Gabriel G.
"Soy escritor por timidez. Mi verdadera vocación es la del presdigitador, pero me ofusco tanto tratando de hacer un truco, que he tenido que refugiarme en la soledad de la literatura."
"Soy escritor por timidez. Mi verdadera vocación es la del presdigitador, pero me ofusco tanto tratando de hacer un truco, que he tenido que refugiarme en la soledad de la literatura."
Duelo de caballeros
Una polémica como Dios manda no se construye así como así: necesita una cierta cantidad de odio, unas gotas de mala leche, muchos gramos de resentimiento y un porcentaje de autoestima del todo perjudicial para la salud.Hubo un tiempo de grandes luchas (por no decir duelos) entre escritores. Quevedo se las tuvo con Góngora, y Sartre la emprendió con Camus. Sigue vivo el enfrentamiento entre Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez por un asunto de hace años, una cierta pelea que se acrecentó con la querencia cubana de Gabo. En el terreno del arte, no vamos a ser exhaustivos: me quedo con las puyas que Breton lanzó a Dalí, ávido de dólares. Es decir, en el mundo de la creación, los egos han estado a la orden del día a lo largo y ancho de la historia.
Una polémica como Dios manda no se construye así como así: necesita una cierta cantidad de odio, unas gotas de mala leche, muchos gramos de resentimiento y un porcentaje de autoestima del todo perjudicial para la salud.Hubo un tiempo de grandes luchas (por no decir duelos) entre escritores. Quevedo se las tuvo con Góngora, y Sartre la emprendió con Camus. Sigue vivo el enfrentamiento entre Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez por un asunto de hace años, una cierta pelea que se acrecentó con la querencia cubana de Gabo. En el terreno del arte, no vamos a ser exhaustivos: me quedo con las puyas que Breton lanzó a Dalí, ávido de dólares. Es decir, en el mundo de la creación, los egos han estado a la orden del día a lo largo y ancho de la historia.
Los modernistas catalanes no soportaban a los británicos novecentistas, y estos, a su vez, tuvieron que tragar el polvo de la novela que nunca escribieron. Hubo gritos cuando se puso sobre el tapete lo de la novela rural enfrentada a la urbana, y, años después, unos que se llamaron imparables pretendieron llevar la sangre al río.Hace tiempo, sin embargo, que los escritores no tenemos una buena polémica que llevarnos a la boca. Los cocineros, sí. Viene Santi Santamaria, con odio, mala leche, resentimiento y autoestima, y remueve el panorama culinario. No se sabe qué bicho le picó, pero que alguien le diga que está jugando con fuego. Su crítica va más allá de la discrepancia es- tética y se mete en senderos morales y sanitarios que nos hablan más de su incontenible envidia que de su calado intelectual. Que sepa que estas armas, las suyas, las carga el diablo de los fogones.
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