Dice la leyenda que la Décima Musa murió al lanzarse por un acantilado después de ser rechazada por Faón. Los favores del marino se los había ganado Afrodita, así que ella, despechada, se arrojó al vacío desde la roca del Léucade, que desde entonces quedó consagrada como el mejor lugar para matarse por amor. Aquellos que ahora sostienen que a Safo no le gustaban las mujeres se aferran con fuerza a la historia del suicidio, y dicen que si la poetisa se entregó a la muerte por culpa de un hombre es posiblemente porque solo le gustaban los hombres. El argumento es tan poco sólido que los defensores de Safo se ríen por lo bajo, recuerdan que no es más que una leyenda y se remiten al único legado concreto que dejó la poetisa: sus versos. Lean, parecen decir. Por favor, lean.Safo, la Décima Musa --así la bautizó Platón--, la poetisa que introdujo un cambio de rumbo en la literatura demasiado militar de la Grecia antigua, la rebelde guerrillera que conspiró contra la tiranía de la época, nació hacia el año 620 A. C. en la aldea de Eresos, en el suroeste de la isla de Lesbos; el mismo pedazo de tierra donde unos 50 años más tarde, según la leyenda, se lanzaría al abismo. Es probablemente el personaje más célebre que ha salido de la isla, en parte por sus versos y en parte por su sexo, y sin duda, el personaje central de la polémica que envuelve hoy a este pequeño territorio. Las lesbianas son lesbianas porque Safo, que habló con libertad de su amor por las mujeres, que hizo de ello poesía, que no lo escondió, que lo gritó a los cuatro vientos, Safo, que en realidad no era solo lesbiana, sino bisexual, era de Lesbos.
Universidad de mujeres.
Era enana, velluda y fea, pero seductora. "Bajita y sin gracia", escribió ella misma. Su gran amor fue el noble Alceo --compañero de guerrilla y de cama--, pero eso no le impidió explotar su pasión por las mujeres. En Sicilia, donde se exilió seis años por disidente, fundó una especie de instituto, una universidad exclusiva para féminas donde enseñaba canto, pintura, danza y literatura. Parece ser que se enamoraba fácilmente de sus alumnas, las convertía en amantes y casi siempre las llevaba a sus poemas. Anágora, Andrómeda, Gongila, Telesipa. Pero su preferida fue Atthis, y uno de sus poemas más famosos, El adiós a Atthis: lo escribió cuando su amada dejó las clases. "Y con abundantes aromas preciosos y exquisitos ungías tu piel fresca y joven en mi regazo, y no había colina ni arroyo ni lugar sagrado que no visitáramos danzando". Hoy casi nadie lo usa, pero al lesbianismo también se le llama safismo.
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