2010/01/18

Literatura y realidad

Angel Lombardi, hace pocas semanas lanzó un artículo de sumo interés en el campo de la Literatura. De hecho, ofrece, una respuesta a un cuestionamiento que por años ha sido motivo de análisis y extensos debates orales y escritos. Espero que de alguna manera llegue a los amantes de la lectura, y se pueda comprender en que medida la historia y por ende la realidad es fuente de la creación literaria... veamos:
Toda verdadera literatura, dice JM Coetze (premio Nobel de Literatura 2003), “es un manual de historia, pero de tipo fantástico, con su propia verdad, esa clase de verdad en la que pensaba Aristóteles cuando decía que la poesía es más verdadera que la Historia; más verdadera debido a su poder para condensar y representar lo múltiple en lo típico”.
Churchill decía que para conocer la literatura de Inglaterra había que leer a Shakespeare. Un grupo de intelectuales acaban de asumir que para conocer a América Latina hay que leer Cien años de soledad (1967), de Gabriel García Márquez; Pedro Páramo (1965), de Juan Rulfo; Las venas abiertas de América Latina (1971), de Eduardo Galeano; El laberinto de la soledad (1950), de Octavio Paz; y Conversación de la catedral (1969), de Mario Vargas Llosa. Como toda lista, es discutible e incompleta y termina siendo excluyente, y así se deja a tantos otros autores y libros que expresan nuestro continente con la misma intensidad y pertinencia que los autores antes citados.

Argentina sin Sarmiento, JL Borges, Sábato y Cortazar sería un enigma. Perú sin el Inca Garcilaso de la Vega, Ricardo Palma y el propio Vargas Llosa con sus otros libros se nos escaparía en su comprensión. Para entender a Venezuela es imprescindible Rómulo Gallegos con su galería de personajes tipológicos.

Es decir, que cuando abrimos la mente y no nos dejamos condicionar por ningún prejuicio y mucho menos por condicionantes ideológicos-políticos la lista se nos vuelve casi infinita, y si aplicamos la tesis de la identidad como literatura, al final, más que la América Latina real, nos queda el continente mítico y extraordinario que somos, de allí que García Márquez acertó al inventar Macondo siguiendo el ejemplo de William Faulkner con su nebuloso e irreal Yoknapatawpha, todos pueblos imaginarios, más reales que cualquier realidad; y es que como dice el escritor italiano Cesare Pavese (1908-1950): “Necesitamos un pueblo, aunque sólo sea por las ganas de marcharnos. Ser de un pueblo quiere decir no estar solo, saber que en la gente, en las plantas, en la tierra hay algo tuyo que inclusive cuando no estás sigue esperándote”. La historia siempre es insuficiente para comprender lo real, de allí la literatura, tan necesaria con sus imprescindibles “mentiras-verdaderas”.

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