Al bueno de Mario Vargas Llosa no le acaban de dar el Premio Nobel de Literatura, que tanto ansía y merece, porque los señores de la Academia de Suecia lo tienen entre ceja y ceja, y este año, otro más, se han vuelto a sacar de la manga a un autor desconocido, un benefactor de la humanidad dicen, más o menos, los miembros del jurado sobre el galardonado francés, Jean-Marie Le Clézio, autor de cosas extrañas que, por lo que se ve, sólo leen los académicos suecos y sus allegados.
En fin, a Vargas Llosa no se le está valorando por su ingente y maravillosa obra literaria, sino por su compromiso político con el liberalismo, la derecha peruana (cuando fue candidato presidencial) o sus extrañas piruetas, como la de apoyar en España el partido de Rosa Díez, o salir a palos con líderes y presidentes de la izquierda latinoamericana, como lo ha hecho en recientes artículos y públicas intervenciones, lo que habrá llegado a los oídos de ese gran jurado sueco del Nobel como una especie de agresión al buen gusto y a lo políticamente correcto.
Mario, lo sentimos, qué le vamos a hacer. Lo importante es que sigas sin dejar de escribir, descubriendo historias, inventando historias, creando e interpretando personajes y, si te queda tiempo, abordando un relato sobre el jurado del Nobel de Literatura, lo que tendría su gracia y su indiscutible interés. Crimen en Estocolmo, se debería titular.
Es verdad que para muchos escritores el Nobel fue una pesadilla, sólo un suspiro o también un motivo de disgustos. A Camilo José Cela, cuando le dieron el premio, lo corrieron a palos en la España oficial del PSOE, y sólo unos años después Felipe González se decidió a invitarlo a una cena en el palacio de la Moncloa -verduritas, merluza a la romana y poco más- a la que, para más descortesía, llegó una hora tarde doña Carmen Romero, aquella de "los ciento cincuenta novelistas", que era como la llamaba el genial escritor del Viaje a la Alcarria, y otras muchas cosas más.
Vargas Llosa es un escritor universal y sobre todo una persona libre y muy comprometida con la libertad, seguramente más que los miembros del gran jurado sueco que lo acaban de volver a castigar, dejándolo para una mejor ocasión que algún día llegará. Aunque mientras tanto una cierta decepción y ansiedad habrá circulado por la cabeza del escritor, que en días como los del Nobel suele recibir ánimos, confidencias prometedoras y toda clase de expectativas que, una y otra vez, se van. No pasa nada, aunque pase, porque Vargas Llosa lleva tiempo en el Olimpo de la literatura y sólo falta que su nombre se inscriba en el tablón oficial. En nuestro pensamiento y en el de millones de ciudadanos de todo el mundo desde luego ya lo está.
En fin, a Vargas Llosa no se le está valorando por su ingente y maravillosa obra literaria, sino por su compromiso político con el liberalismo, la derecha peruana (cuando fue candidato presidencial) o sus extrañas piruetas, como la de apoyar en España el partido de Rosa Díez, o salir a palos con líderes y presidentes de la izquierda latinoamericana, como lo ha hecho en recientes artículos y públicas intervenciones, lo que habrá llegado a los oídos de ese gran jurado sueco del Nobel como una especie de agresión al buen gusto y a lo políticamente correcto.
Mario, lo sentimos, qué le vamos a hacer. Lo importante es que sigas sin dejar de escribir, descubriendo historias, inventando historias, creando e interpretando personajes y, si te queda tiempo, abordando un relato sobre el jurado del Nobel de Literatura, lo que tendría su gracia y su indiscutible interés. Crimen en Estocolmo, se debería titular.
Es verdad que para muchos escritores el Nobel fue una pesadilla, sólo un suspiro o también un motivo de disgustos. A Camilo José Cela, cuando le dieron el premio, lo corrieron a palos en la España oficial del PSOE, y sólo unos años después Felipe González se decidió a invitarlo a una cena en el palacio de la Moncloa -verduritas, merluza a la romana y poco más- a la que, para más descortesía, llegó una hora tarde doña Carmen Romero, aquella de "los ciento cincuenta novelistas", que era como la llamaba el genial escritor del Viaje a la Alcarria, y otras muchas cosas más.
Vargas Llosa es un escritor universal y sobre todo una persona libre y muy comprometida con la libertad, seguramente más que los miembros del gran jurado sueco que lo acaban de volver a castigar, dejándolo para una mejor ocasión que algún día llegará. Aunque mientras tanto una cierta decepción y ansiedad habrá circulado por la cabeza del escritor, que en días como los del Nobel suele recibir ánimos, confidencias prometedoras y toda clase de expectativas que, una y otra vez, se van. No pasa nada, aunque pase, porque Vargas Llosa lleva tiempo en el Olimpo de la literatura y sólo falta que su nombre se inscriba en el tablón oficial. En nuestro pensamiento y en el de millones de ciudadanos de todo el mundo desde luego ya lo está.
El Octavo Día
Lo nuevo de Fuentes
13-10-2008 ...Acaban de dar el fallo del Premio Nobel de Literatura. Una vez más no ganaron Mario Vargas Llosa, Gonzalo Rojas o Carlos Fuentes, tres de los escritores en lengua hispana más propuestos y sólidos del momento. Por coincidencia, leo por estos días La voluntad y la fortuna, nueva novela de Carlos Fuentes, que comenzó a circular a mediados del mes pasado. El comienzo es prometedor: la cabeza ejecutada de un personaje nos cuenta su vida mientras flota a la deriva en las aguas del Pacífico. En realidad, la trama no liga con los sucesos violentos recientes. El tema aquí es el poder y la relación de dos amigos, enfrentada con los enredijos de la política y la oligarquía en México. Hace tiempo que leo a Fuentes sin prejuicios. Hay quien añora los murales polifónicos de sus primeras novelas y le cuesta acercarse a sus nuevos experimentos. Uso la palabra experimentos porque considero un gran mérito que don Carlos siga arriesgándose con sus apuestas narrativas, en vez de asumir el silencio marmóreo de autores como Rulfo o Fernando del Paso. Quizás, si las últimas novelas de Fuentes hubiesen sido por otro escritor distinto serían vistas de otra manera. Pero como es él, esperamos que siga produciendo en serie las construcciones arquitectónicas y verbales de sus primeros tiempos. O que las supere de otra manera. No soy crítico literario, profesión que respeto. Soy un lector que comparte sus vivencias. La voluntad y la fortuna es una historia narrada con un lenguaje ágil y conocimiento de las técnicas narrativas, aunque un poquito enredoso a la mitad.
El texto, en apariencia es sencillo, pero ofrece momentos densos en los que los personajes-Carlos Fuentes comparten sus ideas filosóficas. Por ahí refulge una descripción casi mística de Baruch Spinoza. En esta novela, aparece una huella secreta de Luis Buñuel, a quien Fuentes trató en vida e incluso le dedicó una de sus novelas. Hay un episodio donde un sacerdote compara a un joven con una flor a la que luego pisotea para compararla con la experiencia del pecado, anécdota similar a una que Buñuel contaba en sus memorias. Por otra parte, el episodio final se llama Subida al cielo, nombre de una de las películas mexicanas de Buñuel. Por estos días he fungido como un jurado de un premio de novela donde la mayoría de los autores son jóvenes. Me llama la atención que en el 80 por ciento de las novelas participantes aparece un iPod como objeto familiar de los personajes. Pues bien, en el nuevo libro de Fuentes no sólo aparece el iPod, sino también asuntos tan inmediatos como el Facebook, Guantánamo, Abu Ghraib, Justin Timberlake, los emos y Gael García Bernal. Incluso, se aclara que el aeropuerto descrito en una escena es la Terminal 1 y no la 2, recientemente establecida.
A continuación, algunas frases de algunos personajes de la novela. -Yo era joven y entendía que la juventud consiste en elegir entre lo inmediato o diferirlo a favor del futuro. -Lujo es tener lo que no se necesita. Lujo es poesía: decir lo que se siente y piensa, sin darle atención a las consecuencias. -La meseta mexicana no es sólo un hecho geográfico. Es un hecho histórico. Es una altura llana, o un alto llano, que nos permite mirar la estatura del tiempo. -El estado es una obra de arte celosa, enemiga del individuo libre y del poder económico. -Sólo será visto como un buen presidente si sabe ser un buen ex presidente. -¿Conque muy culto, no? Pues cuídame mucho porque yo no lo soy. No te midas, corrígeme a tiempo, no vaya yo a hablar de la novelista brasileña Doña Sara Mago o la filósofa árabe Rabina Tagora...
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