa sobre roca pero el que las escucha y no las pone en práctica es como el que edifica su casa sobre arena.
Cuando se desbocan, las pasiones lo arrasan todo, porque la razón no puede resistirlas ni dominarlas. Él tenía propósitos muy lindos, planes preciosos para su matrimonio, pero llegó una pasión, se le cruzó otra mujer. O ella se cansó de la lujuria del marido y encontró un buen amigo que la comprendía. Y si no: se cansó “de pensar siempre en los demás” y empezó a ocuparse solamente de sí misma.
Donde dos empezaron con los mejores planes e ilusiones, basta que cambiara uno de ellos: el hombre hacia donde suele cambiar el hombre y la mujer hacia donde ella suele corromperse, y ¡se acabó el matrimonio! De repente, uno empezó a ser víctima del otro o ambos comenzaron a victimizarse recíprocamente. Y a fuerza de tioneos y empujones cada vez más violentos, se rompió el vínculo. Una vez roto, cada uno trató de “rehacer su vida”. ¡Rehacer la casa...! Edificaron sobre arena y a la casa se la llevó la corriente. ¡Y ahora van a rehacer la vida...! ¿Y sobre qué fundamento van a construir la nueva relación?
¿Por qué vemos suceder esto con tanta frecuencia? ¿Por qué tantos se preguntan en su corazón “¿Qué le pasó a nuestro amor?” y no encuentran respuesta? Porque no se conoce la Sabiduría revelada sobre la creación, caída y elevación del amor humano.

De ahí la necesidad de estas enseñanzas sobre el amor esponsal, el amor de los esposos: primero el amor humano según el designio de Dios, luego el amor humano caído y herido por el pecado original, después cuáles fueron las consecuencias de esa caída en el varón y en la mujer, cuáles fueron las penas, las heridas que eso produjo en uno y otro; y por fin cómo Dios quiso sanar las consecuencias del pecado original.
Esa obra divina de sanación y restauración comienza en la Antigua Ley y culmina en el Sacramento del Matrimonio, que es una acción divina de sanación del amor matrimonial, por intervención de la Gracia de Dios que pasa a través del ministerio recíproco de los esposos.

“Instruidos por Dios para amaros mutuamente”

Llama poderosamente la atención esta frase que les escribe san Pablo a los fieles de Tesalónica: “Vosotros habéis sido instruidos por Dios para amaros mutuamente”.
La gente, comúnmente se cree que sabe amar, que no necesita que nadie le enseñe a amar. Después, cuando empiezan a tener problemas van unos a tirarse las cartas con brujos y adivinos, otros a los consultores matrimoniales o a los psicólogos. Y les preguntan: ¿Qué nos está pasando? ¿Qué le pasa, o qué le pasó a nuestro amor? ¡Había comenzado todo tan bien, y de pronto parece que todo se deteriora y se pudre!
Habían comenzado el camino del amor pensando inocentemente que sabían amar y que se las iban a arreglar perfectamente bien por sí mismos; como se las arreglan los patitos para salir nadando apenas nacen.

Sí, mucha gente - sobre todo los adolescentes, los jóvenes, pero también muchos mayores inmaduros - se creen que nadie tiene que enseñarles a amar porque ya saben lo que es el amor. Cuando los seres humanos se asoman a la vida sienten en ellos esos movimientos nuevos y desconocidos de la atracción de los unos por los otros y ya se piensan que basta dejarse llevar por esos impulsos para amar.
Y resulta que el Creador - desde las Sagradas Escrituras que contienen la revelación de su divina sabiduría - nos dice que es Él quien nos tiene que enseñar a amar.
Nos resulta algo sorprendente que tengamos que ser instruidos para amar. ¿De veras tenemos que ser enseñados a amar? ¿Amar es algo que nos tiene que ser enseñado? ¿Que nos tiene que enseñar Dios entonces? ¿O sea que nosotros no sabemos amar, no sabemos amar como conviene?

Sabiduría del deseo, sabiduría del amor

En otra de sus cartas dice San Pablo: “no sabemos pedir como conviene”. Se pide lo que se desea. No sabe pedir el que no sabe desear. Y no sabemos desear porque no sabemos amar. Necesitamos pues que el Espíritu del Amor venga en nuestra ayuda para enseñarnos a amar, enseñarnos a desear y de ese modo aprendamos a pedir como conviene.
Por eso el Espíritu Santo acude en nuestra ayuda con gemidos que no se pueden expresar y que son los gemidos del Espíritu Filial que nos hace decir “Abba, Padre”.

Los tesalonicenses aprendieron a amarse como conviene entre ellos cuando aprendieron a amar a Dios como Padre y a vivir como hijos. Hasta entonces no habían sabido amar como conviene y posiblemente habían sufrido mucho por no saber amar.
Y el amor esponsal verdadero entre varón y mujer es un caso particular de este mapa divino-humano del Amor.

¡Es así! El hombre, después de la caída del pecado original, no sabe amar y sufre mucho por no saber amar y porque aquellos a los que él ama y desea que lo amen, no lo saben amar.

Este no saber amar no sólo es un mal de cada individuo aislado sino que es un mal de la sociedad humana. ¡No nos sabemos amar entre nosotros! Y esto principalmente en el lugar por excelencia del amor que es el amor esponsal; amor que es la fuente de todos los demás amores: del amor fraterno, del amor de las familias entre sí. Saber amar es una Sabiduría que se recibe por Gracia. Es un regalo de Dios.
Si el amor es una pasión de un ser espiritual y racional, algún papel tiene que jugar la inteligencia en la dirección del sentimiento amoroso, del afecto, para que sea un amor humano, un amor espiritual, un amor racional.

Del flechazo de Cupido a la centella bajada del Cielo

El amor en la verdad, la caridad en la verdad. Así se llama la encíclica que el Papa Benedicto XVI acaba de publicar mientras escribo estas líneas. El amor es inseparable de la verdad, y en primer lugar, de la verdad acerca del mismo amor, que es: la verdad acerca de los que se aman.
Saber es una cuestión de la inteligencia. Debemos ser enseñados a amar, por Dios-Amor. Hay que darle a la inteligencia y a la sabiduría venida de Dios el lugar que les corresponde en los asuntos del amor.
Porque, de lo contrario, caemos en el amor ciego al que el mito griego representa como un niño con los ojos vendados y que tira flechas a ciegas. Cupido, quiere decir, en latín, deseo. Pero es un deseo infantil, un capricho de niño, irracional y ciego.
¡Qué visión tan distinta de la visión bíblica del amor! Para el Cantar de los Cantares el amor esponsal no es flechazo de un dios ciego. ¡Es un contagio del Amor Divino, una participación en el Amor que es Dios! ¡El amor es un fuego bajado del Cielo!
Dice, en efecto, el Cantar de los Cantares “Porque fuerte es el amor como la muerte [o más que la muerte], obstinado como el abismo, saetas de fuego sus saetas, una llamarada de Dios”8 .
Dios es un Fuego de Amor del que se desprenden llamas, que son las que arden en el corazón de sus creaturas, que han sido creadas a imagen y semejanza de esa hoguera del amor divino, siendo cada una de ellas como una lengua de fuego, imagen y semejanza del amor divino.
El Cantar de los Cantares contiene enseñanzas importantes acerca del matrimonio, ya que nos dice que el amor humano es una centella o una chispa, o una flecha de fuego desprendida del amor divino, una participación creada en el amor divino. Y esto confirma la doctrina del Génesis que dice que somos imagen y semejanza de Dios; la confirma y de alguna manera la explica. Nos dice que lo que hay en el corazón de la creatura humana tiene origen divino. Está en la creatura por creación. Pero... después - nos continúa revelando - ha sido herida por el pecado.

Por eso, no hay verdad acerca del amor humano si no dentro de la verdad del amor divino.

No hay aguas capaces de extinguir el amor. ¡Qué visión tan extraordinaria ya en el Antiguo Testamento, en el Cantar de los Cantares, de lo que es el amor esponsal! Nos dice la Sagrada Escritura que por más que el pecado original haya herido al amor, no logra destruir la obra de la creación divina. Es una participación de las creaturas que las hace imagen y semejanza del Fuego de Dios. Y sin embargo, aunque ese amor no puede ser extinguido por muchas aguas, ni por la muerte, necesita ser sanado, como vamos a ver, porque está amenazado y herido. “Muchas aguas no pueden extinguir el amor ni los ríos anegarlo”, o “Muchos mares no podrían sofocar al amor”. Y “si alguien diera todos los haberes de su casa por el amor, sólo lograría desprecio”9 . Si alguien quisiera comprar el amor con todo lo que tiene, no podría obtenerlo. ¿Por qué? Porque es una Gracia, un Don. Es algo que se recibe y al mismo tiempo es algo que necesita ser sanado y salvado en el corazón de los hombres. Hay que estar preparado para recibirlo, ser dócil.

Los abismos del mar: los abismos del mal
Para comprender mejor el sentido de esta enseñanza, según la cual todas las aguas de los mares no serían capaces de anegar el amor, hay que saber que el eje simbólico del mar es, en el lenguaje de las Sagradas Escrituras, el lugar en cuya profundidad se sume todo lo que es opuesto a Dios, lo que es enemigo de Dios.
El amor no puede ir al fondo del mar porque el fondo del mar significa lo contrario al amor. Es el lugar simbólico a donde van los que no aman a Dios: la generación del diluvio (Génesis 6, 5ss), el ejército del Faraón (Éxodo 14, 27-28), los pecados del pueblo elegido (Miqueas 7, 19), el profeta desobediente (Jonás 1, 16 ss), los imperios bestiales que ve Daniel en sueños (Daniel 7, 2ss), los que escandalizan a los pequeños (Marcos 9, 42), los hombres a quienes los apóstoles fueron enviados a pescar y sacar de las profundidades (Marcos 1,17).

Las aguas del océano no podrán anegar y engullir el amor. A pesar del pecado original, hay un designio divino que va a salvar al amor de desaparecer anegado por las aguas del mar10 .

El arte de amar

Que hay que aprender a amar se lo dice también, a quien no crea en las Sagradas Escrituras, el psicólogo Erich Fromm en su libro El arte de amar. Allí dice precisamente que hay gente que piensa que le basta guiarse por sus sentimientos espontáneos, dejarse llevar por ellos, sin ningún control. Él responde: “¡No! Amar es un arte”. Por lo tanto, entra la inteligencia en la configuración de los sentimientos, en la purificación de los sentimientos y en la dirección de los sentimientos. Amar es una obra de arte de la inteligencia que exige también un talento práctico, como el del artista. Amar es una obra de arte de los esposos, que se va realizando durante toda la vida. Una obra de arte que se ha de lograr en común. Amar es un arte y hay que aprenderlo, Y no todos los artistas son buenos. Hay artistas buenos, artistas malos y artistas pésimos. ¡El arte de amar!

Un arte y una gracia

El psicólogo ve un hecho y lo comprueba, pero no ve todo. Porque la fe nos dice que sí, que amar es un arte, pero que es, sobre todo ¡una Gracia! ¡Un Don divino! Algo que hay que prepararse para recibir de Dios. Algo que hay que pedir y hacerse capaz y digno de recibir. Y además, algo que, para ser bien recibido, supone que quien lo recibe tiene que ser sanado. Porque en nuestra naturaleza herida por el pecado lo que debe ser restaurado, precisamente, es la capacidad de amar al otro sin los límites del amor propio, que muchas veces está desviado y termina utilizando al otro.


Es necesario, entonces, pedir la Gracia de un amor puro, un amor generoso, que es el que da la libertad. Es necesario beber de las fuentes de la revelación divina, de la Sabiduría católica revelada por Dios y amar de tal manera que se pueda vivir después el amor esponsal y formar a los niños en el matrimonio, en la familia, que es la escuela del amor. Si los niños en esa escuela tienen malos maestros, después no sabrán amar. Incluso pueden llegar a tener los conocimientos para salvar un examen teórico, pero en el práctico, como lo muestra la experiencia, les puede ir muy mal.

El origen de este libro

Este libro nació a partir de la desgrabación de predicaciones, conferencias y entrevistas radiales sobre estos hechos. Aunque he reelaborado el texto para pasar del estilo oral al escrito, el lector percibirá fácilmente que cada capítulo no tiene una unidad temática estricta, sino que se mantienen los vaivenes temáticos y las repeticiones propias de la exposición oral. En una conferencia se adelantan motivos o se retoman los ya expuestos para comentarlos o aplicarlos a situaciones presentes. Eso da lugar lógicamente a repeticiones que tienen, sin embargo, su utilidad pedagógica.

Una palabra de gratitud a la autora de la desgrabación pero también respetamos su voluntad de que no mencione su nombre. También los lectores que se beneficien de su trabajo, sin el cual este escrito no estaría entre sus manos, le deben gratitud a quien solamente pide a cambio una oración por ella y los que ama.

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