2008/04/19

Verdad o mentira: infierno


Este micro ensayo de Víctor Vegas es interesante, sobre todo si de por medio está Saramago, a quien me enseñaron a apreciarlo...


El infierno es el hombre


El hombre hace la sociedad. los hombres son los que interactúan. Es tradición, escuchar decir, que la sociedad es como una celula; entonces, como tal es un ser vivo, y los seres vivos enferman, igual pasa con el hombre, se suele enfermar.


A veces su salud puede verse afectada por trastornos menores y pasajeros. Sin embargo, en ocasiones puede tratarse de enfermedades más complejas, duraderas y peligrosas. Aquí viene a la memoria José Saramago, quien nos habla de estas enfermedades; en su Ensayo sobre la ceguera. Saramago se vale de una poderosa metáfora para hacernos una puesta en escena de los más bajos instintos de los seres humanos. Súbitamente, y sin saber cómo ni por qué, la gente anónima de una anónima ciudad comienza a quedarse ciega.


El trastorno se propaga como reguero de pólvora y pronto se convierte en epidemia. El gobierno nacional, en pocas horas, al darse cuenta de que el “mal blanco” —así bautizan a la ceguera, porque tiene la particularidad de no dejar a quien la padece en tinieblas sino sumergido en un vacío blanco— es sumamente contagioso, toma la decisión de aislar no sólo a los afectados sino a todo aquel que haya tenido algún contacto con ellos.


El temor es casi siempre el detonante para las peores acciones o resoluciones del género. A partir de aquí comienza el descenso a los infiernos y vemos cómo personas, aparentemente comunes y corrientes, con principios y valores, se sumergen en la suciedad y, para colmo, retozan en ella.


Los ciegos que nos interesan no sólo son aislados y abandonados a su suerte en las instalaciones de un antiguo manicomio (una de las tantas y deliciosas ironías que Saramago construye a lo largo de su relato), sino que a su alrededor se levanta un cerco militar con la amenaza explícita de que si alguno de los internos pretendiera salir, no dudarían ni un segundo en acribillarlo.


Y nada como un militar para cumplir este tipo de órdenes, ya sabemos, con suma y fría eficacia. Como era de preverse, por la magnitud contagiosa de la ceguera, en poco tiempo las instalaciones colapsan: las camas no son suficientes, no hay agua o la que sale de las tuberías no es apta para el consumo, las cañerías se tapan, los alimentos que prometieron traer no llegan a sus horas (o simplemente no llegan) y, para colmo, nunca alcanzan para todos... Tampoco, como era de esperarse, tardan en aparecer los actos de canibalismos entre los internos (los dientes afilados y relucientes de la miseria humana); primero los actos de supervivencia y luego los de la más profunda abyección: el decreto de la conocidísima ley del más fuerte —fuerza, a propósito, que casi siempre concede las armas de fuego.


¿No nos suena esta historia demasiado conocida, demasiado familiar? ¿Acaso no hemos escuchado o leído algo parecido en el pasado?. La ceguera utilizada por Saramago como detonante de su relato, el mal blanco, ya ha sido padecida por otras sociedades en el pasado, algunas lo padecen en el presente y no es muy difícil pronosticar que otras lo padecerán en el futuro, porque, sencillamente, esa es parte esencial de nuestra naturaleza.


Para no retroceder demasiado y remitirme apenas a nuestra historia contemporánea, el mal blanco antes ha recibido nombres como nazismo, fascismo, stalinismo y apartheid; por citar sólo a cuatro de sus variantes. Las similitudes son evidentes: un grupo que teme u odia a otro; basta que uno de los dos tenga algo de poder para que inicie las arremetidas contra quienes considera sus enemigos; en nuestra Historia, tal vez el miedo ha sido nombrado de muchas maneras...

La prosa de Saramago es rica, deliciosa, llena de matices y cargada de ironía. Quizá, en algún momento de la lectura, hallemos que una o dos de las argumentaciones de las subtramas luzcan débiles, no verosímiles, no obstante, eso no le quita fuerza o poderío a la narración. Nos puede chocar por unos minutos pero pronto lo echamos al olvido.Desde luego, no todos los personajes en Ensayo sobre la ceguera son ciegos, básicamente porque el autor —y sus lectores— necesita un par de ojos que al menos vea lo que sucede, aunque se trata de algo puramente técnico, literario, porque como lo dice el propio y único personaje vidente en varias oportunidades, es tan ciega como el resto del mundo. En estos días de profunda polarización que vivimos, valdría la pena cuestionarnos sobre si somos parte de una sociedad enferma, consumida por la ceguera, como la que nos muestra Saramago en Ensayo sobre la ceguera.


¿Estamos nosotros también ciegos o somos como una de las protagonistas: vemos pero en el fondo sólo deseamos estar tan ciegos como los demás?Es apenas una de las muchas interrogantes que me ha obligado a hacerme Ensayo sobre la ceguera; una novela que da para pensar, reflexionar, cuestionarnos una y otra vez.



Visión del infierno de Santa Faustina Kowalska, según lo escribió en su diario:

"Hoy, fui llevada por un ángel a las profundidades del infierno. Es un lugar de gran tortura; ¡qué imponentemente grande y extenso es! Los tipos de torturas que vi: la primera que constituye el infierno es la pérdida de Dios; la segunda es el eterno remordimiento de conciencia; la tercera es que la condición de uno nunca cambiará; (160) la cuarta es el fuego que penetra el alma sin destruirla; es un sufrimiento terrible, ya que es un fuego completamente espiritual, encendido por el enojo de Dios; la quinta tortura es la continua oscuridad y un terrible olor sofocante y, a pesar de la oscuridad, los demonios y las almas de los condenados se ven unos a otros y ven todo el mal, el propio y el del resto; la sexta tortura es la compañía constante de Satanás; la séptima es la horrible desesperación, el odio de Dios, las palabras viles, maldiciones y blasfemias. Éstas son las torturas sufridas por todos los condenado juntos, pero ése no es el extremo de los sufrimientos. Hay torturas especiales destinadas para las almas particulares. Éstos son los tormentos de los sentidos. Cada alma padece sufrimientos terribles e indescriptibles, relacionados con la forma en que ha pecado. Hay cavernas y hoyos de tortura donde una forma de agonía difiere de otra. Yo me habría muerto ante la visión de estas torturas si la omnipotencia de Dios no me hubiera sostenido. Debe el pecador saber que será torturado por toda la eternidad, en esos sentidos que suele usar para pecar. (161) Estoy escribiendo esto por orden de Dios, para que ninguna alma pueda encontrar una excusa diciendo que no hay ningún infierno, o que nadie ha estado allí, y que por lo tanto nadie puede decir cómo es. Yo, Sor Faustina, por orden de Dios, he visitado los abismos del infierno para que pudiera hablar a las almas sobre él y para testificar sobre su existencia. No puedo hablar ahora sobre él; pero he recibido una orden de Dios de dejarlo por escrito. Los demonios estaban llenos de odio hacia mí, pero tuvieron que obedecerme por orden de Dios. Lo que he escrito es una sombra pálida de las cosas que vi. Pero noté una cosa: que la mayoría de las almas que están allí son de aquéllos que descreyeron que hay un infierno. Cuando regresé, apenas podía recuperarme del miedo. ¡Cuán terriblemente sufren las almas allí! Por consiguiente, oro aun más fervorosamente por la conversión de los pecadores. Suplico continuamente por la misericordia de Dios sobre ellos.Oh mi Jesús, preferiría estar en agonía hasta el fin del mundo, entre los mayores sufrimientos, antes que ofenderte con el menor de los pecados".

1 comentario:

  1. La primera parte de la obra me parece muy interesante, mientras avanzaba en la lectura me sorprendía la fina relación entre los pecados y sus castigos; con la "geografía" del infierno: ríos, bosques, pantanos, llevan una clave analógica con los pecadores que en dicho lugar son castigados; pero a la vez es perturbador y hasta cruel todo este paseo.

    En cuanto al controvertido tema de las almas y los castigos físicos y de acuerdo a lo comentado por Dante, se me ocurre si las almas no tienen cuerpo físico (por definición), pero igual son capaces de sentir el juicio final (en donde se les devolverá a cada uno el cuerpo ) representa para los habitantes del infierno una mera formalidad, por cuanto en ellos nada cambiara de su situación (ya están condenados y sufren como si cuerpo y alma tuvieran).

    No obstante y esta vez de acuerdo a lo sugerido por Dante, es decir que las almas que estan en el infierno deben esperar al juicio final para conocer su situación definitiva ( y que por lo tanto, ya el carcelero, ya la tan famosa inscripción de la puerta, aquella de la esperanza, son para ablandar a los pecadores), me surge una interrogante:
    ¿De que manera los que en el infierno se encuentran podrían cambiar su situación?
    ¿Soportando terribles castigos seguido del sincero arrepentimiento quilas?
    Lo de soportar en realidad no tiene ningún merito porque morir no pueden y escapar tampoco.
    El arrepentimiento, después de semejantes suplicios entiendo que debe ser una tarea harto fácil.
    Permito quedarme con que su estadía en el infierno les permita "entrar en razón" (en el sentido de entender porque están ahí); la importancia que Dante adjudica a la razón, en relación con el don mas importante que Dios le concede al hombre.


    Con esta obra "La Divina Comedia" todo el mundo se para y se conmueve ante las escenas, en las mismas en lo que lo hace Dante .....Dante se emociona y nosotros con el.

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