2009/10/26

Lucha y agonía en EL SEXTO


UNIVERSIDAD CATÓLICA
“SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO”


Escuela profesional de Derecho
Asignatura:
Lengua y Comunicación II
Titulo:
Lucha y agonía del El Sexto
Autor:
Ramírez Garnique, Lesly
Ciclo:
II
Asesora:
Chirinos Sánchez, Flor
Lugar:
Chiclayo-Perú
2009
Lucha y agonía de El Sexto

El escritor José María Arguedas cuenta el drama humano de una cárcel peruana. En esta aventura el escritor, denuncia el horror carcelario, las injusticias, el homosexualismo, la colusión de criminales y bestialidad de los policías o guardianes, la existencia de pandillas sometidas a jefezuelos que reinan por el terror y demás aberraciones que se cometen dentro de una prisión; pero sobre todo los actos inhumanos, el abuso contra la dignidad de cada prisionero que a pesar de su condición (no poseer libertad) siguen siendo personas.

Dentro de la prisión las personas o presidiarios son vistos como bultos, que pueden ser manejados a antojo y disposición del más fuerte; por ende ¿Son merecedores de respeto? ¿Cuál es la causa de que sea así?

Como sabemos y quizás muchas veces hemos oído mencionar que el hombre tiene la condición de persona y por ende dignidad; lo cual lo hace poseedor de respeto, es digna por el mero hecho de ser un individuo de la especie humana, la dignidad humana como tal no es un logro, ni una conquista, sino una verdad derivada del modo del ser humano. Lo que sí se puede conquistar es el reconocimiento por parte de la Sociedad del valor y dignidad de la persona. Por lo tanto, la dignidad no es algo que deba alcanzar, ya que es digno desde el momento que “es” ontológicamente hablando.

Todo ser humano posee dos tipos de dignidad una “Dignidad Ontológica”, que hace referencia al tipo de ser o ente, al –ser persona-, y en concreto al hecho de que la persona es libre ahora bien, dicha dignidad no se gana ni se pierde por el uso que se haga de la libertad, mientras que la “Dignidad Moral” si cabe obtenerla o perderla: se obtiene por el buen uso de la libertad, se pierde cuando se hace mal uso de ella. No obstante la dignidad moral ni quita ni pone nada en la radical dignidad (dignidad ontológica) que, es tanto al ser humano corresponde. Con otras palabras, cabe ser buena o mala persona, pero siempre sobre la base de que se es persona, lo cual está dotado de un valor intrínseco inigualable, podríamos decir absoluto[1].

Esta dignidad ontología o innata es aquella a la que se hace referencia al hablar de los derechos humanos, por ejemplo explícitamente en el artículo 1 de las “Declaración Universal de los Derechos del Hombre” de las Naciones unidas determina que “Todos (los hombres) nacen libres e iguales en dignidad y derechos”, y de igual manera ya sea de forma directa o implícitamente en el Articulo 1 º y 2º de nuestra Constitución peruana de 1993.

Pero que sucede cuando hacemos un mal uso de nuestra libertad y por diferentes motivos se cometa algún delito culposo en contra de la sociedad o del bienestar de algún ciudadano ¿se pierde la dignidad? , pues la Dignidad Ontológica no, pero la Dignidad Moral si, pues esta es la se pierde o se gana con el respectivo mal o buen uso de la libertad de albedrio humano. Es por tanto, una dignidad adquirida, que tiene que ver con el obrar de la persona con su “ser-persona”, no depende lo que es sino de lo que hace, y es concreto de lo que hace en sentido moral.

Al haber dado algunas aclaraciones sobre la dignidad podemos decir que en el Sexto deja ver, una mirada atenta, a aquello que sucede dentro de una cárcel, la historia de la cárcel no se refiere al ámbito privado sino que relata el movimiento general de los internos y, por supuesto, la interacción de ellos con el personaje principal que es Gabriel. En efecto la lectura es el informe de sobrevivencia de todo el grupo: cómo interactúan los presos, cuáles son los liderazgos que se disputan, cómo se distribuyen los espacios en relación con el poder que ostenta cada miembro o por que se disgregan y reagrupan casi a diario, se trata del desenvolvimiento de los presos según su mirada, que es la que organiza ese submundo, lo describe, lo expone para quienes no tienen acceso ni interés en el.

Pero a pesar de haber optado los presidiarios por una libertad errónea o equivoca, es decir, perder su dignidad moral, no dejan de perder su Dignidad Ontológica, pues vemos dentro de esta prisión lo actos que van en contra de ella, como los malos tratos de “Marivi”, “Puñalada”, entre otros, contra el “pianista” y el “japonés”, pues los hacían comer los excrementos, o los maltrataban de por sí, sin razón alguna, la alimentación de los vagos es una escena atroz que se repite una i otra vez

“Todos huían lejos con su lata o plato llenos; y se devoraban la masa de arroz, fideos y frejoles agusanados, en un instante(…) los débiles se quedaban frecuentemente sin recibir nada(..) Se metían los frejoles con cartón o papel y todo; o se mordían sus propias manos. No tenían casi tiempo para masticar. Los fuertes los seguían; les abrían las manos para capturar los restos; los lamian; y lamian el piso”. (Pp. 102-103)
A esto se unen las violaciones de los que ingresan por primera vez al Sexto, o de los más débiles, y el comercio homosexual, los presidiarios parecen incapaces de todo gesto verdaderamente humano[2]:
“vago que enfermaba, moría; nadie e llevaba alimentos a su celda. Iba consumiéndose por hambre; moría entre la fetidez de sus últimos excrementos y orines. Sus compañeros de celda lo arrojaban fuera al anochecer, si lo veían agonizante” (Pp.106).

Todo lo que sucede dentro de los espacios carcelarios sufre un agudísimo proceso de concentración la intensidad desorbitada parece ser la ley que gobierna este mundo. Las situaciones límites adquieren carácter de normalidad y lo monstruoso se confunde con lo cotidiano.
Aunque es toda la vida en prisión la que obedece a esta ley de sobre enfatización, son dos aspectos los que reciben mayor y más constante acento: la miseria y degradación moral. Una y otra se expanden corrosivamente pro todo el penal.

Decía Arguedas en el Sexto se concentra “lo mejor y lo peor del Perú”, la realidad carcelaria no solo revela la índole de la vida nacional al ser resultado de ella. También la revela porque el Sexto resulta ser una imagen del Perú. Detrás de aquellos muros chocan las razas, las clases sociales, las subculturas que integran (o desintegran al país), la violencia del orden establecido, su verticalidad tiránica solo avalada por la fuerza, allí contienden las ideologías políticas de los partidos, allí, en fin, el hombre explota al hombre, el dinero y el poder emana de un único centro que regulan toda la vida, una vida que desconoce la libertad y la justicia, pero sobre todo la dignidad como seres humanos que son.

Referencias bibliográficas:

· Barrio, José María. Elementos de Antropología Pedagógica. Rialp. Madrid .3º edición.2004
· Pinilla, Carmen María. Arguedas, Conocimiento vida. Ed. de la Pontificia Univ. Católica del Perú. Lima.1994.
· García Cuadrado, José. Antropología Filosófica. EUNSA. España. 2003.
· [1] Barrio, José María. Elementos de Antropología Pedagógica. Rialp. Madrid .3º edición.2004
[2]Pinilla, Carmen María. Arguedas, Conocimiento vida. Ed. de la Pontificia Univ. Católica del Perú. Lima.1994.

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