Buenas obras... Fruto del amor extraordinario
El objetivo de un texto escrito es en general para informar a los otros con el fin de permitir realizar un deseo propio, que a menudo es inconsciente, pero siempre esta presente...
2008/10/28
''El suicidio se evita hablando de él''
Carmen Tejedor, psiquiatra: ''El suicidio se evita hablando de él''
--¿Qué le dicen un bombero o un policía a quien se balancea colgando del balcón de un sexto piso?
--Si esa persona está sobrecargada de cocaína, irritable y delirando, le dirá pocas cosas. En cualquier caso, intentará ganar tiempo, distraerla hasta que venga alguien por detrás y la coja. Entretenerla para asegurar la supervivencia. Luego vendrán los discursos persuasivos.
--¿Y cómo se entretiene a alguien en esas circunstancias?
--Transmitiéndole tranquilidad y dándole las claves de su identidad. Los bomberos lo saben: le repiten su nombre muchas veces, como se hace al salir del quirófano para que el enfermo despierte. Hay que decirle: "Fulanita, eres tú; Fulanita, estás aquí; nunca me opondré del todo a que te suicides, pero espera un poco. Hablemos primero, Fulanita". En ese momento no se debe hacer un canto a la libertad o a la belleza de la vida. No serviría de nada.-
-¿Qué intenta un suicida?
--Hacerse daño, con mayor o menor intención de matarse. Poner en juego la vida para que cambie su vida, eso que se ha llamado "el grito de ayuda". Quien intenta un suicidio siempre querría vivir de otra manera. El que lo tiene muy claro, ya no hace un intento: lo suele conseguir, excepto esos que sobreviven de milagro tras lanzarse al vacío porque abajo había un toldo que los frenó.
--¿Por qué personas en situaciones terribles se proponen vivir, y viven, y otras con circunstancias menos graves deciden matarse?
--Es una cosa muy misteriosa. Nadie quiere vivir del todo o morir del todo. No me preguntes por qué, pero la humanidad se divide entre los que piensan que el suicidio es la solución del dolor insoportable e irresistible, y los que no lo ven así. Tus pensamientos y tus sentimientos determinan tu realidad. Cómo piensas y sientes hace que enfoques un aspecto u otro. Lo que nos hace sufrir no son los acontecimientos, sino la valoración que hacemos de ellos.
--Puntos de vista cambiantes.--
Sí. Personas que han sobrevivido tras precipitarse desde una gran altura relatan que un segundo después de tirarse ya se decían: "¡Qué horror! ¡Quiero volver atrás!". Y les aterroriza lo que tenían dentro. Esto se ve claramente en un documental, brillante y polémico, The Brigde, en el que entrevistan a supervivientes del Golden Gate, el puente de San Francisco en el que cada dos semanas se suicida una persona. Casi todas reconocen que, si hubieran podido, habrían retrocedido al instante.
--¿Eran suicidas por equivocación?
--No. Eran suicidas verdaderos. Hay líneas filosóficas que sostienen que el suicidio es libre, voluntario, que se elige tras pensárselo. Eso es falso. El suicidio es la muerte más desoladora: se convierte en la única salida, y no se ve más solución que esa.
--¿Se pierde la libertad de decidir?
--No tienen esa libertad. ¿Es usted libre para elegir una hepatitis o una depresión? El suicida deja de sentir la vida. Se le queda el cerebro vacío de las sustancias que nos atan a la vida. Como si estuviera muerto.
--¿Qué motivo más recurrente tienen quienes intentan un suicidio?
--El amor. El primer y principal motivo siempre es la ruptura de una relación amorosa. Nos seguimos suicidando por amor. En todas las edades. Recuerdo un payés de 88 años que intentó suicidarse seis meses después de que muriera su chica, la mujer con la que se había casado a los 20. Me decía: "Ella murió diciéndome 'te quiero'". Precioso. Él se colgó con el tubo del oxígeno.
--¿Y los adolescentes?
--Aún más. Si una chica de 15 años ve que su chaval se besa con otra en la discoteca, eso puede llevarla al suicidio, aunque, vista desde fuera, la circunstancia no tenga sentido.
--¿Influye la situación económica?
--La escasez económica ocupa el cuarto o quinto lugar entre los motivos para intentar suicidarse. Antes están, además del tema amoroso, la familia, los límites que ponemos, los hijos. Y la enfermedad mental, que conlleva un gran riesgo de suicidio.
--¿La crisis financiera actual incide?
--Pues no lo sé. Pero creo que incluso cuando parece que alguien se intenta matar por eso, en el fondo suele haber un conflicto grave con su pareja. Perder mucho dinero no influye más que el hecho de ganar el gordo de la lotería. Pueden ser factores de acorralamiento vital, acontecimientos estresantes susceptibles de descompensar por exceso de ansiedad. Aunque no he visto a nadie que se suicide por ser feliz.
--Este asunto aún es un tema tabú.-
-Así es. Existe la creencia de que hablar del suicidio aumenta el riesgo. Se cree que es contagioso, porque un 90% de la conducta humana se aprende por imitación. Yo pienso que el suicidio se evita hablando de él.
¿Sabe qué es lo que más preocupa a quien ha intentado matarse y se lo han llevado en ambulancia de casa?:
Volver a casa. Un vecino con tendencia suicida es mucho más censurado en el barrio que un borracho.
2008/10/26
"No hay nada más hermoso que ser los ojos de un ciego"
La gente tiene la sensación de que escalar es la mar de fácil, y es un deporte muy duro, mucho. Hay que ser un gran deportista para poder alcanzar la cima y, sobre todo, soportar la dureza, no solo del esfuerzo que supone la escalada, sino también de las condiciones climatológicas a las que te enfrentas a ciertas altitudes. Escalar es un reto personal muy grande, pues, por más ochomiles que hayas coronado, siempre te enfrentas a la duda de si podrás alcanzar el reto de hacer cima, siempre.--Se diría que en eso de la montaña también estamos en la cúspide, como en fútbol, tenis, baloncesto, F-1, balonmano, ciclismo, motos...
--Pues sí. España está en montaña entre los grandes, no solo en ochomiles sino también en dificultad, en expediciones de todo tipo. Ahí están Juanito Oiarzabal o Edurne Pasaban, por citar solo a los más populares, sorprendiendo a todos con escaladas increíbles. Sí, también en lo que hace referencia a la montaña gozamos de muy buena salud deportiva.
--De todos modos, para gestas increíbles, las que usted lidera, pues eso de coronar montañas de casi 7.000 metros con cordadas integradas por ciegos y discapacitados físicos es digno de admiración.--
Antes de hablar de lo mío, bueno, del Grupo Militar de Alta Montaña, déjeme que le diga que deberíamos encontrar una palabra que pudiese definir a los discapacitados, a los deficientes, con más acierto, tacto o mimo. Yo no sé cuál sería, pero hablamos de que les falta algo --ojos, piernas, manos, brazos--, y cuando estás con ellos tienes la sensación de que son tan capaces como tú. Ellos nos demuestran que la única barrera, el único límite, que existe es el que uno mismo se impone. Si un ciego se empeña en subir un pico de 6.962 metros como el Aconcagua, subirá. Bueno, es más, ya ha subido.
--Pero siempre necesitarán de usted, de sus lazarillos, de su guía.--Por supuesto, sí, ¿y qué? Como yo necesito de todos los demás. No más. ¿Necesita un guía?
Pues se lo ponemos y punto. Yo he estado con ellos en el Parinacota, en Bolivia, a 25 grados bajo cero, con ráfagas de viento helado, y ellos me demostraron que su fuerza de voluntad, de entrega y superación estaba a la altura de los mejores, de los campeones. Da gusto escalar con ellos. No hay nada más hermoso en esta vida que ser los ojos de un ciego. Nada.
--¿Qué es lo más impactante de trabajar --sobre todo con ciegos-- en esas condiciones, con ese riesgo?--
Sin duda, el momento en que haces cima. Afortunadamente, hasta ahora, siempre que las condiciones climatológicas nos lo han permitido, hemos hecho cima, como por ejemplo en el Aconcagua, el pico más alto de Suramérica, o el Ojos del Salado, de 6.934 metros, en Chile, el volcán más alto del mundo.
Y ¿sabe por qué es lo más emocionante y enternecedor?--
Porque la expedición logra el objetivo previsto, supongo. ¿No?--No, no: porque la mayor recompensa, el mayor placer que tenemos cuando alcanzamos una cima, sea de 6.000, 7.000 u 8.000 metros, es la satisfacción de la vista que tienes a tus pies. Y, llegado ese instante, tú tienes que compartir el placer visual con alguien que te pregunta insistentemente: "¿Qué se ve? ¿qué se ve?", porque él, que también ha hecho cima y está tan feliz como tú, no puede disfrutar por sí mismo de esa vista. Es ahí donde tú te conviertes en sus ojos y le narras, con todo lujo de detalles, siempre y cuando la niebla no te lo eche todo a perder, lo que se ve. Y puedo prometerle que no hay cosa más linda y emocionante, insisto, que contarle a un ciego lo que ves y lograr que él se sienta tan recompensado como tú. No es fácil entenderlo, lo sé, pero ha de creerme: se trata de un instante único.
--Me cuentan que usted y sus guías acaban afónicos cada expedición.--Es lógico, ¿no? Escalamos arrastrando una barra direccional de unos tres metros de longitud. Delante va uno de nosotros; detrás, un manco o un ciego B2 (es decir, con un 10% de visión) o un B3 (con un 30%) y, en medio, el ciego B1 o total. Él aprende a conocer la dificultad de la orografía por la posición de la barra. Si yo subo, la barra sube; si giro, gira; pero nunca, nunca, hay que dejar de hablarle: escalón, piedra, desnivel, barro, hielo, nieve.... y, claro, acabas afónico. Pero muy feliz, felicísimo. La recompensa es enorme.-
-No me engañe: ¿a que un día coronará con los suyos un ochomil?--
No sé si lo lograremos, pero preparados lo estamos, ellos y nosotros. Es más, tenemos en marcha un proyecto para intentar el Cho Oiu, la sexta cima del mundo, con 8.201 metros. Y, sí, ese puede ser nuestro próximo gran reto, el ochomil que nos falta.
"La identidad de una persona está hecha de recuerdos" de Tomás Eloy Martínez.
El autor de Santa Evita publica Purgatorio (Alfaguara), una novela que aborda los años de la última dictadura militar argentina y sus consecuencias. En esta entrevista, el escritor habla de la experiencia personal desde la que gestó la obra, cuya protagonista se reencuentra con su marido desaparecido tal como era treinta años antes, cuando lo perdió.
Entre la realidad y la ficción. En ese territorio de límites imprecisos y sutiles correspondencias, Tomás Eloy Martínez ha desplegado una narrativa en la que los datos históricos y los juegos de la imaginación se encuentran como dos ríos que mezclan sus aguas y forman otro distinto, más caudaloso y profundo. Su nueva novela, Purgatorio (Alfaguara), explora esa zona ambigua desde la misma trama de la historia, que gira alrededor de Emilia Dupuy, una mujer de 60 años que durante tres décadas ha buscado sin descanso a su marido, desaparecido en los días de la última dictadura militar argentina, y que por fin lo encuentra en Nueva Jersey, donde ella vive, tal como era cuando lo perdió. Se trata, según el escritor, de su obra más literaria, en la que sale detrás de aquello que la violencia del régimen dejó trunco para devolverlo a la vida a través del relato y recuperar así, de algún modo, lo que ha sido irreversiblemente arrebatado.
El libro surgió de un vacío, cuenta Martínez durante el encuentro con adncultura en su departamento de la avenida Pueyrredón, frente a una biblioteca que tapiza de libros toda una pared. Y se alimentó del hueco que le dejó la imposibilidad de vivir en la Argentina cuando, en 1975, las amenazas de la Triple A de José López Rega lo empujaron a seguir el camino del exilio, después de haber sido jefe de redacción del mítico semanario Primera Plana, director de la revista Panorama y responsable del suplemento cultural del diario La Opinión. Nacido en Tucumán en 1934, ya había publicado la novela Sagrado y la investigación periodística La pasión según Trelew. Durante su exilio en Venezuela, publicó la colección de crónicas Lugar común la muerte; después vendrían libros que lo convirtieron en uno de los escritores latinoamericanos más destacados, como La novela de Perón y Santa Evita, texto en el que invierte el procedimiento de las novelas del género non fiction para tejer un relato al que el uso de elementos propios del periodismo (entrevistas, cartas, documentos) le confiere una gran verosimilitud. "Escribió periodismo con la misma soltura y brillo que se advierten en sus novelas, y trabajó las novelas con la paciencia de un investigador obsesivo para quien la realidad era sólo una de las ramas de la imaginación", afirmó Martínez –autor además de las novelas La mano del amo y El vuelo de la reina – acerca de Norman Mailer.
Las mismas palabras podrían aplicarse a su propia obra. A la par de su trabajo periodístico y literario, Martínez ha desarrollado una carrera académica que lo llevó a ser director del programa de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Rutgers, en Nueva Jersey, donde ha sido nombrado escritor residente. Hoy, el autor de El cantor de tango reparte su tiempo entre esa ciudad y Buenos Aires. Así, a dos puntas, concibió y escribió esta novela que llegará a las librerías dentro de una semana y en la que aborda, por primera vez, los años de la dictadura.
"La idea de Purgatorio nació de la necesidad de dar forma a una melancolía que llevaba dentro desde hacía mucho.
–cuenta el escritor–. La melancolía de haber sido arrancado de mí mismo y haberme visto forzado a vivir una vida distinta de la que había imaginado. Ya que no pude vivir esa historia, me dije, por lo menos me la voy a contar, voy a tratar de reconstruirla con la imaginación. Fue una manera de cubrir esa ausencia impuesta por terceros a través de la narración y el relato. Además, como me ha sucedido con tantos otros de mis libros, esta historia vino a mí en un sueño."
–¿Cómo fue ese sueño?
–Una noche, mientras estaba escribiendo El cantor de tango, soñé con una mujer que perdía a su marido y que años después lo reencontraba tal cual. Tuve ese sueño en 2002 o 2003, no sé. Yo estaba viviendo en Buenos Aires y de pronto sentí el peso del tiempo que no había podido vivir aquí, la ausencia, la privación, los huecos de la existencia que no se me permitió tener. Y, como te dije, una noche soñé con la imagen de esta mujer. Anoté el sueño, como siempre hago. Ésa es una de las grandes diferencias en la actitud que se asume ante la literatura y ante el periodismo.
En el periodismo, cuando el oficio es asumido como mera rutina, uno trata de desconectarse al final del día de trabajo, pero en la literatura se vive todo el tiempo en función de la historia, obsesionado y llevado como por un viento que te levanta y no te deja en paz. Después de ese sueño estuve dándole vueltas al asunto, porque para mí era un enigma. Y como al principio se me presentó como un enigma, me dije que también debía mantener el enigma para el lector.
–¿Cómo construiste el personaje de Emilia?
–Lo primero que me pregunté fue cuál era el oficio, la profesión de esta mujer. ¿Qué hacían ella y el marido? Descubrí que eran cartógrafos, y allí encontré la forma en que se pierden el uno al otro. En la novela los mapas son también una manera de crear la realidad, el recurso de que se vale Emilia para construir un lugar en el que siente que hay vestigios, algo de lo que perdió.
La profesión de cartógrafa derivó de la necesidad de crear una realidad alternativa, que es en definitiva la que proporcionan los mapas. Mi biblioteca está llena de mapas. Tengo mapas de El Cairo, de Caracas, de Berlín, de todas partes. Y en el derrotero de lo que vamos a llamar, entre comillas, "mi exilio" (aunque en verdad fue un exilio que se prolongó más o menos en los mismos lugares por los que anda esta mujer en busca de su marido, con excepción de México), mi guía ante la ignorancia abismal de las realidades que tenía delante de mí eran los mapas. Los mapas eran el asidero que me permitía reconocer la realidad y, al mismo tiempo, reconocerme. –Tu exilio se inicia en Caracas... –Sí, llegué allí por recomendación de Carlos Fuentes y de Gabriel García Márquez. Salí de la Argentina huyendo de López Rega, con la protección de la embajada de México. Fuentes me recibió en la embajada mexicana en París, donde un buen día llegó García Márquez. Entre los tres empezamos a discutir a dónde podría ir. Acepté la sugerencia de García Márquez y partí hacia Caracas con una carta de recomendación para el escritor Miguel Otero Silva. Ambos lo llamaron para que me diera trabajo. "Que venga cuanto antes, que aquí tiene trabajo", contestó. Y ahí fui, pero lo del trabajo resultó un calvario, porque cuando llegué Otero Silva se había ido al castillo que tenía en Arezzo a escribir una novela. Y ahí estaba yo, en banda y sin plata. –Es interesante que Emilia viva su dolor y su lucha personal, que tienen origen en la vida política de un país y en los crímenes de una dictadura, desprovista de una visión política… –Bueno, eso es deliberado. Su rebelión, más que social contra un régimen, es individual. En los tramos finales de la novela, cuando ve al padre en el programa solidario por Malvinas, ella está en la calle, manifestando con el pañuelo blanco de las Madres. Ése es el gesto máximo de rebelión contra su padre, que representa el símbolo de la complicidad civil con el régimen. El doctor Dupuy es una figura que no existió. Se trata de una creación literaria que manifiesta el pensamiento de la dictadura, no a través del discurso imprecatorio sino desde la puesta en marcha de ese pensamiento. Yo no sé si Emilia se emancipa del todo del padre, pero el encuentro con la felicidad la salva. A mí me atraía la idea de que la novela tuviera un final feliz, aunque al principio no veía la manera de que el final fuera feliz.
–Ella de algún modo cartografía su propia realidad, traza su mapa. ¿Hay allí una suerte de redención?
–Yo lo veía como un acto de liberación, de felicidad y también como el acto de libertad que está implícito en la escritura de toda novela. Cuando una novela trasciende los límites del género y busca más allá, trata de descifrar hacia dónde puede abrirse. Una noche tuve otro sueño emblemático, que está en el libro, en el que un perro lleva dentro de sí todo aquello que no se pudo escribir, lo que no se pudo narrar, la canción que Lennon tenía en la cabeza cuando le pegaron el balazo de la muerte en el edificio Dakota, la idea de lo que se quedó sin existir, aquello que nos han quitado. Y ésa, creo, es una de las misiones mayores del novelista: contar los mundos que pudieron ser y de los cuales hemos sido privados. Es decir, escribir el mapa de lo que no hemos visto.
–La estructura del libro es muy sólida, con un pasado atroz que regresa sin que el progreso de la acción en el presente de la historia quede relegado. ¿Te costó encontrarla?
–Sin una arquitectura adecuada las novelas no avanzan, no funcionan. En este caso el tema encontró su estructura. Yo pensaba: de algún modo hay que desplegar aquello que el personaje no vivió. Y lo que yo no viví. Ésa era la idea madre. Pero la estructura en verdad se fue creando a sí misma. En general, escribir, si no me produce felicidad y plenitud, es un trabajo en el que no me reconozco. Cuando la escritura de ficciones me cuesta esfuerzo, empiezo a desconfiar.
–¿Y qué te pasó con esta novela?
–Sentí felicidad todo el tiempo. Todo el tiempo. La novela avanzaba sola, era llevada por su propia fuerza y yo quería saber cómo seguía. Había una conexión muy profunda con algo que quería escribir desde hacía tiempo y que llevaba dentro de mí. Eso de pronto se soltó, y el personaje me arrastraba hacia adelante.
–En tu caso, lo no vivido fue la vida que habrías tenido de haberte podido quedar en la Argentina. ¿Qué perdiste al verte obligado a dejar el país?
–Bueno, algo que no está en la novela. En el orden personal, perdí algo muy valioso: no pude acompañar el crecimiento de mis hijos. Y perdí la evolución profesional. En cualquier caso, perdí aquello que era, y tuve que ser otra cosa. Si esa otra cosa que he sido y soy se parecía a lo que yo hubiera sido aquí, no lo sé. De algún modo, esta novela intenta descifrar esto. Para algunos el exilio resulta una forma de privilegio, pero yo no lo creo así. Es un corte repentino y forzado en tu historia personal. Es como si te cayera un rayo o una enfermedad de golpe, del día a la noche. Te fuerzan a dejar todo lo que sos, todo lo que tenés, todo lo que pensabas ser, y te obligan a ir hacia otro lado. ¿Cómo recuperar la relación con tus hijos y restablecer ese cordón umbilical que se corta? Si además estás en una situación de necesidad extrema, es aún más difícil. Tenés que pasarles dinero para que sobrevivan, pagarte viajes para verlos y arreglar dónde verlos. Son privaciones y dilemas muy severos en la vida de un hombre. No tan severos ni insolubles como la muerte, pero sí muy dolorosos. –Y encarnaste ese sentimiento en Emilia, en una operación literaria… –Emilia, de algún modo, es Antígona. Aquella Antígona que da vueltas tratando de enterrar a su hermano Polinices sin lograr enterrarlo nunca. Si no ves el cuerpo muerto, no creés plenamente en esa muerte, aunque los años pasen y pasen.
–Has contado recién las pérdidas del exilio. ¿Has ganado algo a cambio?
–Una sola cosa, diría, he ganado: no tenerle miedo al mundo. Y confiar en mis propias fuerzas. Sentir que mis flaquezas pueden ser también fortalezas. Incluso cuando golpeaba puertas para buscar un trabajo que no había. Recuerdo sobre esto una historia que con los años resulta cómica. Cuando Otero Silva no llegaba de su castillo de Arezzo, les pregunté a las dos o tres personas que conocía en Caracas a qué puertas podía llamar para conseguir trabajo. Uno de ellos era Juan Liscano, un buen poeta que había leído algunos de mis artículos en Primera Plana. Liscano me recomendó al editor general de la Cadena Capriles. "El único puesto que tengo para usted es de jefe de redacción de una revista que se llama Elite. Le ofrezco equis dinero", me dijo aquel editor. Le respondí que agradecía su generosidad, pero que la suma no me alcanzaba para sobrevivir dignamente, porque tenía hijos en la Argentina a los que debía mantener. "¿Cuánto necesita?", me preguntó. Le pedí algo así como un 40 por ciento más. "Eso es lo que gana el director de la revista, no puedo pagarle tanto", me dijo. Finalmente accedió, con la condición de que empezara en mis funciones al día siguiente. Ese mediodía yo estaba invitado a almorzar con varios escritores a un lugar donde corría el alcohol en cantidades siderales. A las dos de la tarde todo el mundo estaba borracho. "¿Pero cómo vas a trabajar en ese lugar?", se alarmaron aquellos amigos, reprochándome que formara parte de una cadena de revistas con fama de sensacionalista. "Necesito el dinero. Necesito sobrevivir. Y en el orden político, no defiende los regímenes autoritarios, defiende la democracia", respondí. Uno de ellos me preguntó si podía dar cursos en las universidades. Yo había sido profesor en La Plata y tracé el plan de dos o tres cursos: sobre las vanguardias, sobre los nuevos rumbos de la la literatura fantástica, sobre la idea de la alegoría en Walter Benjamin. Entonces unos y otros llamaron a sus amigos en universidades del interior, y acordaron que yo enseñaría durante dos meses por mucho más dinero del que iba a recibir en la revista Elite. Me presentaron a una persona que me pondría en contacto con las universidades, a la que debía llamar al día siguiente para concertar los detalles. Eso hice: llamé por teléfono a esa persona y le pregunté cuándo debía salir hacia Mérida y Valencia, y cómo se llamaban los decanos que me iban a recibir. Para mi sorpresa, advertí que este hombre no tenía la menor idea del acuerdo. Llamé a las personas que me habían puesto en aquel aprieto, y les sucedía lo mismo. Nadie recordaba nada. ¿Cómo era posible? A todo esto, yo había ido a ver al editor que me había ofrecido un sueldo tan bueno para decirle que no podía aceptar el puesto porque las universidades tales y cuales me habían ofrecido trabajo. "Está muy bien, yo respeto su decisión, pero cuando usted salga por esa puerta, no quiero que vuelva a entrar nunca más", me despidió.
–Una sola cosa, diría, he ganado: no tenerle miedo al mundo. Y confiar en mis propias fuerzas. Sentir que mis flaquezas pueden ser también fortalezas. Incluso cuando golpeaba puertas para buscar un trabajo que no había. Recuerdo sobre esto una historia que con los años resulta cómica. Cuando Otero Silva no llegaba de su castillo de Arezzo, les pregunté a las dos o tres personas que conocía en Caracas a qué puertas podía llamar para conseguir trabajo. Uno de ellos era Juan Liscano, un buen poeta que había leído algunos de mis artículos en Primera Plana. Liscano me recomendó al editor general de la Cadena Capriles. "El único puesto que tengo para usted es de jefe de redacción de una revista que se llama Elite. Le ofrezco equis dinero", me dijo aquel editor. Le respondí que agradecía su generosidad, pero que la suma no me alcanzaba para sobrevivir dignamente, porque tenía hijos en la Argentina a los que debía mantener. "¿Cuánto necesita?", me preguntó. Le pedí algo así como un 40 por ciento más. "Eso es lo que gana el director de la revista, no puedo pagarle tanto", me dijo. Finalmente accedió, con la condición de que empezara en mis funciones al día siguiente. Ese mediodía yo estaba invitado a almorzar con varios escritores a un lugar donde corría el alcohol en cantidades siderales. A las dos de la tarde todo el mundo estaba borracho. "¿Pero cómo vas a trabajar en ese lugar?", se alarmaron aquellos amigos, reprochándome que formara parte de una cadena de revistas con fama de sensacionalista. "Necesito el dinero. Necesito sobrevivir. Y en el orden político, no defiende los regímenes autoritarios, defiende la democracia", respondí. Uno de ellos me preguntó si podía dar cursos en las universidades. Yo había sido profesor en La Plata y tracé el plan de dos o tres cursos: sobre las vanguardias, sobre los nuevos rumbos de la la literatura fantástica, sobre la idea de la alegoría en Walter Benjamin. Entonces unos y otros llamaron a sus amigos en universidades del interior, y acordaron que yo enseñaría durante dos meses por mucho más dinero del que iba a recibir en la revista Elite. Me presentaron a una persona que me pondría en contacto con las universidades, a la que debía llamar al día siguiente para concertar los detalles. Eso hice: llamé por teléfono a esa persona y le pregunté cuándo debía salir hacia Mérida y Valencia, y cómo se llamaban los decanos que me iban a recibir. Para mi sorpresa, advertí que este hombre no tenía la menor idea del acuerdo. Llamé a las personas que me habían puesto en aquel aprieto, y les sucedía lo mismo. Nadie recordaba nada. ¿Cómo era posible? A todo esto, yo había ido a ver al editor que me había ofrecido un sueldo tan bueno para decirle que no podía aceptar el puesto porque las universidades tales y cuales me habían ofrecido trabajo. "Está muy bien, yo respeto su decisión, pero cuando usted salga por esa puerta, no quiero que vuelva a entrar nunca más", me despidió.
–Te quedaste sin una cosa y sin la otra.
–Primero, no había clases en esa época del año. Fijate lo incauto que puede ser un tipo que no tiene mapas ni brújulas para orientarse en una cultura desconocida. Y segundo, todos estaban borrachos, tanto los que estaban pidiendo trabajo para mí como los decanos que aceptaban dármelo. Nadie recordaba nada. Conté más tarde la historia en un diario de Caracas, precisamente el diario de Otero Silva. El título que le puse era "Luces de la ciudad", en alusión a la película de Chaplin. Todos se rieron mucho. Nadie me compadeció. Desesperado, conseguí trabajo en un periódico opositor donde me pagaban salteado. El personal debía salir corriendo al banco para cobrar las quincenas porque los depósitos eran insuficientes y no alcanzaban a cubrir todos los sueldos. El diario se llamaba Al Cierre. Un nombre profético, pues cerró muy poco después.
–Escribiste esta novela desde una pulsión muy personal. ¿Has imaginado cómo puede ser leída y recibida, tratándose de un tema cuyas heridas parecen no haber cicatrizado?
–Francamente, ya no me preocupa cómo se me lee. Después de haber sido bien y mal leído, y haber descubierto que tus intenciones no fueron muchas veces claras para la gente, empieza a bastarte con que el libro te proporcione una cierta plenitud. No creo en la literatura excluyente o narcisista del que escribe para sí mismo, pero en este caso me interesaba cubrir un hueco. También en La novela de Perón hay una pulsión personal, aunque de signo diferente: Perón cambió la vida de los argentinos durante 40 o 50 años y aún ahora sigue haciéndolo a través de sus herederos. En un momento dado me dije: tengo que contar quién era en verdad este hombre, mi país tiene que saber quién era. Entonces reuní todo el material y la información que conocía de primera mano y eso me dio impulso para escribir.
–¿Tus libros parten siempre de pulsiones que tienen que ver con tu biografía?
–No todos, aunque la biografía se entromete, porque no podés escribir sino con tu sangre, con tus huesos, con tu memoria. Estamos hechos de memoria.
–No todos, aunque la biografía se entromete, porque no podés escribir sino con tu sangre, con tus huesos, con tu memoria. Estamos hechos de memoria.
¿Cuál es la identidad de una persona?
Los recuerdos, creo. Lo que nos hace distintos es que mis recuerdos no son iguales a los tuyos. Y este hecho introduce, quieras o no, elementos de la propia biografía dentro de las historias que uno escribe.
–¿Ayuda Purgatorio a saldar de algún modo aquello que no pudiste vivir?
–Nunca cubrís esa ausencia. No hay manera de saber cómo hubiera vivido yo en ese momento, de haber estado aquí, o qué habría sido de mí. Muchas veces pensé: ¿habría perdido conciencia yo también? ¿Quizá no habría visto parte de lo que ocurría entonces? Hasta qué punto hubiera sido… no un cómplice, porque hay una especie de fuerza moral interior que viene de toda tu vida que te impide caer en esa trampa, pero el riesgo está ahí. No sé, ciertas cosas peores que el exilio podrían haberme sucedido, como verme sometido a la más extrema miseria mientras tenía que sostener una familia. Hay gente que eligió caminos de una enorme dignidad. Y en otras profesiones. Rogelio García Lupo, por ejemplo, en esos años trabajó en una empresa de construcción.
–¿Los familiares de desaparecidos siguen esperando? ¿Qué es lo que esperan, en ese caso?
–Como en la tragedia griega: si no ves el cuerpo, no te resignás a la pérdida, no te resignás a la muerte. En las batallas, los griegos respetaban la sepultura de los muertos. Se daban una tregua para que los ejércitos pudieran enterrar o quemar los cuerpos. Eso, que está en la Ilíada, permite el duelo de los que quedan. Aquí este principio no se respetó en nombre de una guerra que no existía, pues se estaba persiguiendo un ejército que tampoco existía. Pero la pérdida es algo irreversible. Como decíamos antes, aquello de lo que nos privaron, desde los años que no pudimos vivir, los amores que no pudimos tener, hasta las conversaciones de las que no pudimos disfrutar, todo eso es un desgarramiento definitivo, como el desmembramiento de un pie o de un brazo. No regresa, por mucha invocación que haya. El daño que se le infligió a este país es un daño absoluto, porque incluso aquellos que se salvaron en muchos casos sufrieron un daño moral muy grande. –El título de la novela, Purgatorio, vale tanto para los desaparecidos como para los que quedan. -Claro, el Purgatorio es la espera, y Emilia, la que queda, también está en un purgatorio continuo, en continua situación de espera. Y eso también vale de algún modo para la novela, que navega muy lentamente entre la realidad y la irrealidad. –Ahora se han reabierto los juicios a los militares que han participado de la represión. Pero pareciera que, en lugar de justicia, alrededor de un tema tan sensible ha habido, de parte de los últimos gobiernos, una manipulación por intereses políticos… –Son dos temas distintos. La necesidad de los juicios responde a que se cometieron delitos de lesa humanidad que no tuvieron condena. Los resultados del Juicio a las Juntas, cuya importancia conviene recordar, fueron borrados por el decreto de indulto; además, las leyes de Punto Final y Obediencia Debida limitaron el derecho a la justicia. La manipulación que se pueda hacer con esto (que se disimulen así errores políticos, falsías, falta de proyectos, frustraciones de las posibilidades del país) es harina de otro costal. Coincido en que hay que oponerse al uso de algo tan doloroso para la vida colectiva argentina como son los horrores de la dictadura militar, pero me importa que se intente hacer justicia, aunque llegue treinta años tarde. –Ha vuelto a ventilarse el caso Rucci. Y con él aparece otro lastre antiguo, que es la puja entre dos sectores del peronismo, aunque ahora desprovista de ideología. –Me parece que ahí hay otra manipulación. Si de una vez por todas se pone en claro que los crímenes de lesa humanidad son los crímenes cometidos por el Estado con el poder del Estado, vemos que el caso Rucci no entra dentro de esa categoría. En fin, me parece bien que se esclarezcan todas las verdades que se puedan, pero no en nombre de artificios jurídicos que no son válidos. Es importante que se establezca de una buena vez, y la Corte Suprema es la única que puede hacerlo, que los delitos de lesa humanidad son aquellos cometidos por el Estado con el dinero de los contribuyentes.
–Hay mucha música en Purgatorio. Se menciona a Almendra, a los Beatles, a Keith Jarrett. ¿Qué relación tenés con la música?
–La música me importa mucho. En todas mis novelas está la música. Es como si yo la oyera de fondo mientras escribo. Eso no sucede en la realidad, pero es como si las palabras estuvieran acunadas por una música. En el caso concreto de Almendra, yo fui a ese recital de 1973 en el que Emilia y Simón, su marido, se conocen. Me dije cuando escribía: ¿qué cosas viví aquí en mi país y quiero recuperar con mi memoria? Aquéllos eran los tiempos de "Muchacha ojos de papel". La música te transporta a la época como ninguna otra cosa. –Es lindo lo que se dice en la novela de The Köln Concert, de Jarrett: que es una música "fugitiva" –Me hizo muy feliz cuando descubrí que era una música única, que se produce una sola vez. La grabación rescata ese recital en vivo que ocurre como nunca más va a volver a suceder. Entonces, no es el concierto en sí mismo sino también las toses, los suspiros, el roce de los cuerpos, todo lo que la vida humana aporta e integra a la música. Esto sucede también en la ópera. Yo iba dos o tres veces por semana a la Ópera de Nueva York, donde era abonado. Las toses, los suspiros, los que se levantan y se van, todo eso forma parte de la atmósfera del espectáculo.
–La música me importa mucho. En todas mis novelas está la música. Es como si yo la oyera de fondo mientras escribo. Eso no sucede en la realidad, pero es como si las palabras estuvieran acunadas por una música. En el caso concreto de Almendra, yo fui a ese recital de 1973 en el que Emilia y Simón, su marido, se conocen. Me dije cuando escribía: ¿qué cosas viví aquí en mi país y quiero recuperar con mi memoria? Aquéllos eran los tiempos de "Muchacha ojos de papel". La música te transporta a la época como ninguna otra cosa. –Es lindo lo que se dice en la novela de The Köln Concert, de Jarrett: que es una música "fugitiva" –Me hizo muy feliz cuando descubrí que era una música única, que se produce una sola vez. La grabación rescata ese recital en vivo que ocurre como nunca más va a volver a suceder. Entonces, no es el concierto en sí mismo sino también las toses, los suspiros, el roce de los cuerpos, todo lo que la vida humana aporta e integra a la música. Esto sucede también en la ópera. Yo iba dos o tres veces por semana a la Ópera de Nueva York, donde era abonado. Las toses, los suspiros, los que se levantan y se van, todo eso forma parte de la atmósfera del espectáculo.
–¿Y por qué Jarrett?
–Porque es también muy central en esa época. The Köln Concert es un disco del 1975, y Emilia y Simón lo escuchaban entonces. Después, cuando vuelven a estar juntos escuchan The Melody at Night, with You , una obra lindísima. Les queda Jarrett.
–¿Hay correspondencias entre la música y la escritura?
–Muchas. La escritura aspira a ser música. La música es el cielo o el paraíso de la escritura, que es lo terrenal. Es como su gran amor, aquello que la escritura quiere ser, forma pura que se narra a sí misma. La música se convierte en narración y la narración se convierte en música. En la novela también quise incluir las sinfonías que Mozart no pudo escribir. Murió a los 35, casi 36 años, imaginemos todo lo que llevaba en su ser y pudo haber sido música. Pero de las músicas que aparecen en el libro, la Misa en Do menor de Mozart es mi obra favorita. Tengo una versión con Kiri Te Kanawa que me parece formidable. –William Styron contó que Un réquiem alemán de Brahms lo rescató de una depresión feroz. –Sí, la música es curativa.
–¿Tenés algún método cuando estás enfrascado en la escritura de una novela? –Soy muy desordenado para escribir, pero trato de mantener cierta disciplina. Me rodeo de calendarios, de almanaques, de relojes, y me fijo todos los días una meta, para alcanzar unas cuantas páginas por semana. Tengo un pizarrón donde voy anotando los avances y eso me da aliento para seguir adelante. Todavía conservo el pizarrón de Purgatorio. La disciplina es fundamental, esencial. Y, claro, es mucho más gratificante la disciplina que te imponés a vos mismo que la impuesta por el rigor del trabajo.
–¿Escribías todos los días? –Sí, y me levantaba con gran felicidad para escribir. La escritura no es sólo el acto de transformar la imaginación en lenguaje, sino el descubrimiento de que ese lenguaje desencadena una realidad inesperada y nueva que te rehace, que te permite ser otro, muchos otros. Los días son mucho más ricos si el libro no se te baja de la cabeza, si te impregna de vida todo el tiempo.
–¿Hiciste investigación para esta novela? –En todos mis libros hay trabajo de investigación y en Purgatorio también. Cuando escribís sobre la Argentina, el precio de las cosas y las mudanzas del dólar resultan una pesadilla. La realidad se mueve aquí a un ritmo tan vertiginoso que es difícil asir las cosas. Sobre todo esto tengo una montaña de documentos. Me compraba cuanta revista Gente o Somos podía, para recrear la época, con su patetismo y ridiculez, y para leer las barbaridades que se escribían por entonces. Creo que no se puede imaginar por completo la realidad, y no conozco autor que lo haga. Los lectores tienen una memoria implacable y no perdonan la menor ligereza en los datos. Hasta Cien años de soledad, que teje puras imaginaciones, es un libro con un trabajo de investigación muy riguroso. García Márquez atravesaba Ciudad de México en busca de cierto ejemplar de la Enciclopedia Británica que necesitaba para un dato. El rigor es importante en una novela. Para Purgatorio empecé a preguntar qué se veía por la televisión en esos años, porque la atmósfera está dada por los signos que te caen como una lluvia y te modifican el ser.
–¿Por qué decidiste incluir en la novela un personaje que responde a tus señas de identidad? –Por necesidad. En un momento dado me dije: si voy a escribir la historia de este personaje, es injusto que no me conozca. Y mezclé la irrealidad novelesca con la realidad. Me dije: tengo que ir a conocer a Emilia. Además, la acción transcurre en el barrio donde viví cuando llegué a Estados Unidos. Ahí puse la casa de Emilia, que existe: es la casa donde escribí Santa Evita . De hecho, el cuarto donde ella hace gimnasia con la bicicleta fija es el ínfimo estudio donde escribí ese libro.
–¿Dirías que Purgatorio es tu obra más literaria? –Sin duda. No literaria en el sentido de más cuidadosamente escrita, sino en sentido de que hay creación de personajes y hay la invención de un mundo. A partir del mundo real, se crea un mundo que no existe.
–Bueno, en este caso tenías entre manos una historia que no había podido ser, y no te quedaba más remedio que crearla.
–Claro. Está todo creado, todo imaginado, salvo los desdichados hechos históricos que sirven de escenario.
2008/10/22
Juan José Millás gana el Premio Nacional de Narrativa con la novela 'El mundo'
El periodista y escritor valenciano Juan José Millás ha ganado el Premio Nacional de Narrativa 2007, concedido por el Ministerio de Cultura, por su novela El mundo, con la que obtuvo el Premio Planeta hace un año. El mundo es, en palabras de su autor, una "autobiografía novelada o una novela biográfica", protagonizada por el preadolescente que fue. La historia de la novela se centra en un chaval de entre 10 y 14 años que descubre el mundo, tras haber "sufrido un corte en su vida".Millás abandonó su Valencia natal a los seis años, "perdiendo el mar, la luz y llegando a una ciudad inhóspita y fría" (Madrid).
En su relato ofrece la visión de un muchacho que descubre la calle en la que ha pasado la preadolescencia y de la que ha intentado huir siempre. Cuando, finalmente, consigue escapar de allí, se encuentra esa misma calle en Nueva York, Bogotá o Londres, porque, en definitiva, esa calle es el mundo, al que hace inevitablemente referencia el título del libro.Poesía y relatos cortos y largos Juan José Millás, novelista y periodista valenciano afincado en Madrid, nació el 31 de enero de 1946 en Valencia, donde residió hasta 1952 en que su familia se trasladó a vivir a Madrid. Empezó escribiendo poesía, pero adquirió su popularidad a raíz de la publicación de su relato Cerbero son las sombras que fue escrito en 1972, obtuvo el Premio Sésamo de novela corta 1974, y fue publicado en 1975.A su primera novela larga, Visión del ahogado (1977, Alfaguara), siguieron otras como El desorden de tu nombre (1986), hasta que con La soledad era esto (1990) le llegó el Premio Nadal por una obra que fue llevada al cine en el 2002 por el director argentino Sergio Renán y los actores Charo López, Ingrid Rubio y Ramón Langa.
A esta le siguieron otros tantos títulos, así como artículos elaborados para el diario El País recogidos en Algo que te concierne (1995), y, además, ha publicado tres volúmenes recopilatorios de relatos: Primavera de luto (1992), Ella imagina (1994) --un monólogo llevado al teatro--, y Trilogía de la soledad (1997).Entre los más leídos en América y Europa Autor de varios cuentos en periódicos, su trabajo como columnista le ha reportado los premios periodísticos Mariano de Cavia 1998, y de Lectura Germán Sánchez Ruipérez por sus respectivos artículos Lo real y Leer, publicados en El País. Obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes 2002 por su artículo Errores, así como el Premio de Periodismo Francisco Cerecedo 2005, que otorga la Asociación de Periodistas Europeos.Su novela El desorden de tu nombre figuró con otras 21 en lengua española en las librerías francesas en el otoño del 2006, y su obra de ficción Laura y Julio fue uno de los libros más vendidos en América y Europa en diciembre del 2006, con la que compitió al premio Rómulo Gallegos. Es asiduo de conferencias y seminarios de literatura y de las Universidades de Verano de El Escorial y Santander (UIMP), está casado y tiene dos hijos.
La mejor novela pubicada en el añoEl Premio Nacional de Narrativa del Ministerio de Cultura está dotado con 20.000 euros y tiene como finalidad distinguir la mejor novela publicada en el año, tanto en castellano como en alguna de las otras lenguas cooficiales del Estado.
El jurado ha estado presidido por el director general del Libro, Archivos y Bibliotecas, Rogelio Blanco, y han formado también parte del mismo, entre otros, José Antonio Pascual, Euloxio Rodríguez, Arantza Urretabizkaia, Antonio Gómez Rufo, José María Pozuelo, Ramiro Pinilla y Vicente Molina Foix, los dos últimos autores premiados.La edición del 2006 premió al escritor alicantino Vicente Molina Foix, que obtuvo el prestigioso galardón por su novela El abrecartas, una recreación epistolar de la historia de España del siglo XX. Este año el Ministerio de Cultura ha decidido aumentar de 15.000 a 20.000 euros la cuantía de los premios nacionales de Literatura en las modalidades de Poesía, Narrativa, Ensayo y Literatura Dramática.
El mundo, novela que fue galardonada el pasado año por estas fechas con el premio Planeta, es uno de los libros más vendidos desde que se publicó. "Es una obra muy especial, que tenía guardada en el cajón mucho tiempo, y que, finalmente, decidí presentarla al Planeta. Una de las mejores decisiones que he tomado," ha afirmado el autor.
Una excelente decisión para una novela que cuyo recorrido no parece haber terminado. "El libro me ha abierto también la posibilidad de llegar a un número más amplio de gente y cierra unas cosas y abre otras, todavía no sé muy bien cuáles son, pero es así. Estoy seguro de que cierra una etapa personal de mi vida y de Juan José Millás como escritor" "La calle de tu infancia"El autor de La soledad era esto cree que el jurado que hoy le ha otorgado el premio habrá valorado la calidad literaria de la novela, esto es, "la belleza formal y los contenidos", aclara."
Con este premio también se cae ese tópico según el cual las novelas con premio tienen algún estigma", ha dicho Millás.En El mundo, Juan José Millás realiza una especie de psicoanálisis literario al narrar la iniciación y el desarrollo de un chaval de barrio de 10 años, que lleva su mismo nombre, y que cuenta cómo se inicia en la vida y descubre lo que es el mundo. "El mundo es la calle de tu infancia", ha concluido Millás.
¿Y dónde están los idiotas?
finales de los años noventa del siglo pasado tres bufones del libre mercado (Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa) publicaron el "Manual del perfecto idiota latinoamericano". El libro fue reseñado y promocionado con alborozo por la poderosa industria de la propaganda atrincherada en la denominada libertad de prensa que regenta la Sociedad Interamericana de Prensa, SIP.
Se trataba más de ofender que de cuestionar los esfuerzos y experiencias, victoriosos o fallidos, de numerosos investigadores, intelectuales, políticos, movimientos y partidos que han arriesgado su propia vida e integridad en aras de modificar la inercia de pobreza y humillación de América del sur.
Las mofas y escupitajos cubrieron a figuras caras del ideario libertario o progresista latinoamericano como José Carlos Mariátegui, Víctor Hugo Haya de la Torre, Salvador Allende, Eduardo Galeano; denostaron del sandinismo y de la revolución cubana y cayeron en la vindicta contra los pensadores y escritores que los han superado a punta de talento en las vitrinas de las librerías y en las aulas de las universidades.
Buscaban mostrar, estos celosos hombres de la libertad y el progreso, que el atraso y subdesarrollo de nuestros países no era responsabilidad de la dependencia, concentración de la riqueza ni desigualdad creciente, sino de atávicas tendencias a permitir un Estado "metiche" y a no dejar que el sacrosanto mercado por obra y gracia de la mano invisible de la inversión privada resolviera las penurias y tristezas de las gentes.
Dos lustros después, estos mismos señores (el término escritores, políticos o diplomáticos, se resiste a ser usado, porque no son ni lo uno, ni lo otro) volvieron a apelar a la injuria para solazarse con sus patrocinadores como una manera de justificar aquiescencias. Es lo que se le pide al bufón, que se revuelque en la arena para regusto del monarca y la galería. En esta ocasión, denominaron su segundo folleto "El regreso del idiota". Trataban de interpretar lo que está ocurriendo en las tierras de Bolívar, San Martín, Artigas, OÂ’higgins, Sandino, Morazán y Martí, que a la luz de sus descocadas conclusiones también cabrían dentro de la categoría de imbéciles por haberse atrevido a no seguir las pautas de la colonia y del centro cosmopolita.
Ahora ampliaron el señalamiento y traspasando océanos universalizaron su inquina. Incluyeron en su lista de "idiotas", para alegría de la decencia, a Noam Chomsky, Ignacio Ramonet, Alfonso Sastre, Harold Pinter y un largo etcétera.
Por fortuna, estamos bien acompañados. A difícil que la tiene la derecha extrema, mostrar una lista con tanto brillo y desaborde de inteligencia, como la que posee la intelectualidad de sensibilidad social en el mundo y particularmente en nuestro continente. El mismo McCain, tiene apuros para mostrar en sus actos proselitistas aunque sea una figura segundona de la industria del cine.
En esta oportunidad y abandonando toda honradez conceptual no recogieron sus trastos rotos de la primera vocinglería. Porque no sólo no se apartaron los gobiernos suramericanos del consenso de Washington, sino que, para desazón de los Apuleyos, Montaneres y Vargasllosas, América Latina resuelve seguir su propio camino a contrapelo de las recomendaciones de estos gacetilleros iluminados.
Ahora ante la evidencia, han echado mano de otra forzada conclusión. Dividir a los gobiernos de la región entre izquierda moderada o democrática y populista o indigenista. Cómo Álvaro Uribe y Felipe Calderón no les alcanza para hacer ningún entreverado representativo de la democracia en el continente, por que tocaría incluir a George Bush, con la ignominia del uso aprobado de la tortura, le herida de Abu Ghraib y el campo de concentración de Guantánamo, entonces apelan a la matización para justificar la reedición del libelo. Los iluminados se quedaron solos porque los idiotas se fueron en masa para el otro lado y ahora hay que reclutar a los más sensatos. Los alumbrados están dedicados a dividir la idiotez.
Entonces, en la clasificación idiotezca excluyen a Bachellet de Chile, Lula de Brasil, Tabaré de Uruguay, Ortega de Nicaragua y los Kirchner de Argentina. Y las enfilan todas contra los gobiernos de Venezuela, Bolivia y Cuba. El libro no alcanzó a medir la "idiotez" del pueblo ecuatoriano ni paraguayo. Nos quedamos sin conocer las bendiciones de los brujos del mundo libre. Ahora deben de estar pensando en un tercer pasquín porque la "idiotez" crece. Alcanza a Estados como el hondureño que ingresó al ALBA, y muchos otros caribeños y puede ocurrir que el mismo pueblo estadounidense se idiotice y cometa la estupidez de elegir a un negro. Para estos disfrazados mosqueteros de las corporaciones debe ser insultante que la Casa Blanca cambie de color.
Pero hay otro detallito que merece ser mencionado. Los libros de marras tienen como hilo conductor sustentar la idiotez latinoamericana, y ahora mundial, sobre la base de reconocer la importancia del Estado y la preeminencia de la inversión social. En contrario plantean estos cerebros adelantados dejar todo al arbitrio del mercado. Sostienen que el primer mundo es el ejemplo a seguir en materia de desarrollo. Y que para ello es preciso superar la "idiotez" de la intervención estatal. La riqueza la produce la inversión privada y el Estado no debe estorbar. El Estado es costo fiscal y corrupción, el neoliberalismo es desarrollo y felicidad para todos...
En eso andaban, cuando se les desinfló el discurso. ¿Qué dirán ahora? Viendo como sucumbe Wall Street, como cae el mercado bursátil y la economía más próspera del mundo tiene que recurrir a métodos que ha repudiado para evitar la hecatombe. Ahí están demandando del Estado para que salve la impúdica mano prodigiosa del mercado "que no se cansa de producir riqueza y alegría" y que ahora mostró su desnudez de especulación y fraude sin par. La ética capitalista tan democrática como límpida echando mano del erario, esto es, saqueando los bolsillos de los contribuyentes para salvar los bancos, aseguradoras e inmobiliarias quebradas por los ídolos de nuestros apuleyos-montaneres y vargasllosas. ¿Quiénes son los verdaderos idiotas? ¿Dónde están? Si estos pueblos son "idiotas" ¿no serán ustedes venerables imbéciles?
Por eso produce risa leer a uno de estos apasionados defensores de la especulación financiera y del dejar hacer y dejar pasar. Se pregunta por estos días Mario Vargas Llosa –tan buen ficcionista hasta que lo mareó la bruma de Londres- "¿cómo es posible que se haya llegado a estos extremos críticos sin que nadie lo advirtiera?" No, si, don Mario, alguien lo advirtió, muchos lo advirtieron y tantas veces, lo que ocurre es que para usted, don Mario, como para los alegres mosqueteros del capitalismo, todos ellos son unos idiotas.
Y por cierto, don Mario, "eso de Chávez de repartir entre los pobres es puro populismo deleznable" ¿cierto? ¿Qué nos dice, de los 750 mil millones de dólares que Bush reparte entre unos pocos ricos por estos días?
2008/10/20
Opinión: Qué se sabe del ganador del Premio Nobel de Literatura
Si no fuera porque la noticia ya tiene unas horas -y porque Internet cambió el ritmo periodístico al punto de que unas horas ya convierte la información en antigua-, daríamos una primicia: Jean-Marie Gustave Le Clézio ganó el Premio Nobel de Literatura.
Pero cuando Horace Engdahl, secretario permanente de la Academia Sueca, afirmó que "Estados Unidos está demasiado aislado, y es muy insular. No traducen lo suficiente y no participan en el gran diálogo de la literatura" -en pocas palabras, que la literatura estadounidense no puede competir con la europea, centro de la literatura, según su punto de vista-, no sabíamos todavía que precisamente un escritor francés sería elegido.
No conocemos hasta qué punto la opinión de Engdahl representa a las demás. Pero sí podemos pensar hasta qué punto se puede pensar la literatura en términos de nacionalidades, hasta qué punto podemos sostener que las obras literarias de un mismo país exhiben ciertos rasgos comunes, propios de una esencia nacional, tal vez difícil de definir, pero claramente identificable.
Que el hecho de que escritores de un país que atravesaron una guerra o una dictadura -por poner ejemplos extremos- insistan con ciertos temas y modos de representación es indiscutible: las experiencias comunitarias fuertes influyen en las producciones artísticas de sus escritores, en la elección de determinados asuntos y tal vez incluso en la liberación de ciertas ideas que antes se encontraban implícita o explícitamente censuradas. Pero, aparte de estos casos relativamente infrecuentes, ¿hay algo así como una idiosincrasia literaria, una corriente cultural e ideológica que diferencia las producciones de una comunidad de otras? ¿Se puede decir, siguiendo a Engdahl, que los escritores estadounidenses son "más dependientes de las modas"? ¿O que las literaturas eslavas son más conceptuales y poseen gran hondura filosófica, mientras que los latinoamericanos -cultivan -o supieron cultivar- con felicidad (y, tal vez, fatalidad, desde este punto de vista)- el realismo mágico? ¿Se puede decir que la poesía se da mejor en Brasil, por ejemplo, o en países tradicionalmente relacionados con lo emotivo o lo sensual, que en países nórdicos? ¿Sólo Inglaterra hubiera podido producir un Shakespeare, como sólo México podía dar -en ese momento y en ese lugar- un Juan Rulfo?
Y ¿qué piensan de la asignación del premio a Jean-Marie Gustave Le Clézio? ¿Han leído algo de él? ¿Juzgan el premio merecido? ¿A quién tenían ustedes por favorito? No tendremos voto, pero sí voz...
El principal galardón de las letras se quedó en Europa. Le Clézio, un explorador de culturas, ganó el Premio Nobel.
El narrador francés es "un autor de nuevos rumbos", dijo la Academia Sueca.
El escritor francés Jean-Marie Gustav Le Clézio, que ha entrelazado su vida y su literatura a los viajes y las culturas diversas, fue galardonado ayer con el Premio Nobel de Literatura, un reconocimiento que devolvió la distinción más prestigiosa de las letras a Francia.
Al comunicar las razones de su decisión, la Academia Sueca describió a Le Clézio, de 68 años, como "un autor de nuevos rumbos, de la aventura poética y del éxtasis sensual" y un "explorador de la humanidad, dentro y fuera de la civilización dominante".
Escritor trashumante y ecologista, fascinado por la cultura amerindia, Le Clézio representa las ambigüedades del mundo global y la escritura como metáfora del viaje hacia otras vidas.
El anuncio encontró al escritor -que reside en Estados Unidos- en París, en una escala entre Corea del Sur y Canadá. Enseguida, ofreció una conferencia de prensa en la sede parisina de la editorial Gallimard, en la que -en francés, inglés y español, sereno y bromista- repasó sus viajes por el mundo, recordó su amor por la cultura americana, particularmente por el pasado mexicano, y definió su idea de la literatura. "Escribir es escuchar el ruido del mundo", dijo.
La decisión de la Academia Sueca en favor de un europeo reforzó la polémica originada en los últimos días después de que su secretario perpetuo, Horace Engdahl, dijo que Estados Unidos permanece aislado y "no participa del gran diálogo de la literatura". Ayer, Engdahl bajó el tono: "Le Clézio es un cosmopolita, un nómade. Pertenece a varias culturas y pasó largas etapas de su vida en otros lugares, no en Europa. No se lo puede contar como un típico escritor europeo", afirmó. Sin embargo, Le Clézio es el séptimo europeo distinguido entre los últimos diez premiados. El último ganador francés había sido Claude Simon, en 1985. En 2000 lo ganó Gao Xingjian, chino nacionalizado francés, pero que escribe en mandarín.
"Le Clézio ha conseguido rescatar las palabras del estado degenerado del lenguaje cotidiano para devolverles la fuerza para invocar una realidad existencial", dijo la Academia. Sin embargo, mientras el presidente francés, Nicolas Sarkozy, saludó el premio como un reconocimiento a la cultura francesa, los críticos de ese país no fueron unánimes en el elogio.
La producción literaria del flamante Nobel -que ya anticipó que estará en Estocolmo el 10 de diciembre próximo para recibir el premio- comprende novelas, ensayos y libros para niños. Once obras se tradujeron al español, entre ellas La cuarentena , El pez dorado (ambos de Tusquets), Mondo y otras historias (Eudeba) y El africano (Adriana Hidalgo). Le Clézio estuvo el año pasado en Buenos Aires para presentar El africano y Urania en la Feria del Libro .
Ayer, el escritor relativizó los cambios que la súbita fama global del Nobel traerá a su vida. "Estoy escribiendo un libro y no voy a parar por esto. Creo que ahora todo va a ser más sencillo. La Academia me ha regalado tiempo", dijo. Pero sus razones para escribir sin descanso pueden ser más profundas: "Tengo la superstición de que mientras tienes un manuscrito entre manos te mantienes con vida, al menos hasta que lo terminas".
Al comunicar las razones de su decisión, la Academia Sueca describió a Le Clézio, de 68 años, como "un autor de nuevos rumbos, de la aventura poética y del éxtasis sensual" y un "explorador de la humanidad, dentro y fuera de la civilización dominante".
Escritor trashumante y ecologista, fascinado por la cultura amerindia, Le Clézio representa las ambigüedades del mundo global y la escritura como metáfora del viaje hacia otras vidas.
El anuncio encontró al escritor -que reside en Estados Unidos- en París, en una escala entre Corea del Sur y Canadá. Enseguida, ofreció una conferencia de prensa en la sede parisina de la editorial Gallimard, en la que -en francés, inglés y español, sereno y bromista- repasó sus viajes por el mundo, recordó su amor por la cultura americana, particularmente por el pasado mexicano, y definió su idea de la literatura. "Escribir es escuchar el ruido del mundo", dijo.
La decisión de la Academia Sueca en favor de un europeo reforzó la polémica originada en los últimos días después de que su secretario perpetuo, Horace Engdahl, dijo que Estados Unidos permanece aislado y "no participa del gran diálogo de la literatura". Ayer, Engdahl bajó el tono: "Le Clézio es un cosmopolita, un nómade. Pertenece a varias culturas y pasó largas etapas de su vida en otros lugares, no en Europa. No se lo puede contar como un típico escritor europeo", afirmó. Sin embargo, Le Clézio es el séptimo europeo distinguido entre los últimos diez premiados. El último ganador francés había sido Claude Simon, en 1985. En 2000 lo ganó Gao Xingjian, chino nacionalizado francés, pero que escribe en mandarín.
"Le Clézio ha conseguido rescatar las palabras del estado degenerado del lenguaje cotidiano para devolverles la fuerza para invocar una realidad existencial", dijo la Academia. Sin embargo, mientras el presidente francés, Nicolas Sarkozy, saludó el premio como un reconocimiento a la cultura francesa, los críticos de ese país no fueron unánimes en el elogio.
La producción literaria del flamante Nobel -que ya anticipó que estará en Estocolmo el 10 de diciembre próximo para recibir el premio- comprende novelas, ensayos y libros para niños. Once obras se tradujeron al español, entre ellas La cuarentena , El pez dorado (ambos de Tusquets), Mondo y otras historias (Eudeba) y El africano (Adriana Hidalgo). Le Clézio estuvo el año pasado en Buenos Aires para presentar El africano y Urania en la Feria del Libro .
Ayer, el escritor relativizó los cambios que la súbita fama global del Nobel traerá a su vida. "Estoy escribiendo un libro y no voy a parar por esto. Creo que ahora todo va a ser más sencillo. La Academia me ha regalado tiempo", dijo. Pero sus razones para escribir sin descanso pueden ser más profundas: "Tengo la superstición de que mientras tienes un manuscrito entre manos te mantienes con vida, al menos hasta que lo terminas".
Dos minutos con Mario
Al bueno de Mario Vargas Llosa no le acaban de dar el Premio Nobel de Literatura, que tanto ansía y merece, porque los señores de la Academia de Suecia lo tienen entre ceja y ceja, y este año, otro más, se han vuelto a sacar de la manga a un autor desconocido, un benefactor de la humanidad dicen, más o menos, los miembros del jurado sobre el galardonado francés, Jean-Marie Le Clézio, autor de cosas extrañas que, por lo que se ve, sólo leen los académicos suecos y sus allegados.
En fin, a Vargas Llosa no se le está valorando por su ingente y maravillosa obra literaria, sino por su compromiso político con el liberalismo, la derecha peruana (cuando fue candidato presidencial) o sus extrañas piruetas, como la de apoyar en España el partido de Rosa Díez, o salir a palos con líderes y presidentes de la izquierda latinoamericana, como lo ha hecho en recientes artículos y públicas intervenciones, lo que habrá llegado a los oídos de ese gran jurado sueco del Nobel como una especie de agresión al buen gusto y a lo políticamente correcto.
Mario, lo sentimos, qué le vamos a hacer. Lo importante es que sigas sin dejar de escribir, descubriendo historias, inventando historias, creando e interpretando personajes y, si te queda tiempo, abordando un relato sobre el jurado del Nobel de Literatura, lo que tendría su gracia y su indiscutible interés. Crimen en Estocolmo, se debería titular.
Es verdad que para muchos escritores el Nobel fue una pesadilla, sólo un suspiro o también un motivo de disgustos. A Camilo José Cela, cuando le dieron el premio, lo corrieron a palos en la España oficial del PSOE, y sólo unos años después Felipe González se decidió a invitarlo a una cena en el palacio de la Moncloa -verduritas, merluza a la romana y poco más- a la que, para más descortesía, llegó una hora tarde doña Carmen Romero, aquella de "los ciento cincuenta novelistas", que era como la llamaba el genial escritor del Viaje a la Alcarria, y otras muchas cosas más.
Vargas Llosa es un escritor universal y sobre todo una persona libre y muy comprometida con la libertad, seguramente más que los miembros del gran jurado sueco que lo acaban de volver a castigar, dejándolo para una mejor ocasión que algún día llegará. Aunque mientras tanto una cierta decepción y ansiedad habrá circulado por la cabeza del escritor, que en días como los del Nobel suele recibir ánimos, confidencias prometedoras y toda clase de expectativas que, una y otra vez, se van. No pasa nada, aunque pase, porque Vargas Llosa lleva tiempo en el Olimpo de la literatura y sólo falta que su nombre se inscriba en el tablón oficial. En nuestro pensamiento y en el de millones de ciudadanos de todo el mundo desde luego ya lo está.
En fin, a Vargas Llosa no se le está valorando por su ingente y maravillosa obra literaria, sino por su compromiso político con el liberalismo, la derecha peruana (cuando fue candidato presidencial) o sus extrañas piruetas, como la de apoyar en España el partido de Rosa Díez, o salir a palos con líderes y presidentes de la izquierda latinoamericana, como lo ha hecho en recientes artículos y públicas intervenciones, lo que habrá llegado a los oídos de ese gran jurado sueco del Nobel como una especie de agresión al buen gusto y a lo políticamente correcto.
Mario, lo sentimos, qué le vamos a hacer. Lo importante es que sigas sin dejar de escribir, descubriendo historias, inventando historias, creando e interpretando personajes y, si te queda tiempo, abordando un relato sobre el jurado del Nobel de Literatura, lo que tendría su gracia y su indiscutible interés. Crimen en Estocolmo, se debería titular.
Es verdad que para muchos escritores el Nobel fue una pesadilla, sólo un suspiro o también un motivo de disgustos. A Camilo José Cela, cuando le dieron el premio, lo corrieron a palos en la España oficial del PSOE, y sólo unos años después Felipe González se decidió a invitarlo a una cena en el palacio de la Moncloa -verduritas, merluza a la romana y poco más- a la que, para más descortesía, llegó una hora tarde doña Carmen Romero, aquella de "los ciento cincuenta novelistas", que era como la llamaba el genial escritor del Viaje a la Alcarria, y otras muchas cosas más.
Vargas Llosa es un escritor universal y sobre todo una persona libre y muy comprometida con la libertad, seguramente más que los miembros del gran jurado sueco que lo acaban de volver a castigar, dejándolo para una mejor ocasión que algún día llegará. Aunque mientras tanto una cierta decepción y ansiedad habrá circulado por la cabeza del escritor, que en días como los del Nobel suele recibir ánimos, confidencias prometedoras y toda clase de expectativas que, una y otra vez, se van. No pasa nada, aunque pase, porque Vargas Llosa lleva tiempo en el Olimpo de la literatura y sólo falta que su nombre se inscriba en el tablón oficial. En nuestro pensamiento y en el de millones de ciudadanos de todo el mundo desde luego ya lo está.
El Octavo Día
Lo nuevo de Fuentes
13-10-2008 ...Acaban de dar el fallo del Premio Nobel de Literatura. Una vez más no ganaron Mario Vargas Llosa, Gonzalo Rojas o Carlos Fuentes, tres de los escritores en lengua hispana más propuestos y sólidos del momento. Por coincidencia, leo por estos días La voluntad y la fortuna, nueva novela de Carlos Fuentes, que comenzó a circular a mediados del mes pasado. El comienzo es prometedor: la cabeza ejecutada de un personaje nos cuenta su vida mientras flota a la deriva en las aguas del Pacífico. En realidad, la trama no liga con los sucesos violentos recientes. El tema aquí es el poder y la relación de dos amigos, enfrentada con los enredijos de la política y la oligarquía en México. Hace tiempo que leo a Fuentes sin prejuicios. Hay quien añora los murales polifónicos de sus primeras novelas y le cuesta acercarse a sus nuevos experimentos. Uso la palabra experimentos porque considero un gran mérito que don Carlos siga arriesgándose con sus apuestas narrativas, en vez de asumir el silencio marmóreo de autores como Rulfo o Fernando del Paso. Quizás, si las últimas novelas de Fuentes hubiesen sido por otro escritor distinto serían vistas de otra manera. Pero como es él, esperamos que siga produciendo en serie las construcciones arquitectónicas y verbales de sus primeros tiempos. O que las supere de otra manera. No soy crítico literario, profesión que respeto. Soy un lector que comparte sus vivencias. La voluntad y la fortuna es una historia narrada con un lenguaje ágil y conocimiento de las técnicas narrativas, aunque un poquito enredoso a la mitad.
El texto, en apariencia es sencillo, pero ofrece momentos densos en los que los personajes-Carlos Fuentes comparten sus ideas filosóficas. Por ahí refulge una descripción casi mística de Baruch Spinoza. En esta novela, aparece una huella secreta de Luis Buñuel, a quien Fuentes trató en vida e incluso le dedicó una de sus novelas. Hay un episodio donde un sacerdote compara a un joven con una flor a la que luego pisotea para compararla con la experiencia del pecado, anécdota similar a una que Buñuel contaba en sus memorias. Por otra parte, el episodio final se llama Subida al cielo, nombre de una de las películas mexicanas de Buñuel. Por estos días he fungido como un jurado de un premio de novela donde la mayoría de los autores son jóvenes. Me llama la atención que en el 80 por ciento de las novelas participantes aparece un iPod como objeto familiar de los personajes. Pues bien, en el nuevo libro de Fuentes no sólo aparece el iPod, sino también asuntos tan inmediatos como el Facebook, Guantánamo, Abu Ghraib, Justin Timberlake, los emos y Gael García Bernal. Incluso, se aclara que el aeropuerto descrito en una escena es la Terminal 1 y no la 2, recientemente establecida.
A continuación, algunas frases de algunos personajes de la novela. -Yo era joven y entendía que la juventud consiste en elegir entre lo inmediato o diferirlo a favor del futuro. -Lujo es tener lo que no se necesita. Lujo es poesía: decir lo que se siente y piensa, sin darle atención a las consecuencias. -La meseta mexicana no es sólo un hecho geográfico. Es un hecho histórico. Es una altura llana, o un alto llano, que nos permite mirar la estatura del tiempo. -El estado es una obra de arte celosa, enemiga del individuo libre y del poder económico. -Sólo será visto como un buen presidente si sabe ser un buen ex presidente. -¿Conque muy culto, no? Pues cuídame mucho porque yo no lo soy. No te midas, corrígeme a tiempo, no vaya yo a hablar de la novelista brasileña Doña Sara Mago o la filósofa árabe Rabina Tagora...
Vargas Llosa: "Estoy a favor de la ficción, pero no en la economía"
VargasLlosa durante la conferencia que ha pronunciado en Madrid sobre "El intelectual en la sociedad de nuestro tiempo".
"Estoy a favor de la ficción, pero no en la economía", afirma en Londres el escritor Mario Vargas Llosa, quien advierte de las consecuencias de la actual crisis no sólo para los países desarrollados, sino también para el conjunto de Latinoamérica.
"Estamos viviendo un momento neurálgico. No sabemos qué viene, pero el mundo a partir de ahora será diferente del que hemos vivido. Se han esclarecido conceptos y sabemos qué es la globalización por sus desastrosas consecuencias", señala el autor de "Conversación en la Catedral".
"Esto debería ser una llamada de atención para una mayor responsabilidad y colaboración entre gobiernos y empresas, pues las consecuencias pueden ser catastróficas tanto para los países directamente implicados como para el resto del planeta", agrega el novelista peruano.
"En Londres parece que todo transcurre con tranquilidad. Es algo que me recuerda - dice el escritor- la obra 'Travesties', del dramaturgo Tom Stoppard, sobre el antiguo empleado de un consulado británico de Zúrich que recuerda de viejecito cómo Lenin, Tristan Tzara y James Joyce (tres personajes que revolucionaron la política, la literatura y el arte) vivieron en esa ciudad suiza sin que nadie se percatara entonces".
Según el escritor, "no se sabe cuántos son los responsables, ni dónde está la mayor responsabilidad", pero ésta "es enorme por parte de las empresas, de los bancos, de las agencias reguladoras y de los gobiernos".
Vargas Llosa recuerda a este respecto al gran filósofo Adam Smith, "que insistía en que el sistema de empresa privada funciona cuando hay leyes muy estrictas que se cumplen y existe una moral que preside las conductas", pero ha ocurrido todo lo contrario: "O no se cumplieron las leyes o brillaron por su ausencia".
"Lo que han hecho en muchos casos los banqueros ha sido inflar artificialmente los beneficios sobre el papel para cobrar mayores primas. Y el resultado es que esos supuestos beneficios de billones de dólares, que no tenían substancia real, se evaporaron en unas horas. Yo estoy a favor de la ficción, pero no en la economía", afirma.
"Todo eso ha afectado a los pequeños accionistas y ha habido cero de responsabilidad. Todo esto tiene que llevar a una reflexión muy crítica sobre el sistema", agrega Vargas Llosa, quien recuerda que "los directivos tenían bien aseguradas sus salidas en caso de quiebras de sus empresas".
"Lo más terrible es que los gobiernos están inyectando ahora dinero para salvar a los ahorradores pero están premiando de paso la irresponsabilidad y deshonestidad", critica el novelista.
Todo ello es además "gravísimo" para América Latina, para una parte del mundo "que estaba empezando a despegar" -agrega Vargas Llosa- porque "el crecimiento sostenido de países como Chile, Perú y Brasil, dependía de las inversiones y los países inversores están ahora en crisis".
Se van a cancelar o paralizar muchos créditos ya que los países desarrollados darán prioridad a los destinados a resolver sus propios problemas y los países en desarrollo o emergentes pasarán a segundo o tercer plano, predice Vargas Llosa, que augura "resultados catastróficos para el Tercer Mundo".
"En América Latina, todo ello va a alentar además -señala- todas las ideologías antisistema, que estaban volviendo a levantar cabeza. Todas esas ideologías van a resucitar y encontrar nuevos argumentos".
"A la gente, golpeada, aturdida por la desgracia, le van a caer encima esas ideologías extremistas, que pueden serles atractivas, lo que va a traer sin ninguna duda una reactivación del radicalismo", advierte el novelista.
Vargas Llosa teme al mismo tiempo los efectos de la crisis sobre la cultura porque -dice- "la gente no puede dejar de comer, pero sí de leer, ir al teatro y los conciertos. La vida cultural se va a resentir y no sólo en el Primer Mundo".
"Si se quiere ver algo positivo en todo ello es que va a obligar a una reforma radical del sistema desde el realismo y el pragmatismo porque, con todas sus deficiencias, se ha demostrado que es el único que funciona si se cumple lo propugnado por Adam Smith", concluye el escritor y ensayista peruano que se encuentra en Londres para pronunciar esta tarde una conferencia en el King's College, del que fue profesor en los años sesenta.
Una historia de aventuras le dio a Savater el premio Planeta
GALARDON - EN ESPAÑA
El filósofo se llevó 800.000 dólares. La novela con la que el escritor logró la distinción más codiciada de la literatura hispanoamericana se titula “La hermandad de la buena suerte”.
El filósofo y escritor español Fernando Savater obtuvo ayer el Premio Planeta de novela con “La Hermandad de la Buena Suerte”. La novela, de tintes policiales y con contenidos filosóficos, está ambientada en el mundo de las carreras de caballos, que siempre fascinó a Savater, y comienza con la contratación de un grupo de mercenarios por parte de un hombre adinerado para encontrar un jockey desaparecido. El escritor ya había sido finalista de este premio en 1993 con “El jardín de las dudas”, año en que ganó el peruano Mario Vargas Llosa con “Lituma en los Andes”. El premio, anunciado en Barcelona, consiste en 601.000 euros (800.000 dólares); es uno de los más cuantiosos de las letras hispanas.El jurado integrado por Alfredo Bryce Echenique, Pere Gimferrer, Carmen Posadas, Rosa Reges, Alberto Blecua y Alvaro Pombo, eligió la obra de Savater de entre 528 novelas originales. El año pasado, el galardón fue para Juan José Millás por su novela semi-autobiográfica “El mundo”. Por su parte, la escritora española Angela Vallvey fue en esta edición finalista con su novela “Muerte entre poetas” y recibirá 150.250 euros (unos 202.000 dólares). Savater es una figura ampliamente reconocida tanto en España como fuera de ella no sólo por su actividad como filósofo y escritor, sino por militancia política en el marco del conflicto vasco, que le valió una condena a muerte de la organización separatista vasca ETA. Nacido en San Sebastián, en el País Vasco, en 1947, forma parte desde hace años del Foro de Ermua, una corriente ciudadana de opinión surgida en 1997 a raíz del secuestro y asesinato del concejal Miguel Angel Blanco por parte de ETA, y de la plataforma pacifista Basta Ya. Además, impulsó el año pasado la creación del partido español Unidad, Progreso y Democracia (UPyD), que encabeza la ex dirigente socialista del PSE-PSOE, Rosa Díez. Catedrático de Etica y Filosofía Política de la Universidad Complutense de Madrid, Savater ha publicado numerosos ensayos, de los cuales quizá el más famoso sea “Etica para Amador”, un libro que ha conquistado a los lectores adolescentes. También escribió novelas como “El jardín de las dudas”, “Misterios gozosos”(1995), y “El gran laberinto” además de obras de teatro como “Vente a Sinapia” (1983) y “Catón, un republicano contra el César”. El Premio Planeta lleva 39 millones de ejemplares vendidos entre finalistas y ganadores, según el grupo editorial. (DPA)
Entre líneas
“ Es una novela de aventuras con un poquito de aliño metafísico y ambientada en las carreras de caballos que a mí me fascinan. Me divertí mucho escribiéndola",", dijo Savater al recibir el premio.“Casi he ganado el planeta”, bromeó Angela Vallvey al recibir el galardón por el cual se llevó 150.250 euros. "Muerte entre poetas" recrea las aventuras de un poeta que es también detective aficionado.
En nombre del jurado Pombo señaló que las dos novelas ganadoras son "tan distintas como un huevo y una castaña: Por un lado, tenemos un elogio del caballo, y por otro una refutación de los poetas".Savater había sonado desde el principio como favorito para el galardón, al que este año se presentó un total de 528 novelas de todo el mundo, 57 provenientes de Latinoamérica, el mayor número de originales recibidos por los organizadores en los 57 años de historia del premio.
Entre líneas
“ Es una novela de aventuras con un poquito de aliño metafísico y ambientada en las carreras de caballos que a mí me fascinan. Me divertí mucho escribiéndola",", dijo Savater al recibir el premio.“Casi he ganado el planeta”, bromeó Angela Vallvey al recibir el galardón por el cual se llevó 150.250 euros. "Muerte entre poetas" recrea las aventuras de un poeta que es también detective aficionado.
En nombre del jurado Pombo señaló que las dos novelas ganadoras son "tan distintas como un huevo y una castaña: Por un lado, tenemos un elogio del caballo, y por otro una refutación de los poetas".Savater había sonado desde el principio como favorito para el galardón, al que este año se presentó un total de 528 novelas de todo el mundo, 57 provenientes de Latinoamérica, el mayor número de originales recibidos por los organizadores en los 57 años de historia del premio.
2008/10/04
¿Qué pasa con el color de mis ojos y qué tiene mi mirada?
La clase se inicia como de costumbre. Suelo mirar a todos de detenido modo, lo hago siempre. Pero hoy algo volvió, como ya antes había ocurrido... "¡qué mirada! ¿qué le pasa?, ¡miss y esa mirada...! Se turbo mi mente, pues ella solo llama la atención cuando de pronto la fijo en algo que susurra el ánimo. Me causa alegría y a veces espanto. Me parece increible que con solo mirarlos, nisiquiera observarlos, sientan que emito un llamado como gritando. ¡Qué pasa con la mirada de mis inquietos ojos! No quieren decir nada, creedme. Todo va bien...la próxima prometo no levantar ni mucho menos agitar la mirada, así ellos y yo nos acercaremos más y nos distanciaremos menos. Luego, sino funciona... Haré lo que Lina, otorgó a Jim un día, los espejos de su alma.
A propósito, con motivo de la muerte de Paul Newman, todo el mundo habló de sus ojos azules. Un azul clarísimo, realmente. Sería difícil valorar en qué porcentaje han influido en la consideración de guapo atribuida a este actor.Supongo que los ojos azules son atractivos para las chicas.
Son ojos nada agresivos, plácidos. Aunque yo aconsejaría que no se fiaran mucho. Se dio el caso de temibles nazis con unos espléndidos ojos azules.En contra de lo que pueda pensarse, yo creo que, por ellos mismos, los ojos no son expresivos. Son un "órgano receptor de los animales", compuestos por elementos tan materiales como la esclerótica, la córnea, el iris, la retina... Una cosa es la expresividad y otra la estética, y pueden gustarnos más los ojos azules que los verdes o negros. Yo creo que todos los colores son bonitos, pero si me dieran a elegir, quizá me inclina- ría por los ojos grises y los de color uva. Los ojos de color uva me parecen cálidos, sensuales, de uva y miel a la vez, y los gris claro no sé qué tienen de misterio, de elegancia.
Se trata de una cuestión básicamente subjetiva. Y el atractivo depende mucho de la rareza. Los catalanes, los mediterráneos en general, no acostumbran a tener ojos azules, y las excepciones siempre seducen. Para un nórdico, el azul es un color habitual, y la seducción la encuentran en los ojos oscuros. Creen descubrir en ellos un signo de pasión.
Acabo de escribir "oscuros", y pese a su vaguedad, las ideas de "oscuro" y de "claro" son seguramente las más ajustadas a la realidad, porque cuando decimos "verdes" o "negros" no definimos exactamente el color de unos ojos. Se trata de colores que no son puros, los ojos son de colores mezclados, o al menos matizados. Por eso me cuesta tanto decir exactamente de qué color tenemos los ojos, aunque frente a un espejo nos los miremos atentamente. Tampoco acertamos el color de los ojos de los demás, que a menudo no están de acuerdo con nuestra opinión.
Hay algo que complica nuestro juicio: que a veces confundimos los ojos con la mirada. Los ojos no tienen intenciones, pero una mirada puede tenerla. El atractivo, pues, no estaría en todos estos órganos llamados ojos, sino en el acento que ponemos en la forma de utilizarlos. "Cerrar los ojos" es una expresión para decir que alguien ha muerto. Los ojos aún no se han perdido, pero la mirada sí. Hay un piropo que es una bella definición de la mirada: "No cierre usted los ojos, mujer, que los pájaros se van a acostar creyendo que es de noche".
Vargas Llosa considerado candidato a llevarse el Nobel de Literatura
Vargas Llosa considerado candidato a llevarse el Nobel de Literatura
El más prestigioso y codiciado premio literario del mundo está dotado con un millón de euros aproximadamente.
El ganador del Premio Nobel de Literatura de 2008 será anunciado oficialmente el próximo jueves 9 de octubre a las 13.00 horas locales (06:00 a.m. en Perú), informó la Academia Sueca.
Entre los más citados como eventuales ganadores figuran Jean-Marie Le Clézio (Francia), Claudio Magris (Italia), Amos Oz (Israel) o Philip Roth y Thomas Pynchon (Estados Unidos). También aparecen los nombres del peruano Mario Vargas Llosa y del mexicano Carlos Fuentes como posibles galardonados.
Entre los más citados como eventuales ganadores figuran Jean-Marie Le Clézio (Francia), Claudio Magris (Italia), Amos Oz (Israel) o Philip Roth y Thomas Pynchon (Estados Unidos). También aparecen los nombres del peruano Mario Vargas Llosa y del mexicano Carlos Fuentes como posibles galardonados.
Hace dieciocho años que los Nobel no premian las letras hispanas, de modo que Vargas Llosa o Fuentes podrían llevarse el galardón, especulan medios periodísticos o editoriales.
Los cuatro últimos galardonados de habla hispana fueron el español Vicente Aleixandre, en 1977, el colombiano Gabriel García Márquez, en 1982, el español Camilo José Cela, en 1989, y el mexicano Octavio Paz, en 1990.
El más prestigioso y codiciado premio literario del mundo está dotado con diez millones de coronas suecas (un millón de euros aproximadamente).
Como se recuerda, en la última edición fue concedido a la autora británica Doris Lessing, de 88 años de edad.
2008/10/02
Miserias del periodismo
La historia ha demostrado que no es necesario estudiar Periodismo para ser un buen hombre de prensa. Ahí tenemos los casos de César Hildebrandt y de Jaime Bayly, quienes siguieron Educación y Derecho en las universidades Villarreal y Católica, respectivamente. Ambos no terminaron estas carreras. ¿Para qué?
En mis clases en San Marcos recuerdo a Manuel Jesús Orbegozo criticando que no se contrataran egresados de Periodismo en los medios. Lo curioso resultó que cuando vino su hijo Erick, de España, donde estudiaba Medicina, lo primero que hizo fue contratarlo en el suplemento «El Dominical», del diario El Comercio.
Es cierto que antes no había escuelas de Periodismo. César Lévano, otro de mis profesores, tampoco pasó por aulas universitarias. En consecuencia, pienso que no es necesario llevar esta carrera en un centro superior de estudios. Lo mismo pasa con ser escritor. Eso sí, es indispensable leer mucho (literatura, en especial) y escribir. Algunos empezaron como practicantes, fueron contratados y no volvieron a las aulas, no les interesó más el título.
Llama gratamente la atención la reciente aparición de cronistas de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC) con libros de reportaje, como Pedro Favarón (Caminando sobre el abismo. Vida y poesía en César Moro, 2003), Sergio Vilela (El cadete Vargas Llosa, 2003), Daniel Titinger (Dios es peruano, 2006), María Luz Díaz (Las mujeres de Haya, 2007), Juan Manuel Robles (Lima freak, 2007), Rafael Romero Tassara (La armonía de H.: Vida y obra de Luis Hernández Camarero, 2008).
Todos ellos son producto del taller de Julio Villanueva Chang, autor de Mariposas y murciélagos: crónicas y perfiles (1999), ex periodista de El Comercio y ex director de la revista Etiqueta Negra, ahora en manos de Marco Avilés, quien editó Día de visita (2007). Hay que tener en cuenta que Toño Angulo Daneri, quien fue uno de los editores de esta publicación, publicó teñido de polémica Llámalo amor, si quieres (2004). Siempre les digo a mis amigos de Literatura que hoy los mejores escritores del país se encuentran en el periodismo. Se enfadan y no lo toman seriamente.
Los primeros pasos en este oficio siempre son duros. A veces no cobras un centavo. Hay que pagar derecho de piso. Hay que recordar que el autodidacta José Carlos Mariátegui empezó en el diario La Prensa como «alcanzarrejones», luego pasó a ser ayudante del linotipista y corrector de pruebas. Años después dirigió la importante revista Amauta. Si te pica ese bichito de querer seguir en esta profesión, no piensas dejarlo por más tentaciones que tengas de irte a otro empleo mejor.
Muchos diarios están hechos con una gran cantidad de practicantes. Estos muchachos prefieren aprender algo en las salas de redacción, soportar en ciertas ocasiones el malhumor de los jefes, que estar en sus casas sin hacer nada, recibiendo reproches de sus padres por no tener empleo. Pero hay un exceso, sin duda, de estudiantes de Periodismo y eso es alarmante. ¿Adónde se irá esa multitud? ¿No es risible que tengamos como futuras bachilleres de Periodismo a las vedettes Mónica Cabrejos, Karen Dejo y Maribel Velarde? ¿Qué calidad de redacción puede ofrecer una revista que dirige Daisy Ontaneda: D’Farándula? Otro detalle: por más bueno que seas en prensa, si no sales en la tele eres un absoluto desconocido.
Volvamos a La Prensa, hoy desaparecido. Hasta hace algunos años los ex trabajadores de ese diario reclamaban en el jirón de la Unión que les paguen sus beneficios sociales. En ese sentido hay bastante maltrato a los colegas. Algunos llegan al colmo de pagar con canjes. En ciertas ocasiones he cobrado con camisas, perfumes o vales en restaurantes, cuando lo que más quería era dinero contante y sonante para cancelar mis deudas. «Que pague», señalaba un titular del diario La Primera hace unos días refiriéndose al empresario televisivo Genaro Delgado Parker. Con qué cara. Los dueños de ese periódico les deben quincenas a sus redactores y se jactan de ser defensores de los derechos sociales.
En «El intelectual barato», capítulo de El pez en el agua (1993), las memorias de Mario Vargas Llosa, se muestra cómo varios novelistas, periodistas y académicos se rinden a las dictaduras por una mejor posición económica, política o social. En el régimen de Alberto Fujimori encontramos muchos con un pasado progresista (incluso participaron en la expropiación de medios en el gobierno del general Juan Velasco en 1974) que terminaron en defensa del liberalismo más feroz.
En los diarios limeños es común leer a colegas que hace poco aplaudían las gestiones de la dictadura, lanzar ahora puyas a los fujimoristas. Estos periodistas defienden o atacan según las órdenes de los dueños de los medios de comunicación donde trabajan, quienes se acomodan a las circunstancias.
«No tengo independencia por falta de dinero. No soy Vargas Llosa», me confesó un reportero, quien se excusó así de defender a un régimen pestilente por tener hijos a quienes mantener. «No vivo en Londres», agregó, resignado, mi condiscípulo sanmarquino.
¿Y la seguridad social? Varios colegas mayores, al caer enfermos, organizan almuerzos para solventar sus gastos en clínicas. ¿Y el Colegio de Periodistas? Sigue dividido, incapaz, sin importancia. Un recibo por honorarios no dice nada. Esto es tan absurdo como tener profesores de Periodismo que jamás escriben artículos.
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