2008/04/19

El padre Homero - Mario Vargas Llosa



UN POEMA DE MARIO VARGAS LLOSA EN HOMENAJE AL CREADOR DE LA ILÍADA Y ODISEA


Padre Homero


No todos los días podemos darnos el lujo de leer un poema de quien es sin duda el mayor novelista peruano de todos los tiempos. Atendiendo al pedido de contribuir con nuestro número de aniversario, Mario Vargas Llosa nos sorprendió al enviarnos estos versos, que van en homenaje ciertamente a un poeta, pero también a un magnífico fabulador. Huelga decir que es un placer compartir este texto con ustedes, queridos lectores.


PADRE HOMERO


No sabemos si era uno o muchos.

Ni siquiera sabemos si existió o lo inventamos para dar un dueño y una leyenda

a los poemas que fundaron el mundo en que vivimos.


Las cuencas vacías de sus ojos

iluminan como dos soles las aguas,

las islas y las playas del Mediterráneo.


Tampoco sabemos si las historias

que cantó tuvieron raíces en la historia real o

fueron fantaseadas por su imaginación incandescente.


Yo lo adivino como un viejecito bondadoso y

excéntrico divirtiendo a niños y ancianos

con fabulosas aventuras de guerreros y monstruos

en una época inusitada en que hombres y dioses

andaban entreverados y las batallas se ganaban

con caballos de madera,elíxires y magias.


Lo diviso entre sombras y chisporroteo de fogatas,

en aldeas con olor a vino y aceite,

pulsando su lira acompañado

por el murmullo del mar y la resaca,

rodeado de caras expectantes.


Su fantasía y su verba embellecían las anécdotas

que traían los marineros de sus viajes:

las canciones voluptuosas de las sirenas,

los mordiscos de Escila y los soplidos de Caribdis

que hundían a los veleros y

los náufragos que se tragaba Polifemo.


En el corazón de sus mitos palpitaban

las chismografías de los ancianos,

las endechas de las viudas y

las letanías de las madres cuyos hijos

raptaron los pirataspara convertirlos en remeros.


Imagino su cabeza como un volcán

que crepita no lava ni fuego sino historias,

una sinfonía de heroísmos, apariciones,

pesadillas, bravatas, amores, hechicerías

y fastuosas celebraciones de dioses

y diosas con hombres y demonios.


Nadie sabía de dónde venía

ni adónde iba.

Sus barbas eran blancas y

sus ojos, antes de vaciarse, habían sido azules.


Su túnica tenía mil remiendos

y sus sandalias tan gastadas

habían dado la vuelta al mundo y al trasmundo.


El encanto de su voz la suavidad

de sus palabras el color y

la fosforescenciacon que narraba

daban a sus historiasla fuerza

contagiosa de la danza y la música,

esa estela que perseguía a sus oyentes en el sueño

y los incitaba a aprender sus versos

de memoria a repetirlos de

padres a hijos de pueblo en

puebloy de siglo en siglo, hasta nosotros.


Gracias, abuelo,inventor del Occidente.

Qué pobre sería nuestra historia sin tus historias,

qué mediocres nuestros sueños sin tus sueños.



San Pedro de Atacama 22 de febrero de 2008

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