UN POEMA DE MARIO VARGAS LLOSA EN HOMENAJE AL CREADOR DE LA ILÍADA Y ODISEA
Padre Homero
No todos los días podemos darnos el lujo de leer un poema de quien es sin duda el mayor novelista peruano de todos los tiempos. Atendiendo al pedido de contribuir con nuestro número de aniversario, Mario Vargas Llosa nos sorprendió al enviarnos estos versos, que van en homenaje ciertamente a un poeta, pero también a un magnífico fabulador. Huelga decir que es un placer compartir este texto con ustedes, queridos lectores.
PADRE HOMERO
No sabemos si era uno o muchos.
Ni siquiera sabemos si existió o lo inventamos para dar un dueño y una leyenda
a los poemas que fundaron el mundo en que vivimos.
Las cuencas vacías de sus ojos
iluminan como dos soles las aguas,
las islas y las playas del Mediterráneo.
Tampoco sabemos si las historias
que cantó tuvieron raíces en la historia real o
fueron fantaseadas por su imaginación incandescente.
Yo lo adivino como un viejecito bondadoso y
excéntrico divirtiendo a niños y ancianos
con fabulosas aventuras de guerreros y monstruos
en una época inusitada en que hombres y dioses
andaban entreverados y las batallas se ganaban
con caballos de madera,elíxires y magias.
Lo diviso entre sombras y chisporroteo de fogatas,
en aldeas con olor a vino y aceite,
pulsando su lira acompañado
por el murmullo del mar y la resaca,
rodeado de caras expectantes.
Su fantasía y su verba embellecían las anécdotas
que traían los marineros de sus viajes:
las canciones voluptuosas de las sirenas,
los mordiscos de Escila y los soplidos de Caribdis
que hundían a los veleros y
los náufragos que se tragaba Polifemo.
En el corazón de sus mitos palpitaban
las chismografías de los ancianos,
las endechas de las viudas y
las letanías de las madres cuyos hijos
raptaron los pirataspara convertirlos en remeros.
Imagino su cabeza como un volcán
que crepita no lava ni fuego sino historias,
una sinfonía de heroísmos, apariciones,
pesadillas, bravatas, amores, hechicerías
y fastuosas celebraciones de dioses
y diosas con hombres y demonios.
Nadie sabía de dónde venía
ni adónde iba.
Sus barbas eran blancas y
sus ojos, antes de vaciarse, habían sido azules.
Su túnica tenía mil remiendos
y sus sandalias tan gastadas
habían dado la vuelta al mundo y al trasmundo.
El encanto de su voz la suavidad
de sus palabras el color y
la fosforescenciacon que narraba
daban a sus historiasla fuerza
contagiosa de la danza y la música,
esa estela que perseguía a sus oyentes en el sueño
y los incitaba a aprender sus versos
de memoria a repetirlos de
padres a hijos de pueblo en
puebloy de siglo en siglo, hasta nosotros.
Gracias, abuelo,inventor del Occidente.
Qué pobre sería nuestra historia sin tus historias,
qué mediocres nuestros sueños sin tus sueños.
San Pedro de Atacama 22 de febrero de 2008
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