Cada vez se ofrecen más cursillos para hallar la paz interior, para utilizar las flores como terapéutica, para adquirir un sentimiento positivo de la vida, para ser consciente de las propias capacidades... Cursillos y libros.A mi entender, una de las experiencias más convenientes que pueden hacerse es la de la relajación. Y ello no significa que yo crea que la tensión es negativa, al contrario: pienso que la vida es tensión. Todos los componentes vitales de nuestro cuerpo trabajan con tensión, unos con otros. El corazón funciona gracias a la tensión. El cerebro, también. La salud consiste en una serie de tensiones equilibradas. Cuando alguna de estas tensiones disminuye o aumenta demasiado --en las actividades físicas, nerviosas, mentales--, es cuando aparece un problema.Debe de ser bueno, pues, saber tensarse un poco cuando estamos decaídos y, también, aprender a relajarse cuando estamos demasiado tensos. Supongo que cursillos, libros y métodos pueden ayudar. Aunque no ofrezcan, como algunos pretenden, fórmulas mágicas. Yo creo que no es indispensable adentrarse en ninguna mística. Modestamente, propongo al lector dos pequeñas prácticas de relajación que me parecen en general útiles.Son dos prácticas que aparentemente son contradictorias. Una es cerrar los ojos. La otra es mirar. Tendré que explicarme. Cerrar los ojos es fácil. Pero no es suficiente. Con los ojos cerrados, hay que respirar lentamente, regularmente, y ocupar el cerebro, exclusivamente, en escuchar la respiración. Si se hace bien, se acaba entrando en una especie de hipnosis. Es un aislamiento sensorial del mundo que nos rodea y, carente de estímulos, el cerebro se pone en punto muerto.La otra práctica es la contraria. Se trata de tener los ojos bien abiertos, fijar la mirada en un punto de una línea --una estantería, por ejemplo-- y progresivamente y poco a poco, hacer que la mirada avance por esta línea continua, medio centímetro cada segundo. El secreto es concentrar la máxima atención en un mínimo espacio, y crear una continuidad con un inmediato punto siguiente. Les aseguro que si son capaces de pasar con rigurosa lentitud, sin acelerar, de medio centímetro en medio centímetro --si es posible, casi sin parpadear--, después de que la mirada ha recorrido un palmo habrá pasado un minuto de vacío mental.Un minuto de profundo relajamiento es muchísimo. Y este minuto puede encontrarse en cualquier situación. A mí me va bien.
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