Esta es una entrevista al biólogo Pierre Magistretti, que rescata el aporte del psicoanálisis, y que ofrece valiosa información:
"SOMOS INDIVIDUOS ÚNICOS, PORQUE ASÍ LO DETERMINA LA GENÉTICA"
Lo afirma el biólogo Pierre Magistretti, que rescata el aporte del psicoanálisis. “Si el descubrimiento del genoma fue algo así como el hallazgo de nuestro alfabeto interior, ahora viene lo mejor: descubrir la manera en que cada ser humano escribe con esas mismas letras su propia novela, ya que estamos genéticamente determinados para ser únicos.”
El hombre que enuncia con tanta claridad cuál será el desafío de la ciencia en los próximos años se llama Pierre Magistretti. Experto en neurobiología, con significativas contribuciones al estudio del metabolismo de la energía cerebral, este científico suizo que obtuvo en 2002 la medalla Emil Kraepelin del instituto alemán Max Planck pasó hace algunas semanas por Buenos Aires y ofreció una conferencia en la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
Codirector del Brain Mind Institute y director del Center for Psychiatric Neuroscience en la Universidad de Lausana, Suiza, Magistretti no vino solo. Lo acompañó otro investigador cuyo campo de acción podría resultar, a simple vista, incompatible con el suyo: el psicoanalista François Ansermet. Ambos son autores de A cada cual su cerebro (Katz Editores), un ensayo que deja de lado el prejuicio de la incompatibilidad y propone, en cambio, un encuentro posible: el de la neurobiología y el psicoanálisis. Su propuesta parte de una idea muy clara: así como para el psicoanálisis el sujeto ha sido, históricamente, un ser único "como excepción a lo universal", también ahora debería ser único para las neurociencias. ¿Por qué? "Porque, a diferencia de lo que se creía antiguamente, los últimos hallazgos indican que el cerebro es un órgano dinámico que ya no puede ser considerado como una organización definida y fija de redes de neuronas". Por lo tanto, funciona en cada persona de un modo singular. Ahora, el sujeto del psicoanálisis y el de las neurociencias es el mismo, afirman los autores del libro. Y lo es en tanto que existe un concepto que une ambas miradas: el de la plasticidad neuronal.
-¿Podría explicar en qué consiste esa plasticidad?
-En cada uno de nosotros, la experiencia deja una huella. Y existe un puente claro entre la huella psíquica y la huella sináptica, es decir, la que se produce en la instancia de intercambio de información entre las células cerebrales. En otras palabras: antes pensábamos que el cerebro era un órgano genéticamente determinado, con ciertos mecanismos fijos de tratamiento de la información. Ahora sabemos que, gracias a la plasticidad, nuestra red neuronal es modulable por los acontecimientos y por la experiencia y que esa experiencia modifica en forma permanente las conexiones entre las neuronas. Los mecanismos de plasticidad operan durante toda la vida. El acontecimiento y la experiencia siempre pueden modificar un estado anterior. -¿Esa concepción otorga espacio a lo singular, como lo hace el psicoanálisis, pero desde el punto de vista biológico?
-Sí. Podemos decir que el individuo está genéticamente determinado para no estar genéticamente determinado. O que estamos genéticamente determinados para ser únicos, en tanto que, como lo expresan científicos de la talla de V. G. Cheung y R. S. Spielman, dentro de la realización del programa genético de cada persona hay un lugar reservado a la experiencia y, por lo tanto, a la contingencia y a lo imprevisible. -Desde mediados del siglo XX se habla mucho de la predisposición genética, que luego es moldeada por el entorno, el medio ambiente, la cultura. Se dice que un individuo puede tener una predisposición genética que lo lleva a sufrir una depresión y que esa enfermedad podrá desarrollarse, o no, según la participación de otros factores. ¿En qué se diferencia esta visión de la que usted plantea?
-Desde cierto enfoque de la genética, la aparición de una enfermedad dependerá de la interacción entre el genotipo y el medio ambiente. Es un modelo de interacción: la expresión genotípica está modulada por el afuera. En cambio, para nosotros el concepto de interacción debería ser reemplazado por el de plasticidad, que integra genoma y ambiente en un mismo nivel lógico: genotipo y ambiente se combinan por medio de esa plasticidad para producir un genotipo único e irrepetible. La diferencia es que la determinación genética no es mayor que la ambiental o la psíquica; todas se articulan en forma permanente y durante toda la vida.
-Si a fines del siglo XX la "estrella" de la ciencia fue la biología del gen, ¿ahora vamos hacia una biología de la mente, según lo propone, entre otros, el premio Nobel de Medicina Eric Kandel?
-Así es. La biología mental está sólo parcialmente determinada por la biología del gen. Y algo más: si ahora estamos viendo cómo escribimos nuestras propias novelas con las letras contenidas en nuestro mapa genético, también deberíamos cambiar el concepto de desarrollo (algo ya programado genéticamente) por el concepto de devenir: un proceso no determinado, que deja lugar a la contingencia.
-¿Se puede hablar de una biología del inconsciente?
-Lo que nosotros decimos es que se le puede atribuir un estatus biológico al inconsciente. Pensemos en situaciones en las que aparece una fantasía en un paciente que está en tratamiento psicoanalítico. En esas situaciones, la plasticidad le permitirá a ese sujeto liberarse de un escenario fantasmático fijo y utilizar esa fantasía, en lugar de ser esclavo de ella.
-Pero actualmente están en boga otro tipo de tratamientos "psi", como las terapias cognitivo-conductuales...
-Mire, le voy a dar otro ejemplo: si una persona les tiene miedo a los perros y le cuenta a su terapeuta que de chica fue mordida por un perro, una terapia cognitivo-conductual probablemente la ayude a tratar su miedo o su fobia. Pero si, en cambio, ese miedo está asociado con un problema más profundo, que quizá resida en la relación de esa persona con alguno de sus progenitores, eso es imposible de curar con una terapia que trabaje sobre lo consciente. El individuo en cuestión necesita resignificar eso que le pasa, y lo importante es marcar las diferencias: en el primer caso, existe un reporte directo entre experiencia y huella; en el segundo caso, hay una discontinuidad debida a que existieron reasociaciones o nuevos significados que separaron la experiencia de la huella. Todos esos procesos nos llevan de nuevo a destacar la riqueza de la plasticidad.
-En la Argentina se suele decir que no tenemos memoria como sociedad, sobre todo a la hora de votar. ¿Estos descubrimientos también podrían aplicarse a cuestiones que van más allá del individuo, como por ejemplo el tema de la memoria colectiva?
-No creo mucho en el concepto de memoria colectiva. Creo que existen individualidades y relaciones interpersonales. La cultura determina individualidades. Después, hay memorias individuales que pueden interactuar, pero no imagino que podamos llegar a hablar de una memoria colectiva neurobiológica. Eso mejor se lo dejamos a la sociología o a otras disciplinas.
-¿Qué diría Sigmund Freud de las teorías que usted sostiene?
-No creo que se sorprendiera. En su Proyecto de una psicología científica , de 1895, él ya entendía el rol de la plasticidad en el aprendizaje y en la memoria. Antes de Freud, Santiago Ramón y Cajal ya había hablado de la "gran movilidad inicial de las expansiones de la neurona". En los años 40, Donald Hebb también retomó el término. Freud fue original, porque dijo que no existía una sola inscripción de la experiencia. Por eso yo creo que hoy el psicoanálisis es un campo válido, importante e interesante. En este momento existen muchas presiones desde la psicología cognitiva que lo consideran perimido. Y a mí me parece que no podemos encarar lo que nos pasa como si las personas no tuvieran inconsciente. En este sentido, hasta hoy, no existe ninguna disciplina que haya encontrado una mejor manera de abordar los procesos inconscientes que el psicoanálisis.
-Eso suena raro en boca de un neurobiólogo...
-Bueno, eso es lo que pienso. Al igual que las neurociencias, el psicoanálisis tiene futuro. Hoy, a la luz de los mecanismos biológicos encontrados, las neurociencias deberían tomar del psicoanálisis las herramientas que les permitieran concentrarse en los aspectos únicos del sujeto. Por su parte, los psicoanalistas deberían seguir a Lacan, que en 1965 se preguntó por la existencia de una ciencia que incluyera al psicoanálisis. Creo que ambos pueden nutrirse del concepto de plasticidad y trabajar, en los próximos años, en el devenir de cada sujeto... y de cada cerebro.
Lo afirma el biólogo Pierre Magistretti, que rescata el aporte del psicoanálisis. “Si el descubrimiento del genoma fue algo así como el hallazgo de nuestro alfabeto interior, ahora viene lo mejor: descubrir la manera en que cada ser humano escribe con esas mismas letras su propia novela, ya que estamos genéticamente determinados para ser únicos.”
El hombre que enuncia con tanta claridad cuál será el desafío de la ciencia en los próximos años se llama Pierre Magistretti. Experto en neurobiología, con significativas contribuciones al estudio del metabolismo de la energía cerebral, este científico suizo que obtuvo en 2002 la medalla Emil Kraepelin del instituto alemán Max Planck pasó hace algunas semanas por Buenos Aires y ofreció una conferencia en la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
Codirector del Brain Mind Institute y director del Center for Psychiatric Neuroscience en la Universidad de Lausana, Suiza, Magistretti no vino solo. Lo acompañó otro investigador cuyo campo de acción podría resultar, a simple vista, incompatible con el suyo: el psicoanalista François Ansermet. Ambos son autores de A cada cual su cerebro (Katz Editores), un ensayo que deja de lado el prejuicio de la incompatibilidad y propone, en cambio, un encuentro posible: el de la neurobiología y el psicoanálisis. Su propuesta parte de una idea muy clara: así como para el psicoanálisis el sujeto ha sido, históricamente, un ser único "como excepción a lo universal", también ahora debería ser único para las neurociencias. ¿Por qué? "Porque, a diferencia de lo que se creía antiguamente, los últimos hallazgos indican que el cerebro es un órgano dinámico que ya no puede ser considerado como una organización definida y fija de redes de neuronas". Por lo tanto, funciona en cada persona de un modo singular. Ahora, el sujeto del psicoanálisis y el de las neurociencias es el mismo, afirman los autores del libro. Y lo es en tanto que existe un concepto que une ambas miradas: el de la plasticidad neuronal.
-¿Podría explicar en qué consiste esa plasticidad?
-En cada uno de nosotros, la experiencia deja una huella. Y existe un puente claro entre la huella psíquica y la huella sináptica, es decir, la que se produce en la instancia de intercambio de información entre las células cerebrales. En otras palabras: antes pensábamos que el cerebro era un órgano genéticamente determinado, con ciertos mecanismos fijos de tratamiento de la información. Ahora sabemos que, gracias a la plasticidad, nuestra red neuronal es modulable por los acontecimientos y por la experiencia y que esa experiencia modifica en forma permanente las conexiones entre las neuronas. Los mecanismos de plasticidad operan durante toda la vida. El acontecimiento y la experiencia siempre pueden modificar un estado anterior. -¿Esa concepción otorga espacio a lo singular, como lo hace el psicoanálisis, pero desde el punto de vista biológico?
-Sí. Podemos decir que el individuo está genéticamente determinado para no estar genéticamente determinado. O que estamos genéticamente determinados para ser únicos, en tanto que, como lo expresan científicos de la talla de V. G. Cheung y R. S. Spielman, dentro de la realización del programa genético de cada persona hay un lugar reservado a la experiencia y, por lo tanto, a la contingencia y a lo imprevisible. -Desde mediados del siglo XX se habla mucho de la predisposición genética, que luego es moldeada por el entorno, el medio ambiente, la cultura. Se dice que un individuo puede tener una predisposición genética que lo lleva a sufrir una depresión y que esa enfermedad podrá desarrollarse, o no, según la participación de otros factores. ¿En qué se diferencia esta visión de la que usted plantea?
-Desde cierto enfoque de la genética, la aparición de una enfermedad dependerá de la interacción entre el genotipo y el medio ambiente. Es un modelo de interacción: la expresión genotípica está modulada por el afuera. En cambio, para nosotros el concepto de interacción debería ser reemplazado por el de plasticidad, que integra genoma y ambiente en un mismo nivel lógico: genotipo y ambiente se combinan por medio de esa plasticidad para producir un genotipo único e irrepetible. La diferencia es que la determinación genética no es mayor que la ambiental o la psíquica; todas se articulan en forma permanente y durante toda la vida.
-Si a fines del siglo XX la "estrella" de la ciencia fue la biología del gen, ¿ahora vamos hacia una biología de la mente, según lo propone, entre otros, el premio Nobel de Medicina Eric Kandel?
-Así es. La biología mental está sólo parcialmente determinada por la biología del gen. Y algo más: si ahora estamos viendo cómo escribimos nuestras propias novelas con las letras contenidas en nuestro mapa genético, también deberíamos cambiar el concepto de desarrollo (algo ya programado genéticamente) por el concepto de devenir: un proceso no determinado, que deja lugar a la contingencia.
-¿Se puede hablar de una biología del inconsciente?
-Lo que nosotros decimos es que se le puede atribuir un estatus biológico al inconsciente. Pensemos en situaciones en las que aparece una fantasía en un paciente que está en tratamiento psicoanalítico. En esas situaciones, la plasticidad le permitirá a ese sujeto liberarse de un escenario fantasmático fijo y utilizar esa fantasía, en lugar de ser esclavo de ella.
-Pero actualmente están en boga otro tipo de tratamientos "psi", como las terapias cognitivo-conductuales...
-Mire, le voy a dar otro ejemplo: si una persona les tiene miedo a los perros y le cuenta a su terapeuta que de chica fue mordida por un perro, una terapia cognitivo-conductual probablemente la ayude a tratar su miedo o su fobia. Pero si, en cambio, ese miedo está asociado con un problema más profundo, que quizá resida en la relación de esa persona con alguno de sus progenitores, eso es imposible de curar con una terapia que trabaje sobre lo consciente. El individuo en cuestión necesita resignificar eso que le pasa, y lo importante es marcar las diferencias: en el primer caso, existe un reporte directo entre experiencia y huella; en el segundo caso, hay una discontinuidad debida a que existieron reasociaciones o nuevos significados que separaron la experiencia de la huella. Todos esos procesos nos llevan de nuevo a destacar la riqueza de la plasticidad.
-En la Argentina se suele decir que no tenemos memoria como sociedad, sobre todo a la hora de votar. ¿Estos descubrimientos también podrían aplicarse a cuestiones que van más allá del individuo, como por ejemplo el tema de la memoria colectiva?
-No creo mucho en el concepto de memoria colectiva. Creo que existen individualidades y relaciones interpersonales. La cultura determina individualidades. Después, hay memorias individuales que pueden interactuar, pero no imagino que podamos llegar a hablar de una memoria colectiva neurobiológica. Eso mejor se lo dejamos a la sociología o a otras disciplinas.
-¿Qué diría Sigmund Freud de las teorías que usted sostiene?
-No creo que se sorprendiera. En su Proyecto de una psicología científica , de 1895, él ya entendía el rol de la plasticidad en el aprendizaje y en la memoria. Antes de Freud, Santiago Ramón y Cajal ya había hablado de la "gran movilidad inicial de las expansiones de la neurona". En los años 40, Donald Hebb también retomó el término. Freud fue original, porque dijo que no existía una sola inscripción de la experiencia. Por eso yo creo que hoy el psicoanálisis es un campo válido, importante e interesante. En este momento existen muchas presiones desde la psicología cognitiva que lo consideran perimido. Y a mí me parece que no podemos encarar lo que nos pasa como si las personas no tuvieran inconsciente. En este sentido, hasta hoy, no existe ninguna disciplina que haya encontrado una mejor manera de abordar los procesos inconscientes que el psicoanálisis.
-Eso suena raro en boca de un neurobiólogo...
-Bueno, eso es lo que pienso. Al igual que las neurociencias, el psicoanálisis tiene futuro. Hoy, a la luz de los mecanismos biológicos encontrados, las neurociencias deberían tomar del psicoanálisis las herramientas que les permitieran concentrarse en los aspectos únicos del sujeto. Por su parte, los psicoanalistas deberían seguir a Lacan, que en 1965 se preguntó por la existencia de una ciencia que incluyera al psicoanálisis. Creo que ambos pueden nutrirse del concepto de plasticidad y trabajar, en los próximos años, en el devenir de cada sujeto... y de cada cerebro.
Extraído del diario La Nación...
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