2009/06/06

Nuevos desafíos para la ética

En su libro ¿Qué piensan los que no piensan como yo?, Diana Cohen Agrest plantea diez temas controvertidos y presenta argumentos a favor y en contra de las posiciones posibles
Diana Cohen Agrest es doctora en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires y Magister en Bioética por el Centre for Human Bioethics Monash University de Australia. Para ella, el hecho de contar con una sólida formación y de trabajar en el ámbito universitario no implica que sus ideas tengan que quedar confinadas en el claustro académico. Por eso desde hace algún tiempo escribe textos para un público no especializado, particularmente sobre temas ligados a la bioética. ¿Qué piensan los que no piensan como yo? (Debate) es su último libro. En él presenta diez temas altamente controversiales: el matrimonio homosexual, la homoparentalidad, el aborto, la eutanasia, la prostitución, la venta de órganos, el alquiler de vientre, la pena de muerte, la tenencia de drogas y el perfil genético de los delincuentes.
-¿Qué la llevó a abordar temas que en principio parecen tan diferentes como la venta de órganos y la pena de muerte?
-En el libro trabajo con prácticas que tienen que ver con innovaciones tecnológicas muy recientes, como el alquiler de vientre o el perfil genético de los delincuentes, y con otras que, si bien no son novedosas, siguen despertando controversias, como el aborto, la prostitución o la pena de muerte. En todos los casos lo que percibí es que detrás de las polémicas que se suscitan no hay una reflexión seria que permita analizar las consecuencias éticas y los valores involucrados en estas prácticas. Y es allí donde creo que puedo aportar algo desde la filosofía.
-¿A qué atribuye la falta de reflexión?
-Hay situaciones en las que la aparición de una innovación tecnológica se traduce rápidamente en una práctica sin que haya tiempo para reflexionar desde la ética. Es lo que sucedió, por ejemplo, cuando se logró implantar un óvulo en un útero: inmediatamente surgió la posibilidad del alquiler de vientre y, con ello, los cruces de opiniones entre quienes estaban a favor y quienes estaban en contra de esa práctica. En otros casos, como el de la pena de muerte o el del aborto, el tema no pasa por lo tecnológico sino por posiciones antagónicas que hacen pensar que el único consenso al que se puede llegar es que es imposible lograr el consenso. Algo interesante en relación con estas dos prácticas es que estadísticamente se ha mostrado que las personas que se oponen al aborto son las mismas que están a favor de la pena de muerte. Esto evidencia una cierta inconsistencia moral que es necesario investigar para ver cuáles son los resortes que conducen a ella.
-¿Por eso le interesa trabajar estas cuestiones para un público más amplio que el académico?
-Suelo trabajar con papers publicados en revistas académicas, muchas de ellas extranjeras, donde se abordan estas temáticas con una gran riqueza de argumentos. Pero, por otro lado, cuando escucho a la gente común o a algunos periodistas opinar sobre alguno de estos temas, por ejemplo la venta de órganos, en general los argumentos con los que me encuentro son muy pobres. Muchas veces no se va más allá de expresiones como "es terrible", "está mal", "es inmoral", "es antinatural". Por eso creo que es fundamental reducir la brecha que existe entre el discurso académico y el del común de la gente que no tiene acceso a él.
-El libro tiene una estructura muy definida. Cada capítulo se abre con algunos recortes periodísticos seguidos de una breve historia de vida, luego se presenta el marco legal de la cuestión y, finalmente, se exponen los argumentos éticos en contra y a favor en relación con cada práctica.
¿Cuál fue el motivo de la elección de esa estructura?
-Éste es un libro en el que vengo trabajando desde hace años. Una de las cosas que hice durante ese tiempo fue acopiar bastante material de medios nacionales y extranjeros. Y mientras iba adquiriendo ese material, lo cotejaba con las leyes, lo iba consultando con abogados, con genetistas, con diversos profesionales para poder brindar información precisa y actualizada. Después el mayor trabajo fue sintetizar los argumentos a favor y en contra de cada postura, con un lenguaje simple y teniendo en cuenta nuestro propio contexto.
-Llama la atención el cuidado con que se exponen argumentos a favor y en contra de cada cuestión, sin plantear una posición definida en relación con ellas.
¿Por qué eligió presentar los temas de ese modo?
-En primer lugar, porque no tengo una posición tomada acerca de todas estas cuestiones. Pero, fundamentalmente, porque el propósito del libro es alentar el debate, no cancelarlo. Creo que lo más importante es darle a la gente las herramientas apropiadas para reflexionar. Si yo tomara una posición, de alguna manera estaría dando una receta. Y yo creo que uno de los problemas más serios que tenemos, particularmente en la cultura iberoamericana, es que en lugar de plantear problemas tendemos a cerrarlos. Por eso el libro está pensado como una propedéutica para el debate. Ahí no está el debate: están las herramientas para debatir.
-Pero supongo que en algunos casos le debe de haber resultado difícil encontrar argumentos tan buenos a favor como en contra de las posturas presentadas.
-Lo que hice fue extractar los principales argumentos en boga dentro y fuera del mundo académico y presentarlos con los mejores subargumentos posibles. Ahora, esto no significa que las razones fueran igualmente buenas. No en todos los casos los argumentos son simétricos. Tampoco me resultaron igualmente convincentes a mí misma.
-Usted afirma que no tiene una postura tomada en relación con todas las cuestiones trabajadas. Esto sugiere que sí la tiene en algunas de ellas.
¿Cómo hizo para presentar argumentos que respaldaran, al menos provisoriamente, perspectivas con las que usted no acordaba?
-En algunos casos realmente me costó un gran esfuerzo, porque tenía que exponer razones a favor de posturas con las que yo disiento profundamente. Pero traté de hacerlo con la mayor honestidad, sin marcar una tendencia hacia una de las posturas.
Hubo un caso en particular ?que prefiero no develar para que, en todo caso, el lector trate de encontrarlo?, en el que al investigar me encontré con un argumento que desconocía en favor de una posición que no comparto y que me resultó muy convincente. Pero como yo no estaba de acuerdo con la posición que ese argumento apoyaba, se me planteó la disyuntiva de si debía exponerlo o no. Porque yo decía: "Este argumento va a convencer a mucha gente", y yo no estaba de acuerdo con él. Pero terminé incluyéndolo muy a pesar mío.
-¿Con qué otras dificultades tropezó?
-En algunos casos me resultó complicado encontrar la manera de trasladar o traducir ciertas problemáticas que en otros países se discuten abiertamente a un medio como el nuestro, que carga con un pasado reciente bastante tortuoso. Puntualmente, esto me sucedió en el capítulo sobre el perfil genético de los delincuentes. Allí se expone un procedimiento que se implementa en distintos países, según el cual en los casos de ciertos delitos como asesinato o violación se coteja un rastro de ADN dejado por el delincuente con el ADN de un sospechoso y a partir de ello se establece su responsabilidad. Algo muy interesante es que este procedimiento rivaliza con la identificación "visual" del delincuente en "ronda de sospechosos". Y algo que se comprobó es que en esos "reconocimientos" la gente tenía tendencia a señalar como culpable al negro, al pobre, al latino. En muchos casos, cuando se recurrió a la información genética, se demostró que el sospechoso detenido era inocente. Y se han producido cientos de liberaciones a partir de la implementación de este procedimiento. Por ello en algunos países como Reino Unido, Estados Unidos, Francia o incluso en España no hay dudas de que se tiene que hacer un banco de datos donde figuren los perfiles genéticos de todas aquellas personas que hayan cometido un delito o que hayan estado próximas a un delito. Sin embargo, cuando uno plantea algo así en un país como el nuestro, en el que justamente hubo un exceso de vigilancia, donde la privacidad fue invadida, surge la pregunta de si no será un riesgo instalar un banco de datos de ese tipo.
-¿Hubo algún tema que la haya conmovido especialmente?
-Sí, claro. Por ejemplo, el de la venta de órganos. Porque uno, espontáneamente dice: "la venta de órganos es un horror". Sin embargo, cuando uno lee distintas historias de vida, se encuentra con situaciones desgarradoras. Yo me encontré con un texto en el que un padre cuenta que tuvo que vender un órgano para salvar la vida de su hijo. Entonces, uno se pregunta si lo que está fallando, lo que es un delito, es en sí la venta de ese órgano o las condiciones de inequidad que obligan a que ese individuo tenga que recurrir a eso para salvar a su hijo. Y, como sabemos, lamentablemente esas condiciones de inequidad son actualmente muy difíciles de revertir.
-En el texto usted muestra que la norma moral es distinta de la norma legal. ¿Cuál es la relación que debe existir entre ellas?
-La ética debería servir de base a la ley. Si nosotros aspiramos a vivir en un mundo con una ciudadanía inteligente, el camino es educar a esa ciudadanía. Por eso considero que es tan importante abrir espacios para una reflexión seria sobre estas cuestiones. Supongamos que en algún momento se llega a plebiscitar alguno de estos temas. Sería bueno que quienes tengan que votar sobre estas cuestiones tengan claros cuáles son los mejores argumentos a favor y en contra de ellas.
-Y es allí donde la filosofía tendría un rol particularmente comprometido.
-Yo comienzo el libro recordando aquello que planteaba Karl Jaspers: el triple origen de la filosofía en el asombro, la duda y las situaciones límite. La filosofía comienza con el asombro ante el cielo, ante la inmensidad, ante la infinitud. Después se empieza a dudar y finalmente tienen lugar las situaciones límite que obligan a una reflexión. Lo extraño es que hoy esos tres registros retornan condensados en una única problemática. Cuando aparece una innovación biotecnológica, en primer lugar surge el asombro "¿cómo es posible, por ejemplo, que un niño tenga tres madres, si siempre dijimos que ?madre hay una sola??" "¿Cómo puede ser que hoy en día un niño pueda tener una madre genética, una madre portadora y una madre social?". Lo primero que esto genera es asombro. Pero inmediatamente aparece la duda: "¿Está bien que haya tres madres?". Y cuando uno está involucrado con alguna de esas prácticas ?por ejemplo, si no puede tener un hijo o si está ante un pedido eutanásico? realmente se encuentra en una situación límite. Este retorno al "triple origen" de la filosofía que planteaba Jaspers muestra claramente la ingerencia que la filosofía debe tener en este tipo de problemáticas.

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