2008/04/19

La sexualidad humana


EL EJERCICIO DE LA SEXUALIDAD

1) En el plano teórico

La unión matrimonial de la que hablábamos anteriormente cobra en esta parte su total plenitud, pues es el modo natural de dar origen a una nueva vida, la corporalidad hace posible la formación de la vida humana. En ella se expresa y realiza la unión de intimidades, la donación completa de las personas, la sexualidad reside en esta donación amorosa y abierta a la fecundidad.

Tenemos dos modos de perder el sentido humano de la sexualidad. Uno consiste en despojarla de fecundidad: es la unión sin la consecuencia natural de un nuevo ser. Es algo que se puede hacer de manera sistemática mediante el auxilio de medios técnicos que modifiquen el comportamiento cíclico y de naturaleza, tan extendido en la actualidad. La otra es ejercer la sexualidad sin el amor y plena donación al otro, lo cual se convierte en una mentira, ya que considera al cuerpo como algo disponible y no como elemento personal. La sexualidad despojada de sus componentes naturales se convierte en un gesto vacío y falseado y no humano.

Es verdad, se ha dicho que en la fecundidad de la sexualidad humana lo más obvio e inmediato en ella es lo biológico y sensible como satisfacción del instinto y aseguramiento de la descendencia. Es verdad también que el hombre es verdaderamente animal, pero el mejor dotado de la naturaleza con su inteligencia, pero requiere establecer vínculos y en ello ayudan la sexualidad. Por esa misma inteligencia descubre la sexualidad como un poder creador inscrito en la propia naturaleza.

Cada hombre existe, toma su origen, en el ejercicio de la sexualidad por parte de sus padres. La importancia de la sexualidad está estrechamente vinculada con la conciencia del carácter único que tiene la persona y reclama para su origen una forma misteriosa y en definitiva trascendente, por ello su origen no puede entenderse como completamente inmerso en los meros procesos por medio de los cuales la materia se multiplica. El carácter misterioso del origen de la persona es causado por el ejercicio de la sexualidad, la sexualidad misma había de ser considerada como manifestación de una fuerza trascendente.

Todo hombre es hijo y nunca deja de serlo, ser hijo incluso es más radical que ser varón o mujer, porque indica el modo de originarse uno mismo. Todos nacemos de unos padres concretos. Nacer significa que uno se encuentra existiendo, no como ser arrojado al mundo, sino como hijo de alguien. La experiencia más común nos dice que nos hemos encontrado a nosotros y nosotras mismas en brazos de nuestros padres, de aquí la filiación: mi origen como persona son otras personas, eso significa dependencia de origen. Ser hijo significa pertenecer a una familia entendida como una comunidad de personas ligadas a una comunidad de origen.

Ser padre y ser madre además de la dignidad remarcada líneas arriba tienen unos rasgos y tareas propias. Ambos son modelo en el ser y en el obrar de los hijos y les corresponde ayudar a estos. Ambos sustentan en el ser a los hijos y los mantienen unidos a sí, como al principio. La tarea de tener hijos es la más creadora de todas las tareas humanas, porque supone crear otros “yos” y eso es un largo y amoroso trabajo de educación y ayuda: todos los actos del amor se cumplen en ella de modo eminente.

El sexo y su trivialidad.

Como sabemos el acto sexual y la conducta a él referente tiene un sentido propio en su génesis, culminación y consecuencia, que es benevolente y le hace ser lo que verdaderamente es. Entendido así enriquece al eros: el amor de donación recíproca y única del varón y la mujer abierto al hijo como don y protegido mediante el matrimonio.

Decimos que el sexo se toma de modo trivial por que su valor ha disminuido, ya no está incrustado en la intimidad más recóndita del núcleo familiar y en el misterio de la vida humana. Hoy se da una tendencia a disponer de él y de la sexualidad para diversos fines:
Para llevar a cabo una investigación científica, con propósitos terapéuticos y funcionales, según los cuales la actividad sexual es necesaria para la buena salud psíquica y física de la persona; la castidad se presenta por parte de algunos como una perjudicial represión de las fuerzas naturales.

Hoy se piensa que el sexo se elige y la propia identidad sexual se construye, a partir de una elección entre varias opciones, que se presentan como igualmente respetables y defendibles, puesto que no hemos de imponer a los demás nuestros valores, como tampoco hemos de censurar opciones que no querríamos para nosotros: es una extensión del ya presentado planteamiento de la libertad y la tolerancia.

Se busca el sexo seguro, sexo con anticonceptivo, que evita la fecundidad, pero de consecuencias desagradables, porque es una técnica que permite trocear el acto sexual. Y la pregunta es ¿por qué se hace? Por evitar las consecuencias. Es una intervención técnica aplicada con la intención de reemplazar un proceso natural. De este modo todo el misterio de la donación, la ilusión de darse y de recibir al otro, viene sustituido por un producto que resulta impersonal en la medida en que el otro es sustituible por cualquiera.
Por tanto, se viven experiencias sensibles, pero no interiores, un mundo sin eros se hace átono, gris, físico, calculable, ya no es maravilloso. El sexo es ahora un juego del que se hace uso, si sale mal, la solución es el aborto. El sexo seguro supone una violación del sentido humano de ese acto, pues desde él no se toma el amor suficientemente en serio y así resulta muy difícil escapar a la tentación de someterlo a fines nacidos del interés. Tomarse el amor en serio significa dejarle ser lo que es, respetarlo, ser benevolente con él, descubrir su sentido: formar parte de un proyecto vital compartido entre personas que libremente, se dan como mutuo apoyo y origen de otras personas. Si se toma a la ligera cierra el camino para el amor pleno.

La boda es la fiesta colectiva. Y la fiesta hay que definirla como la celebración pública de la plenitud humana. En la boda se pisa el umbral de una casa donde no sabemos quiénes vivirán, empieza una historia que no sabemos cómo terminará y que deseamos que sea feliz. Allí comienza una aventura: es el encargo originario de perpetuar la familia. El sexo seguro, por contraste, carece por completo de fiesta y de historia posterior: se hace rutinario, pues no remite más que a sí mismo. La sensación amarga del egoísmo implica que al día siguiente sea mejor no hablar de él.

El sexo seguro- preservativo en la mentalidad y las costumbres dominantes, esta parece ser la elección más sensata y decididamente lícita. Pero para ver lo insostenible de esa valoración, es suficiente tener presente, que el preservativo solo reduce, no elimina el riego de, aparte de matar, contraer una serie de enfermedades. Estos riesgos no son algo de poco peso, sirve en su totalidad la argumentación adoptada en la valoración ética de las relaciones conyugales normales: el amor es el que exige la exclusión de cualquier comportamiento que ponga en riesgo la salud y la vida de la persona amada.

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