NUEVA YORK.-
Donde vivo, la mayoría de los padres prefieren negarse sus pequeños lujos antes que dejar de pagar las actividades de sus hijos. Lecciones de música, gimnasia, equitación, clases particulares, campamentos veraniegos, equipos de deporte? La lista es mucho más extensa.
"Las experiencias que creíamos que los niños necesitaban experimentar antes de la escuela secundaria se han adelantado a antes de la primaria -dice William Doherty, profesor de estudios familiares y director de terapia matrimonial y familiar en la Universidad de Minnesota-. Dentro de poco, estaremos hablando acerca de las oportunidades de liderazgo para los bebes."
Pero ¿cuál es el problema? Tal vez sea verdad que algunos padres exageran con las actividades extracurriculares, pero ¿no son éstas muy importantes para el éxito futuro de los niños?
De alguna manera, no ofrecer a nuestros hijos todas las oportunidades posibles "nos hace sentir malos padres", explica Wendy Mogel, psicóloga clínica y autora de La bendición de un 6 ( The Blessing of a B Minus , Scribner 2010)
Pero en el afán de darles todo a sus descendientes, algunos padres terminan no sólo gastando todos sus recursos financieros, sino también su propia energía emocional.
"Muchos padres están cansados por su propia extrema presión como padres -dice Bryan Caplan, profesor de economía en la Universidad George Mason-. Hacen tantos sacrificios y están tan estresados de tener que manejar de un lugar al otro, que explotan cuando sus hijos cambian la estación radial."
Pero ¿no vale la pena todo por el bien de nuestros hijos? No necesariamente. Algunas primeras respuestas de las más interesantes no son de los psicólogos, sino de los economistas.
Malas notas
"Es fácil mirar a los niños más exitosos y admitir que todas las actividades son la razón de que lo sean", explica Caplan. Pero los estudios no parecen estar de acuerdo.
Steven D. Levitt, profesor de economía de la Universidad de Chicago, dijo que no pudo encontrar ninguna evidencia de que ese tipo de elecciones parentales se pudiera traducir en éxito académico.
"Y creo que -continuó-, en cuanto a la felicidad de los jóvenes, ese tipo de sobreexigencia conlleva un correlato negativo. Correr entre un evento y otro no es la manera como la mayoría de los niños quieren vivir sus vidas, por lo menos no los míos."
De acuerdo: los economistas hablan sobre todo acerca del éxito académico. Pero apuesto a que la mayoría de los padres creen que esas experiencias no son sólo para obtener buenas notas o que sean la clave para entrar en la universidad correcta, sino que son un estímulo para sus hijos.
La mayoría de los padres saben que un número infinitesimal de niños serán de renombre mundial dentro de cualquier campo. Pero tal vez esas lecciones tan caras de golf les permitirán conseguir un lugar en el equipo del colegio, o que las clases de actuación impulsarán a su hija a conseguir un papel principal en la obra escolar.
¿Y qué padre no sueña con que las lecciones de piano logren inculcar en sus niños un amor a la música para toda la vida?
El problema es que muchos de nosotros creemos que cada niño tiene un talento oculto, dice Doherty, y que sentimos que les estamos fallando a nuestros hijos si no hacemos todo lo posible para ayudarlos a brillar.
Ciertamente, existen buenas razones para ofrecerles algunas de estas experiencias, pero también hay muchas negativas, si dependemos de ellas para sentirnos buenos padres, o si creemos que armarlos con una miríada de destrezas les va a garantizar su éxito futuro en la vida.
El deseo de ofrecer todas las posibilidades concebibles es un miedo desplazado acerca del colapso del futuro, en opinión de Mogel.
La realidad es que el hecho de no haber mandado a su hija a tomar lecciones de ballet a los 6 años no la privará de su carrera como primera bailarina. E incluso si un niño es un apasionado de algo, eso no significa que tienes que dejar todo en pos de eso. "Si es perjudicial para la salud de los padres o del resto de la vida familiar", aconseja Doherty.
O para la economía personal.
"Los padres pueden negar el acceso a bienes materiales, pero es muy difícil hacerlo para lo que llamamos oportunidades -explica Barbara Dafoe Whitehead, directora del Centro John Templeton para la Frugalidad y Generosidad-. El enriquecimiento parece sagrado e inviolable, y mentalmente ponemos esas ideas en una parte diferente de la cabeza. Los chicos tienen que entender que existen límites a lo que un padre puede hacer por ellos, pero es muy, muy difícil decir «Lo siento, no podemos pagarlo»".
Mi amiga Rachel decidió interrumpir las clases particulares de música para su hijo e hija después de alrededor de dos años. "Al comienzo, sentía como que los estaba engañando -comentaba-. Creía vivamente que la música era una parte muy importante de su educación."
Pero el precio, alrededor de 1000 dólares por semestre para cada uno, era demasiado, y sus hijos estuvieron de acuerdo; siguieron tocando sus instrumentos en la escuela.
"Les di la oportunidad de que se enamoraran de la música y no lo hicieron -continúa Rachel-. Tengo que confiar en que es lo correcto. Hasta estoy casi agradecida de que hayamos tenido que tomar esta decisión basada en cuestiones financieras. De otra manera, si les pudieras dar todo a tus hijos, quedarían boyando en una miríada de actividades sin esfuerzo o deseo de su parte."
La familia, primero
Eso no significa que algunas actividades estimulantes fuera del marco escolar no sean importantes, pero de igual manera también lo es una vida familiar cariñosa y buena comunicación, según Doherty.
"Algunas veces, para bien del niño y del balance familiar, debes negarte a las actividades intensivas", explicó. Eso significa que si a tu hija le gusta el fútbol, pueda jugar en los equipos amateurs, pero no en un equipo más profesional que le consuma demasiado tiempo.
Y debemos meternos en la cabeza la idea de que los niños que no comienzan las actividades temprano, no llegarán a lograr su potencial total. Después de todo, sabemos que el cerebro humano no madura totalmente hasta alrededor de los 25 años, según comunicó Doherty.
Entonces, ¿por qué el apuro?
La hija de 24 años de Mogel, psicóloga, es ahora una patinadora competitiva de roller derby y está realizando estudios de grado en relaciones de trabajo industrial.
"Si me hubieran dicho que le interesarían esas cosas cuando era más joven, nunca lo hubiera creído -comenta Mogel-. Tenemos esta idea de que la pasión es tan pasajera que hay que capturarla precozmente." Pero no es así.
Y si no disminuimos las actividades intensivas, podemos encontrarnos buscando costosas experiencias en otro lugar: el consultorio del terapeuta.
"Las experiencias que creíamos que los niños necesitaban experimentar antes de la escuela secundaria se han adelantado a antes de la primaria -dice William Doherty, profesor de estudios familiares y director de terapia matrimonial y familiar en la Universidad de Minnesota-. Dentro de poco, estaremos hablando acerca de las oportunidades de liderazgo para los bebes."
Pero ¿cuál es el problema? Tal vez sea verdad que algunos padres exageran con las actividades extracurriculares, pero ¿no son éstas muy importantes para el éxito futuro de los niños?
De alguna manera, no ofrecer a nuestros hijos todas las oportunidades posibles "nos hace sentir malos padres", explica Wendy Mogel, psicóloga clínica y autora de La bendición de un 6 ( The Blessing of a B Minus , Scribner 2010)
Pero en el afán de darles todo a sus descendientes, algunos padres terminan no sólo gastando todos sus recursos financieros, sino también su propia energía emocional.
"Muchos padres están cansados por su propia extrema presión como padres -dice Bryan Caplan, profesor de economía en la Universidad George Mason-. Hacen tantos sacrificios y están tan estresados de tener que manejar de un lugar al otro, que explotan cuando sus hijos cambian la estación radial."
Pero ¿no vale la pena todo por el bien de nuestros hijos? No necesariamente. Algunas primeras respuestas de las más interesantes no son de los psicólogos, sino de los economistas.
Malas notas
"Es fácil mirar a los niños más exitosos y admitir que todas las actividades son la razón de que lo sean", explica Caplan. Pero los estudios no parecen estar de acuerdo.
Steven D. Levitt, profesor de economía de la Universidad de Chicago, dijo que no pudo encontrar ninguna evidencia de que ese tipo de elecciones parentales se pudiera traducir en éxito académico.
"Y creo que -continuó-, en cuanto a la felicidad de los jóvenes, ese tipo de sobreexigencia conlleva un correlato negativo. Correr entre un evento y otro no es la manera como la mayoría de los niños quieren vivir sus vidas, por lo menos no los míos."
De acuerdo: los economistas hablan sobre todo acerca del éxito académico. Pero apuesto a que la mayoría de los padres creen que esas experiencias no son sólo para obtener buenas notas o que sean la clave para entrar en la universidad correcta, sino que son un estímulo para sus hijos.
La mayoría de los padres saben que un número infinitesimal de niños serán de renombre mundial dentro de cualquier campo. Pero tal vez esas lecciones tan caras de golf les permitirán conseguir un lugar en el equipo del colegio, o que las clases de actuación impulsarán a su hija a conseguir un papel principal en la obra escolar.
¿Y qué padre no sueña con que las lecciones de piano logren inculcar en sus niños un amor a la música para toda la vida?
El problema es que muchos de nosotros creemos que cada niño tiene un talento oculto, dice Doherty, y que sentimos que les estamos fallando a nuestros hijos si no hacemos todo lo posible para ayudarlos a brillar.
Ciertamente, existen buenas razones para ofrecerles algunas de estas experiencias, pero también hay muchas negativas, si dependemos de ellas para sentirnos buenos padres, o si creemos que armarlos con una miríada de destrezas les va a garantizar su éxito futuro en la vida.
El deseo de ofrecer todas las posibilidades concebibles es un miedo desplazado acerca del colapso del futuro, en opinión de Mogel.
La realidad es que el hecho de no haber mandado a su hija a tomar lecciones de ballet a los 6 años no la privará de su carrera como primera bailarina. E incluso si un niño es un apasionado de algo, eso no significa que tienes que dejar todo en pos de eso. "Si es perjudicial para la salud de los padres o del resto de la vida familiar", aconseja Doherty.
O para la economía personal.
"Los padres pueden negar el acceso a bienes materiales, pero es muy difícil hacerlo para lo que llamamos oportunidades -explica Barbara Dafoe Whitehead, directora del Centro John Templeton para la Frugalidad y Generosidad-. El enriquecimiento parece sagrado e inviolable, y mentalmente ponemos esas ideas en una parte diferente de la cabeza. Los chicos tienen que entender que existen límites a lo que un padre puede hacer por ellos, pero es muy, muy difícil decir «Lo siento, no podemos pagarlo»".
Mi amiga Rachel decidió interrumpir las clases particulares de música para su hijo e hija después de alrededor de dos años. "Al comienzo, sentía como que los estaba engañando -comentaba-. Creía vivamente que la música era una parte muy importante de su educación."
Pero el precio, alrededor de 1000 dólares por semestre para cada uno, era demasiado, y sus hijos estuvieron de acuerdo; siguieron tocando sus instrumentos en la escuela.
"Les di la oportunidad de que se enamoraran de la música y no lo hicieron -continúa Rachel-. Tengo que confiar en que es lo correcto. Hasta estoy casi agradecida de que hayamos tenido que tomar esta decisión basada en cuestiones financieras. De otra manera, si les pudieras dar todo a tus hijos, quedarían boyando en una miríada de actividades sin esfuerzo o deseo de su parte."
La familia, primero
Eso no significa que algunas actividades estimulantes fuera del marco escolar no sean importantes, pero de igual manera también lo es una vida familiar cariñosa y buena comunicación, según Doherty.
"Algunas veces, para bien del niño y del balance familiar, debes negarte a las actividades intensivas", explicó. Eso significa que si a tu hija le gusta el fútbol, pueda jugar en los equipos amateurs, pero no en un equipo más profesional que le consuma demasiado tiempo.
Y debemos meternos en la cabeza la idea de que los niños que no comienzan las actividades temprano, no llegarán a lograr su potencial total. Después de todo, sabemos que el cerebro humano no madura totalmente hasta alrededor de los 25 años, según comunicó Doherty.
Entonces, ¿por qué el apuro?
La hija de 24 años de Mogel, psicóloga, es ahora una patinadora competitiva de roller derby y está realizando estudios de grado en relaciones de trabajo industrial.
"Si me hubieran dicho que le interesarían esas cosas cuando era más joven, nunca lo hubiera creído -comenta Mogel-. Tenemos esta idea de que la pasión es tan pasajera que hay que capturarla precozmente." Pero no es así.
Y si no disminuimos las actividades intensivas, podemos encontrarnos buscando costosas experiencias en otro lugar: el consultorio del terapeuta.
Por: Alina Tugend The New York Time.
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