Estimados compañeros y familiares de nuestra compañera y amiga Sebastiana Vigo Sosa:
No hay verbo humano que interprete la conmovida gratitud de quienes hoy consternados acompañamos a “Chepita”; una lágrima silenciosa traduciría mejor nuestro doble sentimiento de admiración y de ternura. Pero es ineludible despedirla con palabras, para expresar la congoja de toda nuestra comunidad educativa al perder a su trabajadora más antigua.
Pues, Sebastiana, desde el año 1982 a pedido de la Rvda Madre Jacinta Eraso Díaz, formó parte de esta escuela, donde se desempeñó con un carisma especial, ganándose el seudónimo de “Chepita”, por su servicio y su dar abnegado. Aunque ella no pueda escuchar esta memoria, -no le sorprendería en boca de los que en vida le anticipamos nuestro cariño, nuestra alegría, gratitud y homenaje,- conviene recordar siempre su nombre y su trayectoria. Si cuando estuvo con nosotros supo darnos lecciones y consejos, ahora que ya no está seguirá enseñándonos con el recuerdo de sus valores y virtudes, ello no lo olvidaremos.
Su estadía con nosotros fue perenne, revelando sin paréntesis la identificación plena con su institución. Miró y atendió con ojos de ternura a sus pequeños niños, niñas y señoritas; tamizó entre sus dedos las infusiones de cada día; buscaba la primera fila y se alegraba motivando sin cesar su deporte favorito, el volleybol, nunca faltó para sus deportistas la palabra, el gesto y su estilo peculiar para despertar la garra chequista; todo lo midió con metro severo, las etapas de la vida las fue renovando sin descanso por su grata sonrisa.
Sabemos que Dios es imprevisible e inescrutable pero sus designios son de infinita misericordia. Se lleva el alma de toda mujer y todo hombre, justo en la hora oportuna, ni antes ni después de cuando más gracia le asiste en el desenlace final de su vida. A “Chepita” Dios la llamó, pero deja una huella imborrable en todos. Era una amiga, una madre, una hermana, sin menoscabo alguno. En ella era permanente la consagración por cada tarea, el detalle por cada cosa, la constancia en lo emprendido, la discusión franca y directa por lo que debía corregirse y superarse, siempre estuvo dispuesta a ofrecer cualquier ayuda que le solicitasen. Era un ejemplo.
Quienes tuvimos la oportunidad de compartir trabajo con ella admirábamos su serenidad, su ecuanimidad y la seguridad en sí misma, su firmeza, su optimismo y el clima de confianza que creaba a su alrededor. Al tiempo que aprendía, enseñaba, aconsejaba, alentaba, y sabía combinar la labor colectiva con la responsabilidad individual; que trabajador no escuchó de ella un consejo, una palabra de aliento, una sonrisa al abrir la puerta de nuestro tópico, un atento saludo cuando el dolor nos llevaba en su búsqueda, un buenos días cálido y una atención única cuando preguntaba por nuestra familia… Su vida fue un sendero floreciente de virtudes y de orgullosa sencillez. Quiza “Chepita” por ese cariño entrañable nos diga desde su sueño: “Yo no estoy muerta, estaré muerta cuando ustedes me hayan olvidado”
Chepita hoy nos deja, pero sabemos que por la muerte conseguirá llegar a su fin último que es volver a Dios de quien procede. Sabemos que un día vamos a resucitar con Cristo, pero para esto es necesario "dejar este cuerpo para ir a morar cerca del Señor" (2Co 5,8).
Descansa en paz, querida y estimaga amiga “ Chepita”
Autor: Flor Chirinos
Leído por: Pilar Paredes
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