2008/04/19

El misterio del dolor


Para mi gran amigo y consejero

EL MISTERIO DEL DOLOR

Lo dice nuestra experiencia: el dolor forma parte de nuestra vida diaria; tenemos dolores del cuerpo y dolores del alma. El dolor nos acompaña desde el nacimiento hasta la muerte. Es muy duro levantarse todos los días con dolores, sentir disminuir las fuerzas, pero en medio de ellas una firme esperanza y un grito: "Padre, si es posible aparta de mí este cáliz". Y en ese mismo grito sientes que una mano te sustenta, una mano palía. Otras veces el silencio pesa y esa parece ser la respuesta. Todo es oscuro, inmenso y se hace Presencia en la mirada, entonces confesamos como Job: "Antes te conocía de oídas, pero ahora te han  visto mis ojos..."

El Rvdo. P. Edwin Santa Cruz Pérez, capellán de mi escuela, a quien consideramos nuestro gran amigo, es un sacerdote joven amante de la voluntad del cielo, y es que a veces el preciado paraíso le pide mucho, pero él con garbo busca siempre la ayuda de su Maestro; lo más sorprendente, es su gozo de saber- como bien lo expresa él- que en la carga de la Cruz el Maestro lo acompaña. Son cuatro años de amistad con una bala alojada cerca a la columna. No reniega de su estado, no sanciona el atentado. Es verdad que su situación es dura, pero en el dolor surge su consentimiento de que no va a fallar la Gracia que le permita vencer esa batalla estupenda, que obviamente durará  lo que Nuestro Creador disponga. La Gracia, poco a poco, como lo vemos hoy, lo ayuda a realizar  una labor sacerdotal que por sus condiciones puede ser "más sacerdotal", muy unido a la única víctima, Nuestro Señor Jesucristo. 

He visto su dolor, he oído su sentir, pero su fortaleza es tal que no cesa en asistir a sus compromisos con los feligreses, a sus celebraciones litúrgicas, al encuentro con los jóvenes, y a escucharme atentamente. Observarlo me hace confirmar que existe una misa que dura las veinte y cuatro horas del día, es la gloriosa ceremonia donde el que administra la Eucaristía nos transmite la alegría, la esperanza, la fe y ese increíble amor que hace posible darle sentido a nuestra vida. Es un día de fecunda entrega al Señor, un día donde el  "mal menor" se desvanece y no se compara en nada con la fe y la fuerza de Edwin, a quien el Señor lo ha escogido de entre su rebaño, para ayudarle a llevar la Santa Cruz.

Edwin nos dice que, según la Biblia: "el dolor, es la forma como el Señor nos ama..." es como cuando ponemos una inyección a un niño, no es maldad, ni por un  mal, sino para sanar... Dios manda los dolores a través  de otra persona, quizá a través de la esposa, el marido o el hijo, quizá las personas más queridad, las que más nos duelen, ¡pero es Dios quien nos lo manda!... ¡y con mucho amor!...el dolor es la ternura más entrañable del Señor, la que más le duele darnos. El misterio de la Cruz es de una gran fecundidad, ayuda abrir el alma de par en par, a dar en el dolor una sonrisa, llamada a descubrir, más todavía, el amor de Dios y la protección de Santa María unida al Hijo.

Al admirar a Edwin nos damos cuenta que el dolor es una fortuna de más cuantía en la tierra, por eso San Juan Vianney dice que: "Debemos ir tan afanosos en busca de dolores, como va el avaro tras el dinero". Debemos saber que un familiar muy anciano y enfermo, no es una carga para la familia, ¡es el tesoro más bello que posee ese hogar!... Es verdad que estamos aquí para gozar de la salud, del bienestar, pero está ese otro lado misterioso del dolor. Tu dolor, tu enfermedad, es el tesoro más entrañable que te regala el Señor, ¡para divinizarte!...y para que ayudemos a familiares y amigos a ser santos, felices en la tierra y en el cielo.

Escuchemos el llamdo de Dios. ¡Ah! Recordemos, el Apocalipsis llama "trompetas" a los dolores y sufrimientos: resulta que Dios nos musita al oído, y nos proporciona el sol, el aire, el agua, el corazón, las manos... ¡pero no lo escuchamos!... Entonces nos habla por medio de la Iglesia, del hermano ...¡pero tampoco lo escuchamos!... Y entonces cuando ya no susurra, ¡Dios nos grita al oído!, por eso, por cada dolor debemos dar gracias a Dios, aunque sea con lágrimas de sangre en el corazón. Cada "dolor" son las labradas que nos da Dios, como el artífice le da cachiporrazos a la piedra caliza hasta convertirla en imagen bella... ¡Dios da golpes con amor!, el dolor es señal de que Dios nos ama, aquí radica su gran misterio. Tal vez resulte defícil leer estas líneas, pero solo comparto la vivencia de nuestro amigo sacerdote, en quien descubrimos que Dios tiene para cada uno de nosotros una misión especial.

1 comentario:

  1. GraciaS fLOR YO SOY SU PRIMO Y ME ENALTECE TUS PALABRAS AL IGUAL QUE LA FORTALEZA QUE NOS DA EDWIN.
    MUCHAS FELICIDADES

    MARCOS SANTA CRUZ

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