No me atrae su literatura, no encuentro en ella algo "sustancioso", pero de seguro que será parte de la historia, a fin de cuentas todos de alguna manera somos parte de la hsitoria. No es célebre escritor, pero "escribe". Ya publica: El canalla sentimental
Famoso por sus provocadoras entrevistas y sus confesiones escandalosas, Jaime Bayly (Lima, 1965), quien fuera el "niño terrible" de la televisión latinoamericana, renueva en El canalla sentimental su confianza en la inagotable pasión por el chisme que todo lector esconde.
En más de cuatrocientas páginas, apenas enmascarado con una "s" agregada a su apellido, Bayly anota en un diario íntimo de breves escenas sin fechar desde los más banales hasta los más comprometedores incidentes de su vida. Los conflictos con Sofía, su ex mujer, a quien no deja de amar a pesar de ya no desearla, y sus peleas con Martín, su actual novio argentino, a quien desea pero con quien no se compromete como se le requiere; la relación cómplice con sus hijas adolescentes; las amonestaciones de su ex suegra; la incomprensión de su bisexualidad de parte de su madre religiosa; el acoso y el cariño de sus fans y las mezquindades del mundo del espectáculo transcurren en un viaje entre Miami, Lima y Buenos Aires, narrado con humor y agilidad.
"Mi manera torpe de querer es escribiéndolo todo, incluso lo que no debería, especialmente lo que no debería", confiesa para justificar el brutal impudor con el que descubre la intimidad de sus allegados. Pero la redención de tales indiscreciones y la fuerza del relato provienen de hacer de sí mismo el primer blanco. Bayly esgrime el propio patetismo como su mejor arma. Así, muestra sus costumbres desaliñadas cuando en las oficinas de un magnate de la música latina debe descalzarse y mostrar los tres pares de medias polares agujereadas con los que se protege del frío, aún en Miami; o reconoce que a pesar de su fama de libertino el sexo le proporciona más molestias que placer. También devela que el mayor descubrimiento sobre sí mismo al que ha llegado es que le produce bienestar aceptarse como una mala persona y "cultivar esas cosas malas de mí, por ejemplo la pereza, el egoísmo, la mezquindad, un cierto desprecio por la vida humana en general y por la mía en particular".
En más de cuatrocientas páginas, apenas enmascarado con una "s" agregada a su apellido, Bayly anota en un diario íntimo de breves escenas sin fechar desde los más banales hasta los más comprometedores incidentes de su vida. Los conflictos con Sofía, su ex mujer, a quien no deja de amar a pesar de ya no desearla, y sus peleas con Martín, su actual novio argentino, a quien desea pero con quien no se compromete como se le requiere; la relación cómplice con sus hijas adolescentes; las amonestaciones de su ex suegra; la incomprensión de su bisexualidad de parte de su madre religiosa; el acoso y el cariño de sus fans y las mezquindades del mundo del espectáculo transcurren en un viaje entre Miami, Lima y Buenos Aires, narrado con humor y agilidad.
"Mi manera torpe de querer es escribiéndolo todo, incluso lo que no debería, especialmente lo que no debería", confiesa para justificar el brutal impudor con el que descubre la intimidad de sus allegados. Pero la redención de tales indiscreciones y la fuerza del relato provienen de hacer de sí mismo el primer blanco. Bayly esgrime el propio patetismo como su mejor arma. Así, muestra sus costumbres desaliñadas cuando en las oficinas de un magnate de la música latina debe descalzarse y mostrar los tres pares de medias polares agujereadas con los que se protege del frío, aún en Miami; o reconoce que a pesar de su fama de libertino el sexo le proporciona más molestias que placer. También devela que el mayor descubrimiento sobre sí mismo al que ha llegado es que le produce bienestar aceptarse como una mala persona y "cultivar esas cosas malas de mí, por ejemplo la pereza, el egoísmo, la mezquindad, un cierto desprecio por la vida humana en general y por la mía en particular".
Lejos de la literatura autobiográfica, que reconstruye las razones y los acontecimientos del pasado que le dan sentido y valor a un individuo, el autor de No se lo digas a nadie registra su cotidianeidad a partir de la repetición de sus manías y de la inestabilidad afectiva. Aunque tal exhibición pormenorizada resulta fatigosa, Bayly logra un texto ligero, agradable y en ocasiones adictivo, por su capacidad de narrar con gracia hasta los detalles más triviales.
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