finales de los años noventa del siglo pasado tres bufones del libre mercado (Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa) publicaron el "Manual del perfecto idiota latinoamericano". El libro fue reseñado y promocionado con alborozo por la poderosa industria de la propaganda atrincherada en la denominada libertad de prensa que regenta la Sociedad Interamericana de Prensa, SIP.
Se trataba más de ofender que de cuestionar los esfuerzos y experiencias, victoriosos o fallidos, de numerosos investigadores, intelectuales, políticos, movimientos y partidos que han arriesgado su propia vida e integridad en aras de modificar la inercia de pobreza y humillación de América del sur.
Las mofas y escupitajos cubrieron a figuras caras del ideario libertario o progresista latinoamericano como José Carlos Mariátegui, Víctor Hugo Haya de la Torre, Salvador Allende, Eduardo Galeano; denostaron del sandinismo y de la revolución cubana y cayeron en la vindicta contra los pensadores y escritores que los han superado a punta de talento en las vitrinas de las librerías y en las aulas de las universidades.
Buscaban mostrar, estos celosos hombres de la libertad y el progreso, que el atraso y subdesarrollo de nuestros países no era responsabilidad de la dependencia, concentración de la riqueza ni desigualdad creciente, sino de atávicas tendencias a permitir un Estado "metiche" y a no dejar que el sacrosanto mercado por obra y gracia de la mano invisible de la inversión privada resolviera las penurias y tristezas de las gentes.
Dos lustros después, estos mismos señores (el término escritores, políticos o diplomáticos, se resiste a ser usado, porque no son ni lo uno, ni lo otro) volvieron a apelar a la injuria para solazarse con sus patrocinadores como una manera de justificar aquiescencias. Es lo que se le pide al bufón, que se revuelque en la arena para regusto del monarca y la galería. En esta ocasión, denominaron su segundo folleto "El regreso del idiota". Trataban de interpretar lo que está ocurriendo en las tierras de Bolívar, San Martín, Artigas, OÂ’higgins, Sandino, Morazán y Martí, que a la luz de sus descocadas conclusiones también cabrían dentro de la categoría de imbéciles por haberse atrevido a no seguir las pautas de la colonia y del centro cosmopolita.
Ahora ampliaron el señalamiento y traspasando océanos universalizaron su inquina. Incluyeron en su lista de "idiotas", para alegría de la decencia, a Noam Chomsky, Ignacio Ramonet, Alfonso Sastre, Harold Pinter y un largo etcétera.
Por fortuna, estamos bien acompañados. A difícil que la tiene la derecha extrema, mostrar una lista con tanto brillo y desaborde de inteligencia, como la que posee la intelectualidad de sensibilidad social en el mundo y particularmente en nuestro continente. El mismo McCain, tiene apuros para mostrar en sus actos proselitistas aunque sea una figura segundona de la industria del cine.
En esta oportunidad y abandonando toda honradez conceptual no recogieron sus trastos rotos de la primera vocinglería. Porque no sólo no se apartaron los gobiernos suramericanos del consenso de Washington, sino que, para desazón de los Apuleyos, Montaneres y Vargasllosas, América Latina resuelve seguir su propio camino a contrapelo de las recomendaciones de estos gacetilleros iluminados.
Ahora ante la evidencia, han echado mano de otra forzada conclusión. Dividir a los gobiernos de la región entre izquierda moderada o democrática y populista o indigenista. Cómo Álvaro Uribe y Felipe Calderón no les alcanza para hacer ningún entreverado representativo de la democracia en el continente, por que tocaría incluir a George Bush, con la ignominia del uso aprobado de la tortura, le herida de Abu Ghraib y el campo de concentración de Guantánamo, entonces apelan a la matización para justificar la reedición del libelo. Los iluminados se quedaron solos porque los idiotas se fueron en masa para el otro lado y ahora hay que reclutar a los más sensatos. Los alumbrados están dedicados a dividir la idiotez.
Entonces, en la clasificación idiotezca excluyen a Bachellet de Chile, Lula de Brasil, Tabaré de Uruguay, Ortega de Nicaragua y los Kirchner de Argentina. Y las enfilan todas contra los gobiernos de Venezuela, Bolivia y Cuba. El libro no alcanzó a medir la "idiotez" del pueblo ecuatoriano ni paraguayo. Nos quedamos sin conocer las bendiciones de los brujos del mundo libre. Ahora deben de estar pensando en un tercer pasquín porque la "idiotez" crece. Alcanza a Estados como el hondureño que ingresó al ALBA, y muchos otros caribeños y puede ocurrir que el mismo pueblo estadounidense se idiotice y cometa la estupidez de elegir a un negro. Para estos disfrazados mosqueteros de las corporaciones debe ser insultante que la Casa Blanca cambie de color.
Pero hay otro detallito que merece ser mencionado. Los libros de marras tienen como hilo conductor sustentar la idiotez latinoamericana, y ahora mundial, sobre la base de reconocer la importancia del Estado y la preeminencia de la inversión social. En contrario plantean estos cerebros adelantados dejar todo al arbitrio del mercado. Sostienen que el primer mundo es el ejemplo a seguir en materia de desarrollo. Y que para ello es preciso superar la "idiotez" de la intervención estatal. La riqueza la produce la inversión privada y el Estado no debe estorbar. El Estado es costo fiscal y corrupción, el neoliberalismo es desarrollo y felicidad para todos...
En eso andaban, cuando se les desinfló el discurso. ¿Qué dirán ahora? Viendo como sucumbe Wall Street, como cae el mercado bursátil y la economía más próspera del mundo tiene que recurrir a métodos que ha repudiado para evitar la hecatombe. Ahí están demandando del Estado para que salve la impúdica mano prodigiosa del mercado "que no se cansa de producir riqueza y alegría" y que ahora mostró su desnudez de especulación y fraude sin par. La ética capitalista tan democrática como límpida echando mano del erario, esto es, saqueando los bolsillos de los contribuyentes para salvar los bancos, aseguradoras e inmobiliarias quebradas por los ídolos de nuestros apuleyos-montaneres y vargasllosas. ¿Quiénes son los verdaderos idiotas? ¿Dónde están? Si estos pueblos son "idiotas" ¿no serán ustedes venerables imbéciles?
Por eso produce risa leer a uno de estos apasionados defensores de la especulación financiera y del dejar hacer y dejar pasar. Se pregunta por estos días Mario Vargas Llosa –tan buen ficcionista hasta que lo mareó la bruma de Londres- "¿cómo es posible que se haya llegado a estos extremos críticos sin que nadie lo advirtiera?" No, si, don Mario, alguien lo advirtió, muchos lo advirtieron y tantas veces, lo que ocurre es que para usted, don Mario, como para los alegres mosqueteros del capitalismo, todos ellos son unos idiotas.
Y por cierto, don Mario, "eso de Chávez de repartir entre los pobres es puro populismo deleznable" ¿cierto? ¿Qué nos dice, de los 750 mil millones de dólares que Bush reparte entre unos pocos ricos por estos días?
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