La gente tiene la sensación de que escalar es la mar de fácil, y es un deporte muy duro, mucho. Hay que ser un gran deportista para poder alcanzar la cima y, sobre todo, soportar la dureza, no solo del esfuerzo que supone la escalada, sino también de las condiciones climatológicas a las que te enfrentas a ciertas altitudes. Escalar es un reto personal muy grande, pues, por más ochomiles que hayas coronado, siempre te enfrentas a la duda de si podrás alcanzar el reto de hacer cima, siempre.--Se diría que en eso de la montaña también estamos en la cúspide, como en fútbol, tenis, baloncesto, F-1, balonmano, ciclismo, motos...
--Pues sí. España está en montaña entre los grandes, no solo en ochomiles sino también en dificultad, en expediciones de todo tipo. Ahí están Juanito Oiarzabal o Edurne Pasaban, por citar solo a los más populares, sorprendiendo a todos con escaladas increíbles. Sí, también en lo que hace referencia a la montaña gozamos de muy buena salud deportiva.
--De todos modos, para gestas increíbles, las que usted lidera, pues eso de coronar montañas de casi 7.000 metros con cordadas integradas por ciegos y discapacitados físicos es digno de admiración.--
Antes de hablar de lo mío, bueno, del Grupo Militar de Alta Montaña, déjeme que le diga que deberíamos encontrar una palabra que pudiese definir a los discapacitados, a los deficientes, con más acierto, tacto o mimo. Yo no sé cuál sería, pero hablamos de que les falta algo --ojos, piernas, manos, brazos--, y cuando estás con ellos tienes la sensación de que son tan capaces como tú. Ellos nos demuestran que la única barrera, el único límite, que existe es el que uno mismo se impone. Si un ciego se empeña en subir un pico de 6.962 metros como el Aconcagua, subirá. Bueno, es más, ya ha subido.
--Pero siempre necesitarán de usted, de sus lazarillos, de su guía.--Por supuesto, sí, ¿y qué? Como yo necesito de todos los demás. No más. ¿Necesita un guía?
Pues se lo ponemos y punto. Yo he estado con ellos en el Parinacota, en Bolivia, a 25 grados bajo cero, con ráfagas de viento helado, y ellos me demostraron que su fuerza de voluntad, de entrega y superación estaba a la altura de los mejores, de los campeones. Da gusto escalar con ellos. No hay nada más hermoso en esta vida que ser los ojos de un ciego. Nada.
--¿Qué es lo más impactante de trabajar --sobre todo con ciegos-- en esas condiciones, con ese riesgo?--
Sin duda, el momento en que haces cima. Afortunadamente, hasta ahora, siempre que las condiciones climatológicas nos lo han permitido, hemos hecho cima, como por ejemplo en el Aconcagua, el pico más alto de Suramérica, o el Ojos del Salado, de 6.934 metros, en Chile, el volcán más alto del mundo.
Y ¿sabe por qué es lo más emocionante y enternecedor?--
Porque la expedición logra el objetivo previsto, supongo. ¿No?--No, no: porque la mayor recompensa, el mayor placer que tenemos cuando alcanzamos una cima, sea de 6.000, 7.000 u 8.000 metros, es la satisfacción de la vista que tienes a tus pies. Y, llegado ese instante, tú tienes que compartir el placer visual con alguien que te pregunta insistentemente: "¿Qué se ve? ¿qué se ve?", porque él, que también ha hecho cima y está tan feliz como tú, no puede disfrutar por sí mismo de esa vista. Es ahí donde tú te conviertes en sus ojos y le narras, con todo lujo de detalles, siempre y cuando la niebla no te lo eche todo a perder, lo que se ve. Y puedo prometerle que no hay cosa más linda y emocionante, insisto, que contarle a un ciego lo que ves y lograr que él se sienta tan recompensado como tú. No es fácil entenderlo, lo sé, pero ha de creerme: se trata de un instante único.
--Me cuentan que usted y sus guías acaban afónicos cada expedición.--Es lógico, ¿no? Escalamos arrastrando una barra direccional de unos tres metros de longitud. Delante va uno de nosotros; detrás, un manco o un ciego B2 (es decir, con un 10% de visión) o un B3 (con un 30%) y, en medio, el ciego B1 o total. Él aprende a conocer la dificultad de la orografía por la posición de la barra. Si yo subo, la barra sube; si giro, gira; pero nunca, nunca, hay que dejar de hablarle: escalón, piedra, desnivel, barro, hielo, nieve.... y, claro, acabas afónico. Pero muy feliz, felicísimo. La recompensa es enorme.-
-No me engañe: ¿a que un día coronará con los suyos un ochomil?--
No sé si lo lograremos, pero preparados lo estamos, ellos y nosotros. Es más, tenemos en marcha un proyecto para intentar el Cho Oiu, la sexta cima del mundo, con 8.201 metros. Y, sí, ese puede ser nuestro próximo gran reto, el ochomil que nos falta.
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