2010/01/18

Amistad en la literatura


Esta es una interesante nota que elaborara un reportero de "Telegrafo", Luis Alfredo Medina. El trabajo muestra a los escritores americanos y latinoamericanos más resaltantes de la literatura; la anécdota en estas líneas es la gran amistad y/o enemistad que se forjo entre uno y otro autor.
El caso es que, más allá de las cercanías o distancias cada uno de ellos es famoso por su creación literaria, aporte valioso para la humanidad que aún se deleita con estos clásicos de la literatura universal e hispana.

Pese a que algunas terminaron mejor que otras, todas logran trascender a su época.

Con los recientes homenajes que se realizaron para recordar al literato francés Albert Camus -por el cincuentenario de su muerte-, la vida del autor de La Peste fue llevada, nuevamente, a la palestra. Biografías, especiales televisivos y toda una serie de investigaciones sobre su vida brotaron como hongos en el mundo literario.Uno de los aspectos más interesantes en la historia vital de Camus es su relación con otro intelectual de peso de su época, el pensador que rechazó el premio Nobel para no perder su identidad de filósofo: Jean-Paul Sartre. Los dos protagonizaron una de las amistades/enemistades más famosas de la literatura, tan idílica pero, por supuesto, no tan caótica- como la de Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa.
El prólogo de la relación data de antes de que los franceses se conocieran personalmente. Camus leyó La náusea, una de las obras cumbres de Sartre, y publicó una elogiosa crítica en un diario argelino para el que trabajaba. Luego, Sartre reseñó El extranjero y El mito de Sísisfo, de su homólogo, reconociéndolos como textos extraordinarios y hasta clásicos. Se encontraron por primera vez en 1943, durante el estreno teatral de Las moscas, de Sartre. Según relata Simone de Beauvoir, Albert abordó a Jean-Paul sin que nadie los presentara. Así empezó una amistad que duró diez años, hasta que se produjo un rompimiento ideológico sustentado por argumentos como que para Sartre, Camus era un extraordinario escritor, pero un filósofo de limitado interés; y para Camus, las novelas de su amigo eran solo una sucesión de argumentos filosóficos hechos imágenes literarias.

Sartre interpretó el ensayo El hombre rebelde como un ataque personal, y rompió públicamente su amistad...
El corazón de la discordia es diáfano: Camus, pacifista, rechazó la violencia política mientras que el otro la aceptó. Las querellas se transformaron en textos. En 1951, Sartre interpretó el ensayo El hombre rebelde como un ataque personal y finalizó públicamente la amistad. Sin embargo, al morir el argelino, escribió un elogio fúnebre que, entre otras cosas, decía: “El y yo estábamos peleados: una pelea no es nada -aunque uno no vuelva a verse con el otro, únicamente es otra forma de vivir juntos”. Como esta, la historia mundial de las letras está llena de amistades famosas. Goethe y Schiller, Carlyle y Emerson...
Algunas finalizadas en malos términos y otras que encarnan la palabra “amigos”. En el primer grupo está, por ejemplo, la mencionada anteriormente: Gabriel García Márquez / Mario Vargas Llosa, que culminó en un incidente que bien podría ser el puñetazo más famoso de la literatura. Este hecho fue abordado en el libro De Gabo a Mario, escrito por Ángel Esteban y Ana Gallego y publicado por la firma editorial Espasa Calpe.Otro de los vínculos reconocidos, que -por cierto- escandalizó la élite literaria parisina de finales del siglo XIX, es el que hubo entre los poetas Paul Verlaine y Arthur Rimbaud. Fue un nexo con implicaciones homosexuales, excesos de ajenjo y que llevó a Verlaine a la cárcel después de que, en Bruselas, disparara al autor de Una temporada en el infierno. Escapando del final oscuro, aparecen dos parejas de intelectuales no menos importantes: Truman Capote y Harper Lee, y -por supuesto- los inolvidables argentinos Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares.
Sobre el primer dúo, amigos desde la infancia, se puede decir que Lee ayudó a Capote en el extenso proceso de investigación de campo para su novela más famosa: A sangre fría. El hombrecillo de la no ficción dedicó este libro “con cariño y gratitud” a la ganadora del Pulitzer por Matar a un ruiseñor, mientras que esta nunca aclaró un rumor que sugería que Capote había “metido mano” a su premiado texto. La relación entre Casares y Borges, en cambio, logró ser tan fuerte que llegaron a escribir juntos, bajo el seudónimo Honorio Bustos Domecq. En su autobiografía, el pensador de El aleph y otras grandes ficciones, revela que -pese a ser mayor que Casares- llegó a admirarlo y verlo como un maestro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu visita y dejar tu comentario.