ANNA ABELLA
BARCELONA
Durante décadas, Hitler mantuvo la costumbre de leer de madrugada, sentado en su escritorio o en su sillón, con una taza de té. «Tenía un apetito voraz de libros. Decía haber leído al menos uno por noche en su vida adulta», afirma el historiador y periodista Timothy W. Ryback desde París, donde trabaja. Fundador del Instituto para la Justicia Histórica y la Reconciliación en La Haya, es el autor de Los libros del Gran Dictador (Destino), un estudio que llega a España el martes y en el que vuelca seis años de investigación sobre los libros que fueron propiedad del líder nazi y que aún se conservan. El objetivo de Ryback es seguir el rastro de los que «tuvieron importancia emocional o intelectual para Hitler, los que ocuparon sus pensamientos en sus momentos íntimos y determinaron sus palabras y acciones públicas».
NOTAS Y SUBRAYADOS /
Aunque «fue más famoso por quemar libros que por coleccionarlos», relata Ryback, el autor de Mein Kampf (del que guardaba diversas ediciones), llegó a tener más de 16.000 volúmenes en sus distintas bibliotecas privadas, aunque la mayoría ni los leyó ni los vio. Los que no se convirtieron en trofeo de los soldados aliados se guardan en la sección de libros raros de la Biblioteca del Congreso de Washington (unos 1.200) y en la Universidad de Brown, en Providence (80). Muchos fueron regalos, con halagadoras dedicatorias, de colaboradores y personalidades del régimen. «Pero hay veintenas de libros más personales, que estudió y anotó –escribe Ryback–. Subrayaba palabras y frases, señalaba párrafos enteros, escribía un signo de exclamación en algún punto, un signo de interrogación en otro...». Gracias a estas notas «puede seguirse el curso de su interés a través de las páginas. Él decía: ‘tomo cuanto necesito de los libros’. Y en ellos halló las bases para los horrores de la era nazi».
ESTUDIOS /
No leía por placer. Ryback opina que estuvo marcado por «la inseguridad intelectual que le persiguió durante toda su vida por haber dejado los estudios a los 15 años. Pasó la mayor parte de su edad adulta intentando compensar este déficit intelectual. Esto se ve en la naturaleza ecléctica de sus lecturas. Puede leer a filósofos serios como Fichte y Schopenhauer y el periodismo más banal sin hacer distinciones».
¿Cuáles son los libros que más influyeron en Hitler?
Ryback distingue entre los que formaron su pensamiento y los que formaron su mundo emocional. De los primeros destaca El judío internacional: el principal problema del mundo, el tratado antisemita del magnate norteamericano Henry Ford –«tenía copias del libro y un retrato de Ford en su despacho»–,y La muerte de la gran raza, del estadounidense Madison Grant: «Lo llamó su Biblia y en él el autor advertía de que la inmigración erosionaría el carácter de Europa y conduciría a su ruina». En la biblioteca de Hitler había numerosas obras sobre eugenesia pero, según Ryback, en esta halló «un racismo no menos virulento que el suyo propio», que abonó sus ideas genocidas.
Entre los libros que alimentaron sus emociones, los más elogiados, dice el historiador, eran Los viajes de Gulliver, Robinson Crusoe, las novelas del Oeste americano de Karl May (a sus generales les recomendó tomar nota de las tácticas del héroe indio), y veía en El Quijote uno de los grandes títulos de la literatura universal.Igual que poseía las obras completas de Shakespeare –le consideraba superior a Goethe y Schiller porque en El mercader de Venecia retrató los defectos de los judíos–, veintenas de libros atestiguan su interés por los temas místicos y lo esotérico, como el clásico de las ciencias ocultas del siglo XVIII Annulus Platonis.
Ryback apunta además la importancia de Peer Gynt, de Ibsen, cuyo protagonista dice «quiero alcanzar la grandeza» y para lograrlo deja tras él «un rastro de destrucción humana». Su ejemplar se lo dedicó Dietrich Eckart, amigo, protector, mentor y figura paterna que «moldeó la blanda arcilla del mundo emocional e intelectual de Hitler» y le encumbró en la política nacionalsocialista. Bajo su tutela, el antisemitismo del líder nazi «adquirió forma e ímpetu».
«El historiador británico Ian Kershaw ha dicho que Hitler es una de las personalidades más impenetrables del siglo XX», reconoce Ryback. Libro a libro, las ventanas de su mundo interior se van abriendo.
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